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Drácula: Robin Wood y Alberto Salinas recrean al hombre real detrás del mito

Un aristócrata obsesionado con reconquistar y mantener el trono que le quitaron a su padre.

22 de septiembre de 2024. Iván de la Torre

Qué: Drácula Autores: Robin Wood (guion); Alberto Salinas (dibujos) Editorial: Planeta DeAgostini Año: 2012 Páginas: 128 Precio: 15 €

Por primera vez, Robin eligió como protagonista de su obra a un hombre que representa la exacta contracara de sus tradicionales antihéroes, hombres como Nippur, Savarese, Big Norman, Dago o Morten, a quienes no les interesa el poder, la riqueza ni los honores. 

A diferencia de ellos, el príncipe transilvano Vlad Tepes es un aristócrata obsesionado con reconquistar y mantener, a cualquier precio, el trono que los boyardos le quitaron a su padre.

La novela gráfica comienza con el propio Vlad relatando su historia a un aterrorizado escribiente: «Tú escribirás con tinta, hombrecito, lo que yo escribí con sangre. Tú escribirás sobre pergaminos, lo que yo escribí sobre las naciones. Tú relatarás en palabras, los hechos que hicieron temblar en sus palacios a los reyes cristianos y al sultán. Mira. Todos duermen. Hasta los bosques guardan silencio. Solo yo estoy despierto. Yo no necesito el sueño. No necesito del descanso. Yo soy el guardián de esta tierra y debo estar alerta. Soy su amo y su esclavo al mismo tiempo. Me pertenece y le pertenezco. Soy Drácula, príncipe de Valaquia. Algunos me han amado. Muchos me han temido. Mi sombra trajo siempre el terror. Yo lo sembré, lo creé y me nutrí de él. Enseñé a todos que mi nombre quemaría los labios del que lo pronunciara. Prefiero eso. El amor es debilidad, y yo carezco de debilidad humanas, excepto la soberbia. Mis enemigos lo saben y me temen. Mis amigos también lo saben y también me temen. Mi historia es casi desconocida y lo poco que se conoce de ella ha sido desvirtuado y mutilado».

Odiado por los musulmanes y bendecido por el Papa, que lo nombró “campeón de la cristiandad”, el Drácula de Robin es una mezcla de héroe y villano, un guerrero intrigante, implacable, despiadado, astuto, imprevisible y cruel Es un zorro. Se ha aliado con todos y contra todos. Juró fidelidad al emperador de Alemania, a Francisco de Francia, al Sultán, al demonio y a Alá. Traicionó a todos y a cada uno de ellos según su conveniencia. Mintió, asesinó y volvió a comenzar una y otra vez») pero también un monarca decidido a vengarse de los boyardos, los turcos, los húngaros y los germanos que, a lo largo de las décadas, conquistaron Transilvania y la explotaron sin piedad, humillando a sus habitantes:

«¿Mis enemigos? Las ciudades germanas que nos colonizan y engordan con nuestra sangre. Los germanos vinieron. Ah, sí, como lobos, sintiéndose superiores a nosotros, despreciándonos... Y levantaron sus ciudades en Valaquia, en Transilvania, en Moldavia. Se enriquecieron y su arrogancia se volvió mayor. Hoy viven en nuestras tierras, poderosos tras sus murallas, desprecian nuestras leyes, nuestra lengua y nuestra raza. Pero el lobo alemán se ha vuelto cerdo. Y con ese cerdo yo haré tocino. Ellos vinieron como buitres, venían a medir mi cuerpo para preparar mi tumba».

«Desde hoy no pagaremos más impuestos a los turcos. No llegué al trono de Valaquia para convertir a mi tierra en una provincia de esclavos. No habrá más impuestos... y quedará prohibido el uso del turbante en todo el territorio».

«Boyardos. Siempre ellos. Hombrecitos mediocres. Por un título, por un castillo, por una ambición de hormiga nos hunden en la guerra y la debilidad».

Drácula marca el inicio de una trilogía completada por Morgan, el pirata y Los Borgia donde Robin, siempre con Alberto Salinas como dibujante, intenta entender, estudiando su vida, como estos tres hombres se convirtieron en verdaderos monstruos a los que la historia nunca pudo –o quiso– olvidar.

En este caso, Wood hace un retrato despiadado de Vlad Tepes, un personaje obligado a tomar decisiones terribles desde que era prácticamente un niño: «Todo comenzó cuando yo tenía catorce años y mi padre me mandó junto a otro hermano como rehenes de los turcos. Crecí entre los jenízaros que me enseñaron la brutalidad convertida en ciencia. Abrí los ojos y los oídos. Estaba lejos de mis bosques de Transilvania y mis montañas rumanas. No tenía quién me protegiera excepto yo mismo. Estaba solo contra el imperio más poderoso del mundo. Fueron años de vida en el desprecio. Yo era menos que un perro a ojos de los turcos. Pero aprendí todo de ellos, y no sólo la cruenta brutalidad del poder. Había cultura, arte, magnífica sabiduría en esa civilización exquisita. Aún no lo sabía entonces, pero mi mente ya funcionaba como la de un turco. Había crecido con ellos, bebido y comido y digerido su mentalidad. ¿Preguntaréis el secreto de mi fuerza y de mi furia? Puedo decíroslo sin vacilar: mi amor por mi tierra... Mi pasión por esos roquedales escabrosos y sus bosques sombríos y esos arroyos de hielo. Yo podía sentir palpitar su esencia, su gloria húmeda y su fertilidad de madre. Sus habitantes eran pasajeros, seres sin importancia. La tierra era eterna. La tierra era yo. Yo era Valaquia. Yo soñaba con esa Valaquia mía, sin germanos, ni húngaros, ni boyardos, ni turcos... Una Valaquia arropada a mi alrededor como una bandera de niebla y oro. Cuando asesinaron a mi padre y volví por mí trono me moví casi como una centella. No tenía casi hombres ni poder. Me puse en contacto con húngaros y transilvanos. Jugué con las ambiciones de todos. Intrigué, mentí y maté. Mi padre vaciló. Yo no. Yo aprendí de sus errores y no estaba dispuesto a repetirlos. Me llaman Vlad Tepes, el empalador, porque planté miles de estacas con hombres clavados en ellas. Amlas, Fábras: cualquier ciudad enemiga fue buena para empalar enemigos. Todos estaban atentos... Los húngaros... Los turcos... Los germanos... Los boyardos. Todos querían ver hasta dónde llegaba realmente mi poder y se los demostré».

Robin contó cómo se le ocurrió narrar la particular historia del verdadero Drácula: “Yo había leído la famosa novela de Bram Stoker, y un día leí una nota sobre el origen del nombre de Drácula, príncipe de Valaquia. Empecé a buscar documentación, visité Valaquia, el castillo de Drácula, hoy en día algo montado para los turistas, museos antiguos... y pensé que tenía que hacerlo. En esa época hacía Dago con Salinas, se lo propuse y aceptó. He hecho otras biografías, como mi versión de Merlín, con dibujos de Alcatena... Es el tipo de cosas que me gusta hacer”.

 

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