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Un caballero en Moscú, de Amor Towles

Un aristócrata condenado a pasar el resto de su vida en un hotel.

18 de junio de 2021. Estandarte.com

Qué: Un caballero en Moscú Autor: Amor Towles Editorial: Salamandra Año: 2018 (de esta edición) Páginas: 512 Traducción: Gemma Rovira Ortega Precio: 24 € (papel), 17,99 € (eBook)

Un caballero en Moscú, de Amor TowlesEste libro comienza con un mapa de Moscú fechado hacia 1922 en el que se señala y se hace zoom sobre la plaza del Teatro. Allí se encuentra el teatro Metropol, el escenario de esta deliciosa novela en la que el escritor estadounidense Amor Towles (Boston, 1964) cuenta la vida del conde Aleksandr Ilich Rostov.

En 1922 el comité de emergencia del comisariado político de asuntos internos le condena a arresto domiciliario. Desde hacía cuatro años, el conde residía en el Metropol, por lo que era allí donde debía cumplir la condena. Pero, por supuesto, no en la lujosa suite que ocupaba.

El humor sutil del acta de ese juicio se deslizará por todo el libro, que acompaña al aristócrata durante más de treinta años desde que, con poco más de treinta, conoció la sentencia, regresó al hotel y escogió qué muebles y enseres subiría a la diminuta habitación del desván que le adjudicaron en ese traslado obligatorio.

Towles ha creado un personaje inteligente, con una educación y unos modales exquisitos, amante del buen comer y del buen beber, gran lector, cinéfilo y melómano, capaz de aclimatarse a su nueva situación y hacer de ella una existencia agradable e interesante, como lo es la lectura del libro.

Tras la sentencia, su vida cambia radicalmente, tanto como la de su país. En su compañía y en la de aquellos que, para bien o para mal, le rodean en el hotel, el lector va conociendo esa nueva Rusia en contraste con los recuerdos aristocráticos y cosmopolitas del protagonista. A veces las diferencias no son tales y el conde vislumbra detalles –por ejemplo, en relaciones jerárquicas y de poder– que le recuerdan a lo ya vivido y ahora rechazado por los mismos que, sin ser conscientes, sucumben en ellos.

Se cruzan por estas páginas personajes históricos, que se mezclan con los ficticios; se dibujan escenas que, aunque imaginadas, se basan en situaciones reales, como la imposición de determinadas penas. Y con la misma riqueza narrativa que lleva a veces a interpelar directamente al lector, en otras se expande en contextualizaciones históricas y sociales en jugosos pies de página.

Gracias a Rostov, por estas páginas recordamos la retirada de Napoleón y de los nazis de Rusia, recuperamos a los grandes de la literatura rusa del XIX, escuchamos música de Chaikovski o saboreamos caviar ruso.

El autor se detiene y deleita en minuciosas descripciones que contagian el espíritu hedonista del conde –hay pasajes sobre la comida o sobre piezas musicales memorables–, y al mismo tiempo es capaz de hilvanar una trama de intriga, casi detectivesca. Igual que deja pistas que más tarde –al cabo de unas cuantas páginas o capítulos– cerrarán círculos, despliega profundas reflexiones de esas que merece la pena rumiar, como cuando habla sobre la dignidad o el exilio interior.

Y todo, como decíamos al principio, dejando sitio al humor, la ironía y el sarcasmo, especialmente apreciable en la relación del conde con algunos personajes.

Son estas, las relaciones personales, las que dan vida a la novela y las que mejor retratan a su protagonista. Desde las conversaciones con su amigo más antiguo –el poeta–, a sus aventuras de espionaje acompañando a una niña que explora el hotel; sus encontronazos con el director del hotel o su camaradería con el chef y el maître, entre otras amistades, complicidades y afectos.

Todas ellas van tejiendo una historia que desborda los muros del hotel y que, con delicadeza, engancha al lector. Un caballero en Moscú es una gran novela, una de esas cuya lectura no se quiere terminar, aunque siempre queda el consuelo de poder volver sobre ella: por mucho que se conozca el desenlace, el camino es tan generoso y placentero que merece la pena recorrerlo de nuevo.

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