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La vida y obra de Iris Murdoch
Filósofa y escritora, imprimió a sus novelas sus inquietudes morales.
12 de noviembre de 2024. Estandarte.com
Qué: Biografía de Iris Murdoch
Harold Bloom incluyó a Iris Murdoch (Dublín, 1919-Oxford, 1999) en su Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares. Bloom empezaba su texto declarándose un lector voraz e insomne de la autora irlandesa, pero, sin embargo, en su perfil subrayaba carencias como que, para él, muchos de sus personajes no eran convincentes.
¿Por qué, entonces, colocó su nombre en el mismo volumen que recogía los de Shakespeare, T.S. Eliot o Cervantes? Quizás porque, a pesar de que –según el crítico– se preocupaba demasiado por la búsqueda de la bondad humana, tenía “poderes sobrenaturales y demoníacos”.
Esos poderes hicieron que en los años ochenta fuera considerada la mujer más brillante de Inglaterra, le depararon la capacidad para crear una obra ingente que reúne novela, poesía, ensayo…, por la que obtuvo numerosos premios, y la satisfacción de que muchos de los que se acercan a su obra, como le ocurrió a Bloom, se convierten en lectores voraces e insomnes.
Esto último es un logro valiosísimo para alguien que al ser preguntada por el efecto que le gustaría que tuvieran sus libros contestó: “Me gustaría que la gente disfrutara leyéndolos. Una novela amena es un regalo para la humanidad, proporciona una ocupación inocente. Cualquier novela aparta a la gente de sus problemas y de la televisión, puede que incluso le mueva a reflexionar sobre la vida humana, los personajes, la moralidad. Así que me gustaría que la gente pudiera leerlas y también que las entendieran, claro, […] la literatura es para disfrutarla, para verse arrebatado por el placer”.
Iris Murdoch nació en Dublín el 15 de julio de 1919, pero muy pronto se mudó con su familia a Londres. Para sus padres su educación fue una cuestión primordial. Estudió en escuelas progresistas: primero en la Froebel Demonstration School de Londres y luego en la Badminton School de Bristol. Con diecinueve años se matriculó en el Somerville College de Oxford para estudiar el equivalente a lo que hoy es Filología Clásica, Historia Antigua y Filosofía.
En esa época, en la que reconoció que estaba ávida de movimiento, acrobacia y ruido, coincidió con otras grandes pensadoras como Mary Midgley, Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, y entre sus profesores estuvieron Eduard Fraenkel y Donald M. MacKinnon. Fue también la etapa de su breve militancia en el partido comunista. Se graduó con honores en 1942.
Durante la guerra, trabajó para las Naciones Unidas en la UNRRA una institución dedicada a ayudar a refugiados y desplazados. Mientras se encontraba en Bruselas, colaborando para ese organismo, conoció a Jean Paul Sartre, a quien admiró y dedicó su primer libro, Sartre, un racionalista romántico, publicado en 1953.
Finalizada la guerra, cursó el posgrado de Filosofía en Cambridge. Allí entró en contacto con círculo de Wittgenstein. Según cuenta Andreu Jaume en el prólogo de La soberanía del bien (libro que reúne tres conferencias impartidas por Murdoch, publicado en 1970 y recuperado por Taurus en 2019): “Durante toda su vida, Iris Murdoch se sintió a la vez fascinada y repelida por la figura y el pensamiento de Wittgenstein, a quien no dejó de tener en cuenta”.
Tenía un don especial para contagiarse del espíritu de aquellos con los que se relacionaba, así lo reconocía Elias Canetti (Nobel de Literatura en 1981), del que fue amante durante mucho tiempo y que terminó despreciándola.
Su relación sentimental con Canetti comenzó antes de que Murdoch se casara con John Bayley en 1956 y prosiguió después. Canetti no fue su único amante, el erotismo, el sexo y la admiración intelectual se mezclaban en las relaciones, con hombres y mujeres, de Murdoch.
Entre 1948 y 1963 impartió clases como profesora de Filosofía en Oxford en St Anne’s College. Fue entonces cuando publicó su primera novela, Bajo la red, en 1954 –editada en castellano por Impedimenta en 2018–. El libro tuvo una gran aceptación y marcó el comienzo de una carrera literaria de una fecundidad increíble con títulos como El castillo de arena (1957), El sueño de Bruno (1968), El príncipe negro (1973) o El mar, el mar (1978), con la que consiguió el prestigioso premio Booker. Publicó 26 novelas, pero no dejó jamás de lado la filosofía: seguía estudiando y seguía escribiendo sobre filosofía (El fuego y el sol. Por qué Platón desterró a los artistas(1977) o La soberanía del bien…) y dejaba que su pensamiento inundara, sin condicionar ni el lenguaje ni la estructura, su narrativa. Esas tramas rocambolescas que giran las más de las veces en torno al amor y el enamoramiento sirven para explorar la moralidad de los personajes, para resolver dilemas.
Murdoch tuvo la inteligencia y el talento de abordar problemas morales profundos como el bien y su vulnerabilidad o la búsqueda y la percepción de la realidad de forma desinhibida, alegre, fresca, ingeniosa y cercana con un gran sentido de la teatralidad, construida bajo la sombra del modelo que encontraba en las obras de Shakespeare.
Además de por Shakespeare, se declaraba influenciada por Homero, Tolstói, Dostoievski y Proust, y dijo que una buena definición para ella sería la de una wittgensteniana neoplatónica.
Escribía, daba conferencias, participaba en charlas con otros escritores y filósofos, viajaba presentando sus libros... En 1995, en uno de esos encuentros –en esa ocasión en Israel– se quedó bloqueada. No pudo contestar a la pregunta que le habían formulado. Esos episodios, o parecidos, se fueron repitiendo. Iris Murdoch tenía Alzheimer.
Murió el 8 de febrero de 1999. John Bayley cuidó de ella hasta el final y recogió en Elegía a Iris, publicado el mismo año de la muerte de la escritora y filósofa, las memorias de su convivencia, sobre todo –pero no solo– en el transcurso de la enfermedad. No fue el único libro que escribió sobre ella. Basada en él y en Iris y sus amigos (que su viudo publicó en 2000) se rodó la película Iris, dirigida por Richard Eyre y en la que Kate Winslet y Judi Dench interpretan a Murdoch de joven y de mayor, respectivamente.
Más allá del personaje (y del morbo que pueda despertar), está una grandísima autora, experta en el amor, sagaz, imaginativa, creadora de excelentes diálogos y de tramas que revelan su vocación de filósofa de la moral.
En los catálogos de editoriales como Impedimenta, Lumen, Siruela o Taurus se pueden encontrar algunos de sus libros traducidos al castellano y con interesantes estudios como el ya citado de Andreu Jaume en La soberanía del bien (Taurus), el de Rodrigo Fresán en El libro y la hermandad (Impedimenta) o el de Ignacio Echevarría para El unicornio (también Impedimenta).
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