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Nippur de Lagash: el personaje más famoso de Robin Wood y Lucho Olivera

Un clásico del cómic que está más vigente que nunca.

31 de julio de 2024. Iván de la Torre

Qué: Nippur de Lagash Autor: Robin Wood (guion); Lucho Olivera (dibujos). Editorial: ECC Ediciones Año: 2012 Páginas: 192 Precio: 15,50 €

Nippur de Lagash es el primer gran personaje de Robin Wood y establece el molde de todos sus antihéroes posteriores: en este gigantesco guerrero sumerio, obligado a exiliarse tras el asesinato de su rey, el guionista define el modelo de clásicos futuros como Mojado, Jackaroe, Dago, El Cosaco o Savarese.

Hombres que deben enfrentar una realidad que desconocen, armados solo con su valentía, su sentido del humor y su capacidad de tomarse incluso la situación más compleja con una filosofía muy personal donde se mezcla el pragmatismo, la picardía y unos principios que jamás abandonan, incluyendo la decisión de cuestionar el discurso de todos aquellos que construyen su poder sometiendo a los demás, rasgos que comparten con su creador.

Robin Wood fue muy claro sobre ese tema que aparece en todas sus creaciones: “Creo en el honor, creo en la palabra dada, creo en la honestidad. He tratado siempre de mantenerme fiel a esos valores…Que son los valores de Nippur… Si. Y yo creo en eso. Sinceramente creo”.

La serie ofrece, desde sus comienzos, un personaje falible y humano, que puede enloquecer de ira al ver una injusticia, pero también filosofar con humor sobre la mejor manera de atrapar un pez para la cena tras varios días comiendo raíces de árbol.

Como expresó muy bien el dibujante Sergio Mulko: “El héroe mítico y el payaso son sus extremos... nunca sabremos si el próximo capítulo nos hará reír o enfrentar una cruda tragedia”.

Aunque apenas tenía 24 años cuando comenzó este comic, en el lejano 1967, Robin supo retratar la evolución del personaje, de un joven deseoso de participar en todas las batallas en busca de gloria y reconocimiento, a un veterano cansado que decide disfrutar los caminos, sin buscar premios ni honores: “Al principio, Nippur pasaba por doquier como una tormenta de fuego. Luchando contra los piratas, contra los cretenses, contra las amazonas, aquí, allá, ensordecía con su gloria... luego se perdió su rastro y por fin se convirtió en ese vagabundo del todos han oído hablar. Un guerrero que ha perdido el amor por su espada, que ha cambiado el vino por el agua, los palacios por el cielo abierto, el amor de las mujeres por una simple soledad de hombre. Nippur es ahora un absurdo sacerdote sin religión, un hombre puro, endurecido por el fuego...”.

Como Carlos Albiac en Álamo Jim, Robin usa el humor, el sarcasmo, la sátira y la ironía para evitar que su protagonista se convierta en el tradicional héroe, sin fallas ni defectos, más estatua que hombre real:

«A veces me siento como se debe sentir un río. Feliz y tumultuoso rodeado de otras felicidades y otras vidas. El amor de los otros puede reflejarse en nosotros como un sol y... ¡maldición, se me ha metido una piedra en la sandalia!».

«Anciano: Hay un hombre en tierras de Sumeria de quien mucho se habla. Se elogia su estatura, su risa de bronce y sus manos poderosas. Claro… cantan a sus manos aquellos que nunca sintieron su peso encima, pues Nippur tiene una mano pesada y un humor fácil de irritar.

Aldeano: Se dice sin embargo que su paciencia es infinita, como su sabiduría.

Anciano: También se dice que hay conejos que vuelan. ¡Bah! Conocí al hombre de Lagash en Ur, un día en que su humor bailaba como una flecha loca. Le pedí una limosna… primero me arreó una patada en las nalgas y luego me dio una pieza de oro. En eso hallarás a Nippur. No busques a un hombre perfecto. Más bien busca un hombre. Nippur es un hombre… y eso significa ser muchas cosas buenas y malas. Ser hombre es como el día y la noche. Una cosa será mejor que la otra, pero no las podrás separar. El mal y el bien son los huesos y la carne del hombre».

El propio Nippur reconoce sus falencias: «Mi alma es como un río. A veces angosto y fangoso, otras límpido. A veces tumultuoso y a veces plácido. Los ríos y las almas nunca son estáticos. Yo, Nippur, el que ciño coronas, domino imperios y alzó montañas de oro. Yo, él que comió el pan de los mendigos y bebió el agua de los leprosos... El que ha visto templos usados como establos y reyes suplicando por un trozo de pan».

Robin habló de la evolución de su personaje más emblemático, incluyendo el momento en que le hizo perder un ojo y lo colocó al borde de la muerte, un episodio que generó una verdadera tormenta de indignación, dolor y sorpresa entre los innumerables aficionados a esta imperdible novela gráfica: “Al principio Nippur era un joven con un destino marcado como futuro rey de Lagash, hasta que todo eso se pone patas arriba, y tiene que empezar una vida de perseguido, de marginado, y lentamente se humaniza, se vuelve más tolerante, con más flaquezas y una mayor comprensión. Al principio era un guerrero, privilegiado y de gran físico, pero nada más. Luego se mezcla con amigos, cosa que antes no tenía, y cambia. Más tarde llegó mi obra maestra, cuando le hice perder el ojo... Tuve que venir a Buenos Aires desde Europa, porque el público, simplemente, estaba dispuesto a lincharme y descuartizarme. Nippur había dejado de ser una historieta para los argentinos, era parte de su vida, y yo, el pergeñador, me había atrevido a hacerle eso a su héroe... Ya no había creador y criatura. Me mostraron pilas de cartas de gente enfadada. Yo pensé que se acostumbrarían, y al final se acostumbraron. Un tiempo después me escribían mujeres a la editorial para decirme que Nippur estaba muy sexy con parche, aunque poco antes me hubieran castrado por aquello”.

 

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