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Biografía de Francisco de Quevedo

El gran escritor del Siglo de Oro fue un personaje complejo, con muchas voces.

08 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de Francisco de Quevedo

Contemporáneo de Cervantes, Lope, Góngora, Velázquez…, Francisco de Quevedo nació el 14 de septiembre de 1580 en Madrid. Su familia, de ascendencia hidalga norteña, pertenecía a la burocracia de palacio, por lo que el autor estuvo desde niño familiarizado con las grandezas y miserias de la corte. Desarrolló una fuerte ambición política, que se reflejó, aparte de en su militancia activa, en los frutos de su otra gran vocación, la literaria.

Su pluma fue su mejor arma, desmesurada e hiperbólica, la hizo brillar y se convirtió con ella, como diría el catedrático y crítico literario José María Pozuelo Yvancos, en “un portentoso genio verbal, que llevó la lengua literaria española a cimas de agudeza insospechadas, en un laboreo insaciable con el idioma que le hizo arrancar sentidos inéditos y hallazgos lingüísticos no superados”. 

Educado en los jesuitas, sentía pasión por los libros, por saber, por discutir… Completó su formación en Valladolid, donde se instaló cuando, tras la muerte de Felipe II, Felipe III con su valido el duque de Lerma trasladó la corte entre 1601 y 1606. Quevedo pertenecía al círculo de la duquesa de Lerma; allí, mientras estudiaba Teología, divertía a sus mecenas con opúsculos satíricos. De esa época datan también el primero de los Sueños y El Buscón, su única novela, que nunca reconoció como suya –se publicó, sin su consentimiento en 1626, como otras obras que republicaría expurgadas para evitar problemas con la Inquisición–. 

En la corte vallisoletana coincidió con otros intelectuales y escritores, entre los que se encontraba Góngora –considerado ya por entonces un gran poeta–; la tensión y enemistad entre ellos quedó reflejada en los distintos escritos que se cruzaron.        

En Valladolid Quevedo se forjó la imagen pública de escritor satírico y festivo que, a pesar de sus esfuerzos, eclipsó en cierta medida las otras muchas facetas que desarrolló. Fue un personaje complejo y poliédrico que escribió sobre todo lo que le tocó vivir (geografía, identidad, amor, historia, política, sociedad, religión…) con voces muy variadas y deslumbrantes, ya fuera en forma de poesía, relato, crónica, diatriba, comentario, sermón, teatro o novela.

Inteligente e ingenioso, fue también un erudito que entre 1604 y 1606 se carteó con el humanista Justo Lipsio y debatió con él sobre filología; que tradujo a los clásicos grecolatinos y que hizo convivir a sus obras festivas y satíricas con escritos estoicos, tratados sobre política, actitudes morales o comportamientos patrios, y poemarios como Heráclito cristiano.

De nuevo en Madrid, donde la corte se trasladó en 1606, continuó con los Sueños que se configuraron como una obra literaria compleja en la que la risa conduce una visión crítica y fantástica de su tiempo. En 1609 comenzó a escribir España defendida, un ensayo truncado en el que la defensa combativa de España parte de cuestiones filológicas, geográficas, históricas y religiosas.

Entre censos, juros y beneficios, Quevedo heredó una deuda a su favor con un pueblecito entre andaluz y manchego, la Torre de Juan Abad, que debía pagarle una cantidad de dinero u otorgarle la jurisdicción de la villa. En 1610 comenzó un pleito largo y arduo que, si bien no concluyó en vida del escritor, sí le produjo en 1621 el señorío de la villa y le permitió realizarse en cierta medida como noble y tener un lugar donde retirarse ya fuera por iniciativa propia o porque así lo exigían las autoridades (fue desterrado allí más de una vez porque su presencia y su insistencia en opinar sobre todo eran molestas). Para entonces ya era caballero de la Orden de Santiago.

Un momento importante para satisfacer la vocación política señalada fue cuando acompañó al duque de Osuna entre 1613 y 1619 en Sicilia y Nápoles como secretario, confidente y amigo, lo que le permitió participar en determinadas misiones diplomáticas. Años más tarde, Lince de Italia o zahorí español, un memorial dirigido a Felipe IV, recogió la experiencia italiana.

Quevedo dejó de ser protegido del duque de Osuna y volvió a España donde fue desterrado a la Torre de Juan Abad, encarcelado en Uclés, y enviado de nuevo a la Torre de Juan Abad. Con la llegada del nuevo rey, Felipe IV, el duque –como tantos otros relacionados con el gobierno anterior– fue encarcelado y moriría en prisión. Quevedo volvió a la corte y escribió tratados y ensayos de carácter político y moral. Los Grandes anales de quince días, La política de Dios o Cómo ha de ser el privado reflejaban las ideas de Quevedo, un autor conservador, defensor de la razón católica de la monarquía contra todo tipo de enemigos (los moriscos, los judíos, los venecianos, Richelieu…) y preocupado por el ascenso de privados.

Ante el conde-duque de Olivares su actitud fue distinta: confiaba en él y en sus reformas y proyectos regeneradores. En la Epístola satírica y censoria o El chitón de las tarabillas reflejó su apoyo a la política del valido. Quevedo, que participó en las expediciones reales de 1625 y 1626 a Andalucía y Aragón y Cataluña, se sentía cómodo en la corte y con el conde-duque. Pero fue distanciándose del favorito real y acercándose a grupos opositores porque percibía que el régimen olivarista iba degenerando hacia posiciones y comportamientos como los que había criticado del reinado de Felipe III. El rey decidió desterrarlo de nuevo a Torre de Juan Abad por su actitud beligerante contra la propuesta de los carmelitas de que Santa Teresa de Jesús compartiera el patronato de España con Santiago. Regresó a la corte en 1631. De esta época son obras como Carta a Luis XIII, de nuevo, una defensa a España.

Se casó, por imposición, en 1634 con doña Esperanza de Mendoza, pero se separaron muy pronto. Quevedo tuvo una relación difícil y conflictiva con las mujeres, hasta el punto de que entre los rasgos de su carácter se ha subrayado el de la misoginia. Muchos de sus poemas burlescos y corrosivos lo acreditan; mientras con su poesía amorosa compuso bellísimos cantos a la amada inaccesible, a la comunicación frustrada entre amantes, a la queja dolorida, etc.

El 7 de diciembre de 1639 estaba en casa del duque de Medinaceli cuando fue arrestado acusado por su oposición al rey y al conde-duque. Permaneció como prisionero en el convento de San Marcos de León hasta 1643 en condiciones extremas que, aunque se fueron relajando según iban pasando los meses, perjudicaron seriamente su salud. Pudo escribir y utilizó su pluma para defenderse. En prisión comenzó la hagiografía Vida de San Pablo, que terminaría ya liberado, una vez que cayó el conde-duque. En 1644 dejó Madrid y se fue, cansado y débil, a Torre de Juan Abad. Moriría en Villanueva de los Infantes el 8 de septiembre de 1645 dejando una obra ingente que cuenta, con la pirotecnia de su lenguaje, mucho sobre cómo fue y vio a esa España del Siglo de Oro que le tocó vivir y que contribuyó a definir.

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