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La víspera de casi todo, de Víctor del Árbol

Los animales heridos inspiran compasión pero son peligrosos, el dolor los enloquece y es mejor dejarlos en paz.

14 de abril de 2024. Mariola Díaz-Cano Arévalo

Qué: La víspera de casi todo Autor: Víctor del Árbol Editorial: Booket Año: 2017 Páginas: 416 Precio: 12 €

Los animales heridos inspiran compasión pero son peligrosos, el dolor los enloquece y es mejor dejarlos en paz. Pero no podemos evitar acercarnos a ellos.

Posiblemente esta frase resume la obra general de Víctor del Árbol, o mejor dicho, una palabra en concreto: dolor, un dolor en sus personajes que impregna su alrededor o a quienes se les acercan o tienen al lado. Dolor en todo lo que hacen o dicen porque es el motivo por el que actúan o se comunican. En esta víspera de casi todo no iba a ser menos.

La sinopsis de la novela es esta: Germinal Ibarra es un policía desencantado perseguido por los rumores y su conciencia. Trabaja en una comisaría de La Coruña, donde pidió el traslado después de que la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda lo convirtiera en el héroe que él nunca quiso ni sintió ser. Pero el refugio y anonimato que Germinal creía haber conseguido desaparecen cuando una noche lo llama una mujer ingresada en el hospital con contusiones producto de una gran violencia sufrida. 

Por otra parte, está Paola, una misteriosa mujer que trata de huir de sus propios fantasmas, llega al lugar más recóndito de la costa gallega donde se hospeda en casa de Dolores, una mujer de alma sensible y torturada, que acaba acogiéndola sin hacer preguntas.

Y las dos historias se entrecruzan en el tiempo.

Del Árbol mueve la acción principal entre tiempos (recurso frecuente en sus libros) esta vez no muy lejanos, solo un periodo de días. Para diferenciarlos, y como es tendencia últimamente entre escritores de todas las nacionalidades, usa el presente para acercarnos de pleno a los hechos del momento y el pasado para contar los retrospectivos que terminan confluyendo en ese presente. 

También se remonta a épocas significativas asimismo por ese dolor, como el periodo de la dictadura argentina. Y todo termina resumiéndose en cómo el paso del tiempo lo matiza, cambia, transforma, alivia o aumenta en esos personajes. 

Todos han sufrido una tragedia que intentan canalizar como pueden —o directamente no pueden—. Y Del Árbol no les deja ni la más mínima rendija en la puerta más estrecha o pequeña por la que huir del sufrimiento que les produjo o les sigue produciendo.

Como lector se alberga una esperanza (algo inevitable), quieres llegar hasta el final para ver si por lo menos se suaviza alguna de esas existencias atormentadas. Pero…

Sin duda la experiencia personal del escritor con el lado más oscuro (o golpeado por la oscuridad) de la naturaleza humana le da la capacidad de recrearlo, analizarlo y narrarlo con un también muy personal y magnífico talento mostrado en una prosa rica y llena de figuras. El dolor como enorme y muy bella metáfora, casi hecho poesía. Para remate, tenemos el elemento sobrenatural, algo que no sorprende y puede integrarse bien.

Sin embargo, por poner dos peros: uno, los muy adultos diálogos con un estilo difícil de atribuir a dos personajes poco más que adolescentes; y dos, el dolor se hace demasiado intenso y, pese al gusto por los grandes dramas que se pueda tener, quizás termina abrumando y pasando por encima de los personajes. La sensación es que sufres demasiado, que ya sabes que la vida puede ser un infierno hasta límites insospechados, pero tanto y con todos... No han tenido ni un respiro, ni el lector tampoco, y se acaba con demasiado paliza emocional y pidiendo un poco de felicidad o, al menos, alivio.

No obstante, esa prosa tan extraordinaria perdona a uno de los mejores narradores patrios que hay.

 

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