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Pablo Neruda, vida y obra
Un poeta imprescindible, inabarcable, lleno de fuerza y pasión.
29 de octubre de 2024. Estandarte.com
Qué: biografía de Pablo Neruda
Pensar, leer su poesía, escuchar su voz al recitar o recorrer su vida es todo un feliz ejercicio que nos traslada a la belleza de la palabra, a la pasión, a la intensidad, al desbordamiento vital, al compromiso, a la amistad.
Descubrimos en Pablo Neruda grandes amores, anhelos, aspiraciones, inquietudes, deseos, recuerdos; pero entramos también en un espacio de luces y sombras, un retrato negativo del desinterés, el abandono, el egoísmo o el abuso y la violencia sobre algunas mujeres.
Un poso oscuro que está ahí, que acompañará a la persona, pero que no empequeñece una de las obras poéticas más grandes de la literatura en lengua española.
Ricardo Eliecer Neftalí Reyes (1904-1973) o Pablo Neruda –nombre que adoptó en homenaje al poeta checo Jan Neruda–, nació en la localidad chilena de Parral. Su madre, Rosa Basoalto, murió al mes de su nacimiento; su padre, ferroviario, se trasladó dos años después a Temuco y volvió a casarse con Trinidad Candia.
Allí, en medio del campo, los olores de la lluvia, el verde de la hierba, caminos embarrados, piedras para sortear el agua, en esa tierra de fervor araucano pasó su infancia y juventud. Allí y gracias a Gabriela Mistral, directora del Liceo Femenino, se acercó a la literatura y descubrió a los grandes escritores rusos que le acompañarían toda la vida.
Lee mucho y escribe en diarios y revistas; publica sus primeras poesías y obtiene, en 1920, el primer premio en la fiesta de la primavera de Temuco. Un año después se traslada a Santiago, donde estudia para profesor de francés. Pronto se integra en los círculos literarios y colabora en la revista de la Federación de Estudiantes, Claridad; también publica Crepusculario, y diversos poemas que, en 1924, serán incluidos en esa maravilla amorosa y nostálgica obra que llamó Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de la que no podemos resistirnos a recordar los siguientes versos: «A nadie te pareces desde que yo te amo. / Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas. / Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur? / Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías».
Estudiante, bohemio y siempre poeta, Neruda inició una carrera diplomática, que lo llevó a recorrer medio mundo en su calidad de cónsul: Birmania, Ceilán, Batavia, Singapur, Buenos Aires –donde encuentra a García Lorca–, Barcelona, Madrid, París… Tanto ir y venir le conduce a conocer a personajes clave de aquellos años: Paul Elouard, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Louis Aragon, Iliá Ehrenburg, César Vallejo, Octavio Paz o Vicente Huidobro.
El movimiento continuo (es casi imposible plasmar el largo recorrido de sus viajes y actividades), el conocimiento de otras sociedades y las amistades le abren los ojos a unas realidades con las que se siente implicado, en las que se afana y compagina con versos y activas colaboraciones en revistas.
Fecha crucial en su devenir político fue la guerra civil española que le llevó a implicarse aún más y le impulsó a militar en el partido comunista, al que perteneció hasta el final de su vida en 1973, pocos días después de la muerte de Salvador Allende –con el que siempre estuvo unido–, que marcó el final del gobierno progresista chileno.
Si Veinte poemas de amor y una canción desesperada fue un canto de amor juvenil, sus siguientes obras van mostrando su evolución y capacidad para tomar lo mejor de cada movimiento literario y para dar suelta a un enorme potencial que vuelca en brillantes imágenes como las que retrata en Residencia en la tierra (1933-1935), donde traslada la amargura del hombre sumergido en un mundo caótico. Un libro profundo, difícil, que sitúa a Neruda –junto a César Vallejo– en la cumbre del vanguardismo, con versos que despiertan en el lector la necesidad de seguir leyendo para descubrir el mensaje, pesimista, que quiere transmitir: «Si me preguntáis en dónde he estado / debo decir ‘Sucede’. / Debo hablar del suelo que oscurecen las piedras, /del río que durando se destruye: /no sé sino las cosas que los pájaros pierden / el mar dejado atrás, o mi hermana llorando. /¿Por qué tantas regiones, por qué un día /se junta con un día? ¿Por qué una negra noche /se acumula en la boca? ¿Por qué los muertos?»
