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Morten: una tragedia sudamericana

Un lugar y una época marcados por la crueldad, la avaricia y los abusos de hombres brutales.

22 de febrero de 2024. Iván de la Torre

Qué: Morten Autores: Robin Wood (guion); Carlos Pedrazzini (dibujos) Editorial: Columba Año: 1999 Páginas: 96 Precio: 1.200 pesos argentinos

Morten describe un lugar y una época (Latinoamérica, a comienzos del siglo XX) marcados por la crueldad, la avaricia y los abusos de hombres brutales, amorales e incultos que se enriquecieron explotando despiadadamente a los demás: «Caucheros, obrajeros, traficantes... podrían vivir como reyes en Buenos Aires, en Río de Janeiro o en Caracas. Levantan iglesias y catedrales, y dan millones como aportes. ¿Qué les cuesta? Las fortunas que hacen son delirantes. No saben cómo gastar el dinero... Han edificado la ópera de Manaos... han levantado palacios... Mandan sus camisas a ser lavadas y almidonadas en Londres. Esta noche están en la ópera. Verás las esposas con abrigos de pieles sudando en el calor y los caucheros sufriendo con sombreros de copas y zapatos ajustados. Es casi cómico... hasta que piensas en esos cadáveres que pasan flotando corriente abajo hora tras hora... Muertos de fiebre, de hambre, de machete y de bala... son esos cadáveres los que han pagado por la ópera...»

Con Morten, Wood vuelve a su gran, eterna obsesión, el tema que funciona como eje de toda su obra desde la inicial Nippur de Lagash: las personas que abusan de los demás amparados en la impunidad que les da su poder:

«Sombrero blanco: Creo que prohibiré esos coches... No son civilizados... excepto el mío, claro...

Bautista: Este... Tal vez sea una medida extrema, señor...

Sombrero  blanco: ¿Quién es el alcalde aquí, Bautista? Yo, ¿verdad? O sea que yo hago las leyes, ¿verdad? Y las leyes se hacen para beneficio de la comunidad. ¡Y la comunidad hace lo que yo diga, caracho!».

Morten recuerda al viejo oeste norteamericano, con hombres todopoderosos imponiendo su voluntad sobre una población embrutecida y envilecida, tan acostumbrada a soportar abusos que ni siquiera discute las medidas arbitrarias que se les imponen desde el poder:

«El 'Sombrero Blanco' anda juntando esclavos para los caucheros. Todos andan asustados. Cualquier excusa es buena para ser arrestado. Ser un vago, ser un indio, ser un mestizo o mulato o extranjero o simplemente cruzarte con el comisario en la calle. El 'Sombrero Blanco' necesita dinero».

 

«Campesino: Las minas están allí arriba. Se trabaja sin parar. No podemos cultivar ni cuidar de las majadas. Nos quieren en las minas.

Morten: ¿Y si no van?

Campesino: Nos matan, señor. Al menos en las minas se muere despacio. Nadie tiene apuro en morir, ¿verdad, señor?»

 

En ese mundo terrible donde, como reflexiona el protagonista de la historia, «nadie necesita razones para volverse loco. Todos lo estamos... y no un poco...», solo la esperanza permite sobrevivir (un tema al que Robin volverá en Los caballos de Carmanda, el hermoso unitario incluido en Un día, un siglo sobre soldados franceses prisioneros en un campo de concentración vietnamita):

«Pecado Original: Hay mucho dinero en los campos mineros, Morten. Te aguantas un año y puedes volver a la costa, abrir un bar, un restaurante o una tienda y descansar el resto de tu vida.

Morten: He oído esa historia cien veces, Pecado Original. Con los caucheros, con los tabacaleros, con los obrajeros... Cada año es una cosecha diferente.

Pecado Original: ¿Qué quieres? Nadie se interesa en vivir en la realidad».

Esta impecable e implacable novela gráfica muestra la completa degradación del ser humano, desde los mineros que intentan violar una niña («¿Por qué te arriesgas por ella, Morten? Es solo una india estúpida y sin destino») a los campesinos que torturan a la hija del hombre que descubrió un tesoro hasta volverla calculadoramente loca: «No hablaré nunca... pero cada vez que uno de ustedes muera, daré una moneda de oro al pueblo... y desde entonces cada muerte de oro es premiada. El pueblo vive de las monedas de oro... A veces algunas muertes son extrañas... especialmente cuando comienza el hambre... pero no interesa. Una muerte, una moneda. Claro que el número de habitantes disminuye... Hay muchas muertes... Tal vez un día no tenga que gastar más monedas».

En ese escenario brutal y muchas veces incomprensible, donde conviven y se mezclan la locura y el utilitarismo más vil, Morten, el enigmático hombre alto y rubio, de eterno traje blanco y revolver en la cintura, cuestiona el statu-quo y a todas las personas que explotan a los demás (desde el comerciante que remarca los precios hasta el cauchero que secuestra personas y las hace trabajar hasta la muerte en sus plantaciones), con una mezcla de pragmatismo y principios:

«Morten: ¿Tu mujer?

Amador: Sí. La llevo de vuelta a nuestro pueblo a que vea a su familia. Después la mataré.

Morten: ¿La matarás?

Amador: Sí. Nos casamos hace dos años. Soy tigrero y paso mucho tiempo en la selva. Un día, cuando volví ella se había ido con otro hombre. Los seguí hasta Belem y allí los alcancé. A él lo maté. Ella me pidió que le permitiera decir adiós a su familia. Me pareció razonable.

Morten: Podrías dejarla vivir.

Amador: No. No debió irse con ese hombre. Estuvo mal.»

 

«Morten: He venido a sacarte de aquí. Tus hermanos están con la Madre Mayor. Ahora faltas tú.

Niña: Nunca saldremos de aquí. Sólo está el río. Y en el río están los 'capangas'. No. Me volveré loca aquí y luego me enviarán al Rio Das Mortes y allí me volveré muerta.

Morten: Sólo se muere el que se mete en su tumba. Si quieres morir de verdad dímelo y te pegaré un tiro. ¿Es eso lo que quieres?».

 

El misterioso y lacónico Morten es la reencarnación de don Quijote, un hombre consciente de la completa inutilidad de su lucha, pero decidido, pese a todo y todos, a seguir con ella, un detalle que el propio Robin remarca en un texto de esta serie que podría aplicarse a cualquiera de sus grandes personajes, de Nippur de Lagash y Big Norman a Savarese, Mojado o Dago: «Cuentan las viejas leyendas de aquel hidalgo, puro huesos y fantasías, loco de buena locura y soñador de sueños imposibles.  Cuentan de su torpe cabalgata y de su torpe cruzada y de su fracaso terco y de su aún más terca esperanza... Ay, caballero lamentable... Tantos molinos de viento... Tanto gigante de fantasía... Tanta batalla inútil...»

 

Comentarios en estandarte- 1

1 | Luz María Mikanos 02-10-2023 - 02:00:59 h
Mucho el mundo no ha cambiado, sigue esa rueda de cruel y brutal desigualdad. Las pieles pasaron a ser sintéticas, pero lo q no se va en pieles se va en exhuberancias tiranicas!