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Dos damas muy serias y Placeres sencillos

01 de agosto de 2011. Alan Queipo

La obra de Jane Bowles es realmente escasa. Tanto que, en tan sólo 416 páginas, la editorial Anagrama ha podido reunir su narrativa completa. Ésta se reduce a una novela, Dos damas muy serias y a una colección de relatos aunados bajo el título Placeres sencillos. Pese a lo exiguo de su obra, esta autora —bautizada como Jane Auer pero que adoptó el apellido de su marido, el conocido y también escritor Paul Bowles— ha merecido calificativos como “figura de culto” o “leyenda moderna”, éste último proveniente, ni más ni menos, de Truman Capote. Y es él quien se encarga del prólogo de esta edición que, sólo por la descripción que hace de la autora en página inicial, ya merece que nos arrodillemos mientras reconocemos que los grandes escritores lo son en novelas, prólogos y, suponemos, hasta en la lista de la compra.

Pero volvamos a Jane Bowles. Nació en Nueva York, en 1917, en el seno de una familia judía y empezó a escribir cuando era adolescente. Tras un tiempo en Suiza para recuperarse de una tuberculosis, regresó a Estados Unidos donde comenzó a frecuentar el ambiente cultural bohemio del Greenwich Village. Con 21 años, contrajo matrimonio con Paul Bowles a quien acompañó en sus viajes por medio mundo, hasta que se instalaron en Tánger, en 1947. Allí también inició una larga relación con una empleada doméstica marroquí que, según su marido, la estuvo envenenando durante años. Su mala salud se fue resintiendo por su afición al alcohol, hasta que sufrió un derrame cerebral en 1957 que le impidió prácticamente volver a leer y escribir, a pesar de los tratamientos para recuperarse que siguió en Inglaterra y Estados Unidos. Lo que no saben muchos es que falleció en nuestro país en 1973 y sus restos descansan en la ciudad de Málaga.

Tenía sólo 24 años cuando publicó Dos damas muy serias. Se trata de una historia avanzada a su tiempo, con dos mujeres de orígenes muy dispares como protagonistas absolutas, en busca de la identidad personal y la independencia. Destaca no sólo por el hallazgo de estos personajes particulares que traza con asombrosa maestría, sino también por la estructura y el estilo de la narración pulcro y descarnado, con velados toques de amargo humor. Respecto a los relatos que componen Placeres sencillos, el que abre la antología y de mismo título, habla de las relaciones humanas, de la falta de comunicación, la soledad, la pérdida y el abandono a través de una sencilla trama de final impactante. Es quizá uno de los mejores. A Capote el que más le gustaba era Camp Cataract, que guarda ciertas similitudes temáticas con Dos damas muy serias y que más que un relato es una nouvelle o novelita corta. Y curiosísima es Una pareja quisquillosa, un texto teatral para marionetas.

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