Y llega Tercera residencia (1935-45), un clarísimo giro al compromiso, a su fe en el marxismo, con cantos políticos y esperanzadores; un volumen donde se puede leer también el poemario España en el corazón, escrito en apoyo a la República. Mas tarde, en 1950, aparece Canto general, un proyecto ambicioso, volcado en las tierras de América, su historia, su pueblo… Es un poema épico, vibrante, combativo, con un lenguaje a veces directo y a veces grandioso y deslumbrante. En estos años es fácil encontrar mayor sencillez y claridad en la expresión como se observa en Los versos del capitán(1952) y en las Odas elementales (1954-57), un homenaje a la sencillez de las cosas y los sentimientos como el pan, la madre, la alegría o la esperanza.
Fue la suya una obra enorme (aquí solo están reseñadas las más significativas), una danza de poesías sociales embridadas con el mundo de aquellos años de lucha, y poesías de amor, personales de las que destacamos en estos años Cien sonetos de amor (1959) dedicados a su tercera mujer, Matilde Urrutia (antes estuvo casado con María Antonieta Hagenaar con la que tuvo una hija que murió de hidrocefalia, y Delia del Carril). Unos sonetos divididos en cuatro partes: mañana, mediodía, tarde y noche, que cantan la evolución del amor y la vida a media que trascurre el día. Recordamos, aquí, el soneto número cien:
En medio de la tierra apartaré
las esmeraldas para divisarte
y tú estarás copiando las espigas
con una pluma de agua mensajera.
Qué mundo! Qué profundo perejil!
Qué nave navegando en la dulzura!
Y tú tal vez y yo tal vez topacio!
Ya no habrá división en las campanas.
Ya no habrá sino todo el aire libre,
las manzanas llevadas por el viento,
el suculento libro en la enramada,
y allí donde respiran los claveles
fundaremos un traje que resista
la eternidad de un beso victorioso.
La poesía fue su vida; la vida fue su motivación; el amor, su guía; la lucha, su esperanza; la palabra, su arma. Sus memorias, de significativo título, Confieso que he vivido, son el espejo de un personaje que, con esas luces y sombras comentadas al principio, se dejó envolver por todo lo que el mundo le ofrecía.
Cuando evoca su vocación, se remonta a las reivindicaciones estudiantiles en las que participó, en las que da fe de las dos almas de su escritura: «Desde aquella época y con sus intermitencias, se mezcló la política en mi poesía y en mi vida. No era posible cerrar la puerta a la calle, dentro de mis poemas, así como no era posible tampoco cerrar la puerta al amor, a la vida, a la alegría o la tristeza en mi corazón de joven poeta».
Tras su muerte el 23 de septiembre de 1973, su cuerpo fue enterrado en el mausoleo de una familia amiga, después sus restos se trasladaron a un nicho del módulo México hasta que, al fin, en 1992, fueron exhumado junto a los de Matilde Urrutia y enterrados en el patio de su casa en Isla Negra.
Pablo Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971, así como el Premio Nacional de Literatura de Chile (1945), el Premio Lenin de la Paz (1953) y la Orden El Sol del Perú (1966).
Comentarios en estandarte- 2
1 | Enrique
21-12-2023 - 19:17:52 h
Estimados señores: Estoy tratando de hacer la genealogía de don Pablo Neruda, pero he avanzado muy poco, para ello necesito la ayuda de ustedes. No he podido encontrar familiares desde sus padres (los tengo) a la fecha de hoy. Lo que sí tengo es, no sé si es sobrino nieto o directamente sobrino, se trata de Ricardo Reyes, (no tengo el segundo apellido) año de nacimiento 1946 quien fuera mi compañero en la educación primaria y lamentablemente no lo he podido ubicar. Agradeceré infinitamente poder contar con ustedes y poder cumplir con mi cometido.
Les saluda cordialmente
2 | Luz María Mikanos
08-03-2024 - 03:02:45 h
Muy buen artículo,!