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Un hombre decente, de John le Carré
Una nueva novela de espías del gran maestro de este apasionante género.
28 de marzo de 2021. Estandarte.com
Qué: Un hombre decente Autor: John le Carré Editorial: Planeta Editorial Año: 2019 Páginas: 368 Traducción: Benito Gómez Ibáñez Precio: 21,50€
“Nuestro encuentro no estaba planeado. Ni por mí, ni por Ed ni por ninguno de los que presuntamente le tiraban de los hilos. Yo no estaba en el punto de mira. Ed tampoco. No éramos objeto de vigilancia, ni encubierta ni directa. Me lanzó un desafío deportivo. Lo acepté. Jugamos. No hubo premeditación, connivencia ni complicidad. Hay en mi vida acontecimientos –pocos en los últimos tiempos, cierto es– que sólo admiten una versión. Nuestra reunión es uno de ellos. Mi relato de los hechos no ha variado un ápice en todas las ocasiones en que me han obligado a repetirlo”.
¿Quién es Ed?, ¿quién es el narrador?, ¿por qué afirma que su relato será siempre el mismo, sin la mínima variación? Ya desde este primer párrafo la intriga domina la lectura, empuja a continuar para descubrir los tejemanejes que mueven la acción de todos y cada uno de sus protagonistas; de esos, muchas veces, tortuosos personajes que se mueven en un mundo doble, subterráneo, de falsas apariencias… En fin, un mundo, el de los espías, que John le Carré (Poole, Dorset, Reino Unido, 1931) conoce –no en vano trabajó para el MI5 y el MI6– como pocos. Suyos son personajes tan emblemáticos como Smiley y Karla, representantes de dos mundos, el occidental y el soviético durante los años la guerra fría y suyas son todas esas novelas magistrales, turbias, que respiran el aire de una época ya lejana: El topo, El honorable colegial, El espía que surgió del frío, La gente de Smiley o Asesinato de calidad; y las que se trasladan a años y conflictos posteriores: El jardinero fiel, La chica del tambor, Una verdad delicada, Amigos absolutas o, este último, Un hombre decente, que acaba de publicar la editorial Planeta.
En Un hombre decente, Le Carré, saca a la luz, con evidente enfado y preocupación, la hecatombe que para él supone el brexit, la política de Boris Johnson, las artimañas de Putin o la inestabilidad que provoca Donald Trump. Y para completar la negatividad del momento, ese sentido de superioridad de las islas sobre el resto del mundo que el autor critica ásperamente por boca de uno de los personajes, un ruso formado por la KGB, captado por el servicio secreto británico “–Os largais de Europa, le dice al narrador, mirando a todo el mundo por encima del hombro. ‘Somos especiales. Somos británicos. No necesitamos a Europa. Hemos ganado todas las guerras nosotros solos. Ni americanos, ni rusos, ni nadie. Somos superhombres.’…”
En esa línea, se mueve esta novela en la que Nat, un veterano agente de los servicios secretos del Reino Unido, se presenta al lector como si de un expediente oficial se tratase, detallando nombre, padres, edad, lugar de nacimiento, orientación sexual, detalles físicos y destacando en cursiva los aspectos de su personalidad que según su expediente lo definen como agente: arquetipo británico, hombre de mundo, tosco encanto, de fluida y convincente argumentación, sin escrúpulos morales insuperables, carácter desenfadado y cordial que invita a la confianza, obstinado y no siempre dispuesto a acatar la disciplina, lo que es tanto un defecto como una virtud.
Y es su carácter cordial y su afición al bádminton lo que crea un vínculo de amistad con Ned, un joven introspectivo y solitario, un idealista, descontento con su trabajo que detesta el brexit, que se siente firmemente europeo y que no puede soportar la deriva de la política actual.
Las conversaciones después de cada partido sirven de urdimbre para introducirnos en las intrigas del espionaje, para conocer a personajes cercanos a Nat como Prue, su mujer, una abogada progresista que siempre estará a su lado pase lo que pase; Steff, su hija, una joven de reacciones imprevisibles, defraudada cuando conoce el auténtico trabajo de su padre (experiencia que también vivió el escritor); y a personajes de su vida oculta como Florence, miembro de su equipo, otra idealista que trata de desentrañar las oscuras artimañas de un oligarca ucraniano; Moira, de Recursos Humanos; Bryn Sykes-Jordan, director vitalicio del Departamento Rusia, o Dominic Trench, jefe de General Londres.
Y son conversaciones que van paralelas a la actividad de los personajes que moldean su visión y los encaminan –entre encuentros, acercamientos, reuniones secretas, informes cifrados, seguimientos, escuchas y diatribas de Ned– a un final lógico, pero al tiempo inesperado y sorpresivo. No es cuestión de desvelar nada: esta es una novela de intriga y la tensión, como manda la norma, se mantiene y debe mantenerse hasta el último punto.
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