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Tan poca vida (A Little Life), de Hanya Yanagihara
Un libro imperfecto e irregular, excesivo en extensión e intensidad, y –pese a ello– inolvidable.
08 de noviembre de 2024. Sandra Chamorro de Vega
Qué: Tan poca vida (A Little Life) Autora: Hanya Yanagihara Editorial: Lumen Año: 2016 Páginas: 1008 Traducción: Aurora Echevarría Pérez Precio: 24,90 €
¿Mil páginas de drama con rostro humano sin una trama central? Parece de locos embarcarse en esa aventura, pero, como clama la crítica general, Tan poca vida tiene una fuerza que atrapa. A medida que avanzan los capítulos, se complica tanto abandonar la lectura como retomarla por lo difícil que se hace empatizar con tanto dolor. Un dolor que llega a rozar lo morboso en algunas ocasiones.
Esta novela sigue la vida de cuatro mejores amigos, Jude, Willem, Malcom y JB, desde que se conocen en la universidad hasta… el final. La novela no sigue la típica estructura de inicio, nudo y desenlace ni tiene una trama como elemento principal.
El hilo argumental se centra en el análisis profundo de los personajes. Ahonda tanto en la evolución individual de cada uno, a nivel laboral, sentimental y emocional, como en la evolución de su amistad a través de los años. Accedemos a la vida de los personajes a través del punto de vista de todos ellos, lo que ayuda a comprender y perfilar la personalidad de cada uno y conforma una visión realista de la situación.
En la novela destacan dos temas principales. Por un lado, la enfermedad mental fruto del trauma infantil y, por otro, el amor, especialmente en forma de amistad y, más concretamente, la amistad afectada por las consecuencias de un trauma. Como temas secundarios se pueden citar la clase social, el miedo al futuro, la diversidad funcional, el duelo y la orientación sexual, aunque se tratan de una forma mucho más superficial.
En una novela de este tipo, se hace necesario añadir una sección de advertencia de contenido que, si bien desvela mucha información de la obra, puede ahorrar la lectura a personas sensibles a los siguientes temas: autolesiones, ideación e intento de suicidio, problemas de alimentación, violencia física y psicológica contra un menor, prostitución forzada de un menor, pedofilia, violencia doméstica, violencia contra un personaje con diversidad funcional, pérdida de un hijo, adicción y consumo de drogas y violación.
Dentro de los personajes principales destaca Jude, un joven huérfano con una infancia traumática de la que vamos conociendo detalles a cuentagotas, lo que le confiere un aire muy misterioso, especialmente al principio. El libro en sí se convierte en un intento de comprenderle a él y comprender su vida. Willem se presenta como el mejor amigo de Jude y, por esta razón, se le da una importancia ligeramente superior a la de Malcom y JB. Por último, destaca la figura de Harold, un profesor de universidad que termina convirtiéndose en una figura paterna para Jude.
La obra se enmarca en el género de ficción contemporánea y se estructura en seis partes de tres capítulos cada una, más una parte final sin capítulos a modo de colofón. El ritmo se mantiene relativamente constante a lo largo de la obra y se evita la monotonía con los saltos temporales que alternan entre el presente (que empieza cuando los cuatro amigos han acabado la universidad y se han mudado a Nueva York y se prolonga durante los treinta años siguientes) y el pasado de cada uno de los personajes.
Es indudable la capacidad de la autora para transmitir emociones a través de sus personajes, cada uno de ellos con sus matices, sus sentimientos, sus faltas… y accedemos a través de ellos a un tema tan importante como poco tratado: la enfermedad mental. El análisis multifocal de esta problemática es especialmente interesante: la vivimos desde la piel del Jude, al que el tiempo es incapaz de hacer curar sus heridas y también la vivimos desde sus seres queridos: amigos, amantes, la figura de Harold…
Pero no se puede negar que la narrativa de Jude se termina haciendo casi insoportable… la vida golpea una y otra vez a este personaje para el que los momentos dulces no son más que pequeñas islas de paz que consiguen que el siguiente momento duro lo sea aún más y esto inevitablemente lleva a cuestionar si la historia en sí es merecedora de esas 800 páginas o si no es más que un regocijo en la reacción emocional del lector. Hanya Yanagihara nos presenta a unos mozos simpáticos y entrañables y, cuando el lector se encariña con ellos, los hace polvo.
¿Estamos ante una obra de arte o de schadenfreude? Esta es una pregunta que cada lector tendrá que resolver por sí mismo.
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