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Todo en vano, de Walter Kempowski

La trágica historia del éxodo de la Prusia Oriental al final de la Segunda Guerra Mundial.

25 de abril de 2023. Estandarte.com

Qué: Todo en vano Autor: Walter Kempowski Editorial: Libros del Asteroide Año: 2020 Páginas: 360 Traductor: Carlos Fortea Precio: 22,95 € (papel), 12,99 € (eBook)

Nos encontramos en Todo en vano ante un tema poco tratado en literatura, el de la evacuación de alemanes hacia zonas occidentales –que Christa Wolf también describió en August–, al que da voz Walter Kempowski (1929-2007).

Se trata de un relato revelador, tangible, de aquel desgraciado episodio, uno más, en el que cerca de dos millones de personas, habitantes de la Prusia Oriental, tierra encajada entre Rusia y Polonia, salieron hacia el oeste huyendo de las tropas rusas. Las enfermedades, los ataques aéreos, los rigores del clima y las enfermedades acabaron con la muerte de alrededor de 30 000 civiles.

Esa es la historia, ese es trauma colectivo, desconocido para muchos que vemos retratado en Todo en vano. Una novela que pone cara, nombres, sueños, aspiraciones o desgracias y que habla no de cifras sino de personas y relaciones imaginadas, pero no por eso menos reales.

Un éxodo terrible, marcado por el miedo, el cansancio, el frío, los encuentros, los reglamentos, la angustia, el hambre, la muerte, las amistades, enemistades, la picardía, la soledad…

La narración se mueve alrededor de la familia Von Globig, de su hacienda Georgenhof, de sus habitantes, del pueblo y sus principales vecinos, y de todos aquellos que en su lento camino hacia occidente en 1945 encuentran reposo y alimento en aquella inmensa casa. Podría ser una historia coral, pero también un relato individual del camino que sigue cada una de las personas que pueblan ese universo.

Kempowski hace un intenso retrato de cada uno de ellos, y con ese retrato está también hablando de un momento crucial, del miedo al avance del ejército ruso, del poder intimidatorio de los mandos nazis, que subraya con un Heil Hitler siempre que se acerca a ellos o a sus instituciones; de la picaresca –véase el capítulo dedicado al economista–; de los clandestinos, los desertores, los judíos; de las relaciones entre países vecinos; y también de las diferencias sociales, diferencias que desaparecerán en la huida, cuando todos sufran las mismas penalidades y aspiren a un mismo fin.

Con cada miembro de la familia dibuja una personalidad diferente, unas relaciones complicadas, que a veces rozan la indiferencia. Son personajes burbuja, ensimismados en sus íntimas preocupaciones.

Eberhard, el padre, un ausente de presencia casi constante, está en el frente, en Italia y vive los sucesos familiares desde la distancia. La madre, Katharina, es una mujer de gran belleza, triste (perdió una hija y conserva el cuarto de la niña intacto), vestida de negro, encerrada en su habitación, ausente de espíritu, distraída, sin interés, pero llena de recuerdos y ensoñaciones. Peter, el hijo, un chico imaginativo, carente de amigos, aferrado a su tren, a sus aviones, al catalejo con el que se asoma a la vida del pueblo y, sobre todo, a su microscopio del que no se separará en su largo camino hacia la tranquilidad. La tiita procede de Silesia y es el pilar de Georgenhof: ella vigila la casa, la despensa, a Katharina –sobre todo a ella–, al cochero, el polaco Vladimir, y a las criadas, Vera y Sonja. La tiita que ya había pasado por las penalidades de la Gran Guerra, sabía de dolor y huida, presentía, notaba en el aire lo que estaba a punto de ocurrir. Lo veía ella, lo veían todos desde las ventanas. Era el principio del fin:

Una lluvia de hielo, dura y fría, se filtraba entre los robles. ¡Y entonces vino la gran caravana! Primero tan solo un par de carros, solos, silenciosos, luego pegados, uno detrás de otro. Se los veía venir desde lejos, cruzando el puente, en fila interminable [...]. Columnas de vehículos que mantenían una cohesión férrea, señoríos feudales encabezados por un jefe de columna a caballo. En los carros habían escrito el nombre de su pueblo, para no perderse. Y también había vehículos sueltos, carromatos confortables y muy pobres, cargados hasta los topes, y aquí y allá incluso un coche con un bidón de gasolina detrás”.

Cada capítulo del libro va entretejiendo personas y vidas. Aparecen habitantes del pueblo como Sarkander, alcalde y amigo de la familia; el pastor Brahms; Drygalski, encargado de imponer el orden (Heil Hitler), o el doctor Wagner, maestro de escuela, profesor de Peter, por quien recorría ocho kilómetros al día con tal de mantener su educación.

Y junto a ellos todos los huidos, los refugiados, que durante un tiempo encuentran reposo y cobijo en Georgenhof. Por allí pasa un pintor, un músico, un prófugo judío, una violinista nazi, un manco, un aristócrata…, personajes variopintos elegidos para visibilizar a todos los que vivieron aquel éxodo.

Walter Kempowski, leemos en la contracubierta, es uno de los grandes autores alemanes de la segunda mitad del siglo XX. Inédito en español hasta este libro, nos llega a través de la traducción de Carlos Fortea con esta novela, que, según la sinopsis de Libros del Asteroide, es considerada un hito literario por la exploración de un periodo de la historia alemana largamente silenciado en la literatura de este país. “La rica panorámica de Kempowski retrata magistralmente, sin juicios y con rigor documental, el sufrimiento, las complicidades y las negaciones del pueblo alemán ante la caída del Tercer Reich”.

 

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