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Amanda: pobre, huérfana y solitaria

La novela gráfica más dura del mejor y más despiadado Robin Wood.

24 de marzo de 2024. Iván de la Torre

Qué: Amanda Autores: Robin Wood (guion); Alfredo Falugi (dibujos) Editorial: Columba Año: 1998 Páginas: 128 Precio: 1.500 pesos argentinos

En Amanda, Wood convirtió la clásica telenovela rosa (adolescente de padres desconocidos trabaja como sirvienta luego de salir del orfelinato donde vivió toda su infancia) en una perfecta mezcla de policial negro y crónica social, marcada por un realismo desolador, implacable, gracias a frases descarnadas que muerden la carne del lector hasta dejar expuesto el hueso.

«Recuerdo el rio. Corría lento y amarillo, arrastrando camalotes y restos de basura. Era un rio desagradable, feo y tibio, de orillas fangosas que humeaban en verano.

Recuerdo el pueblo. Era como el rio. Casas amarillas y arboles cansados y la estatua de nuestro prócer local que también estaba cansado y amarillo...

Recuerdo a la gente. Era como el pueblo y el rio...

Recuerdo el orfelinato. Fue como un mal sueño, hirviente de calor, gris de desesperanza y con un gato viejo dormido en el tejado».

Como Mojado, Amanda muestra el lento y agotador peregrinaje de un personaje atrapado en una situación de incertidumbre permanente, luchando por sobrevivir en los márgenes de la sociedad, acosada por figuras autoritarias que disfrutan humillando a los demás gracias al poder que les da su posición social, su influencia o su dinero:

«Alejandro Geertsen: Usted es simplemente una sirvienta, Amanda, y una huérfana. Esa es su posición y será mejor que la tenga siempre presente».

Evitando deliberadamente el contraste pobres buenos/ricos malos, como David Lynch en “Twin Peaks”, Robin muestra todo lo que se oculta detrás de las fachadas de pueblos en apariencia idílicos, retratando la verdadera realidad de un mundo pequeño, miserable, feroz y mezquino, donde las personas construyen su propio infierno vengando sus miserias y resentimiento en todos los que están por debajo de ellas:

«Amanda: Le gusta humillar a la gente, ¿verdad?

Ilona: Tengo todo el poder del mundo para hacerlo, chiquita. Y la mayor parte de la humanidad se vende muy barato. Baratísimo».

 

«Cocinera: Niña... Déjelo en paz… es mi hijo.

Adriana Geertsen: No sé de qué hablas…

Cocinera: Sí lo sabe. Usted disfruta arruinando gente. Usted es mala y tiene veneno en el corazón... pero él es mi hijo.

Adriana: No te metas conmigo, negra. Yo hago lo que quiero y con quien quiero».

 

«Yo no tengo amigos, Amanda. Esos son tipos a los que les pago las bebidas. Me siguen porque yo tengo dinero y ellos no. Y eso me gusta».

 

«El ritual de cada mañana. Olor a polvo y agua. Bostezos. Gruñidos y el olor de los naranjos. La primera explosión de un motor y la estúpida voz del pueblo recibiéndome:

Niños gritando: ¡Bicho feo! ¡Bicho colorado!

Amanda: (No entiendo... ¡Por qué no me dejan en paz? ¡Que les hice yo? ¡Por qué no se meten con otra?).

Pero los aullidos me siguen y se me pegan en la espalda como arañas:

-¡Esqueleto colorado! ¡Bicho feo!».

 

Como contrapartida a ese constante desfile de odios, venganzas y mezquindades, Wood registra pequeños gestos que le devuelven toda su dignidad al ser humano, como el hombre que se enamora de su sirvienta y abandona todo por ella:

«Yo la quise, Amanda... Yo la amaba... cuando la encontré descubrí que no quería otra cosa que esa chica callada y morocha que cocinaba tan mal era mi amor. Dejé todo por ella. Un minuto lejos de Soledad era demasiado. No podía vivir así. Yo no quería una amante. Quería vivir el resto de mi vida teniéndole las manos y oyéndola respirar.»

...o el juez que todas las noches baila en una plaza del pueblo con el fantasma de su mujer muerta: «Bailaba. Así simplemente. Bailaba a la luz de la luna, con su inmensa gracia y su estropeada dignidad...

Ella me amaba desesperadamente, pero yo no. Quiso seguirme y no la dejé. Entonces se mató. Eso fue todo. Como ves, no puedes rescatarme. Y ahora es hora de que tú también te vayas, Amanda. Estás de más en mi vida. A decir verdad, hasta yo estoy de más en mi vida».

O el médico que le quita la vida a su esposa para que no sufra más: «Un día se le descubrió el tumor. Incurable. Mi mujer se convirtió en un esqueleto agonizante, enloquecido de dolor. Yo estaba junto a ella, día y noche, viéndola sufrir de una manera que ni te podés imaginar. Y una noche la besé en la boca y le di esa inyección. Luego me senté junto a ella, le tomé la mano y me quedé a su lado hasta que todo terminó. Ahora podía descansar. Me dieron diez años de cárcel y no lo discutí. Nada importaba ya. Es así de simple. Yo pertenezco a una muerta, Amanda».

Robin confesó: “Amanda, que es un personaje que nace en Posadas, una chica pobre, hija natural, que después se va a Buenos Aires y vive en pensiones. Es mi propia vida, pero en un personaje femenino. Probablemente sea uno de los personajes más populares en Italia”.

Cuando críticos y periodistas, con opiniones copiadas de Carlos Trillo y sus secuaces Juan Sasturain y Guillermo Saccomanno, todavía preguntan, con una mezcla poco disimulada de odio y envidia, porque tanta gente, todavía hoy, atesora las novelas gráficas de Robin Wood y no se cansa de leerlas, citar párrafos enteros de memoria y recomendarlas, basta recordar esa inspirada, emotiva y genial frase de apenas siete palabras (“su inmensa gracia y su estropeada dignidad”) para entender la vigencia de estas historias.

Pocos guionistas supieron devolverle la dignidad a los humillados y ofendidos, a los marginados y solitarios, a los pobres y desesperados, con tanto encanto, humor y ternura a lo largo de cincuenta años como Robin, a través de una serie de personajes tan emblemáticos como Nippur de Lagash, Savarese, Mojado, Morten, Big Norman, Dago, Gilgamesh, el inmortal… o esta adorable y tan sufrida Amanda.

 

Comentarios en estandarte- 4

1 | Jorge Del Rio 29-01-2024 - 21:28:30 h
Hermoso análisis. Y si, yo soy de esos que, 40 años después, siguen citando de memoria frases de Nippur, de Savarese, de Mojado. Qué grande que fue Wood y todo lo que nos dejó. La inmortalidad le queda chica.

2 | Iván 01-02-2024 - 01:42:54 h
Absolutamente, Wood y sus personajes vivirán para siempre en la memoria de sus agradecidos lectores!

3 | Victor Lapetina 01-02-2024 - 22:58:45 h
Como siempre, tan acertada tu crítica, el recuerdo del Maestro Robin, con su grandeza en la simpleza y viceversa. Gracias por El análisis y el recuerdo.

4 | Ivan 25-03-2024 - 00:54:32 h
Muchas gracias por tu comentario, Victor!