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El soneto y su historia

Claro, corto y expresivo, dominó el Siglo de Oro y se renovó con el modernismo.

09 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: historia y selección de sonetos Autores: varios

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad sin son catorce, y está hecho.

Lope de Vega

No fue Lope de Vega (1562-1635) quien trajo el soneto a España, pero sí quien con su ingeniosa respuesta a la petición de Violante enseñó a generaciones de estudiantes las reglas de esta forma poética: catorce versos, dos cuartetos, dos tercetos… Es por ese juego inteligente, chispeante, lleno de intención por lo que encabezamos con Lope de Vega la historia y selección de sonetos a lo largo de distintos periodos.

Rastreando en los orígenes del soneto, el camino lleva a Italia y culmina con dos figuras del siglo XIV Dante Alighieri (1265-1321) y Petrarca (1304-1374) que en sus poemas de amor hicieron del soneto su mejor arma, gracias a su estructura sencilla especialmente adecuado para la exteriorización de sentimientos.

La lírica está de enhorabuena y la nueva tendencia no tarda en asentarse en nuestro país gracias al Marqués de Santillana (1398-1458) y, sobre todo, a Garcilaso de la Vega (1503-1536) militar, políglota, poeta de tendencia renacentista, italianizante, que renovó la temática del soneto alternando, en sus temas, sentimientos amorosos de clara influencia petrarquista, figuras mitológicas y descripciones idealizadas de la naturaleza donde las metáforas (alegre primavera = juventud; dulce fruto = amor; nieve = canas…), las aliteraciones (repetición de letras y sílabas dentro de una palabra o frase) y los símiles proporcionan una enorme fuerza expresiva; además innovó el tamaño silábico del verso con el uso de los endecasílabos ganando mayor fluidez y variedad.

Poetas y dramaturgos del Siglo de Oro hacen del soneto bandera con temáticas de todo estilo: sarcásticos, amorosos, satíricos (como el poema A una nariz de Quevedo), morales o filosóficos. Son relevantes Lope de Vega, Góngora (1561-1627), Quevedo (1580-1645), Calderón de la Barca (1600-1681) o Cervantes (1547-1616) quien aportó también un toque humorístico con el uso del soneto con estrambote (verso o serie de versos que se añaden a un poema de estructura fija) y el soneto dialogado como el que se puede leer en Diálogo entre Babieca y Rocinante, en la primera parte de El Quijote.

Las reglas que rigen el soneto durante este periodo son bien precisas: se divide en catorce versos endecasílabos, repartidos en dos cuartetos y dos tercetos; de rima consonante; en cada uno de los cuartetos riman el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero (ABBA, ABBA) y es más libre en los tercetos con diferentes combinaciones (CDE, CDE; CDE, DCE; CDC, CDC). En su forma clásica se desarrolla como si de una novela o de una obra dramática se tratase, esto es con presentación del tema, desarrollo y conclusión.

Fueron tiempos de esplendor que no vieron continuidad ni siquiera durante el romanticismo. Sin embargo,el siglo XIX, con el modernismo,da pie a una renovación del soneto que, aunque conserva la rima anterior, adopta también otras formas (ABAB, ABAB; ABBA, CDDC); innova la métrica con versos de otras medidas; o usa en una misma poesía versos de medidas diferentes (endecasílabos y heptasílabos).

El carácter innovador del poeta modernista nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) ejerció una gran influencia en la poesía hispánica durante el siglo XX; una poesía excelente, rica y variada con figuras tan destacadas como Jorge Guillén (1893-1984); Gerardo Diego (1896-1987); Rafael Alberti (1902-1999), Miguel Hernández (1902-1942), García Lorca (1898-1936), el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) o Neruda (1904-1973) que llegó a escribir sonetos sin rima. La posguerra española mantuvo vivo el soneto con las palabras siempre llenas de intencionada sonoridad de Blas de Otero (1916-1979) o Ángel González (1925- 2008). Leerlos, a ser posible en voz alta, es un feliz entretenimiento.

Garcilaso de la Vega
Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena,
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza de su costumbre.

Francisco de Quevedo

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, este es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

Rubén Darío
De invierno

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta en su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Federico García Lorca
Adán

A Pablo Neruda, rodeado de fantasmas

Árbol de sangre riega la mañana
por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.

Mientras la luz que viene fija y gana
blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana.

Adán sueña en la fiebre de arcilla
un niño que se acerca galopando
por el doble latir de su mejilla.

Pero otro Adán oscuro está soñando
neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando.

Jorge Luis Borges
Las cosas

El bastón, las monedas, el llavero
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes y el tablero,

Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde

Una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,

Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.

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