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Tokoyo Monogatari: fábulas de terror japonesas contadas por dos maestros argentinos del tebeo

Reproduciendo el tono de las tradicionales narraciones japonesas pero jugando deliberadamente con la ambigüedad.

04 de abril de 2024. Iván de la Torre

Qué: Tokoyo Monogatari Autores: Gustavo Schimpp (guion); Quique Alcatena (dibujos). Editorial: Hacha Año: 2001 Páginas: 54 Precio: 1.900 pesos argentinos

En Tokoyo Monogatari, Gustavo Schimpp (uno de los grandes guionistas surgidos en los años ochenta en el cómic argentino) logró reproducir el tono de las tradicionales narraciones japonesas jugando deliberadamente con la ambigüedad: ¿las historias que presenta son mitos antiguos o invenciones de un narrador que, como Borges, busca confundir al lector haciendo pasar lo propio por ajeno?

Su inteligente prólogo potencia, deliberadamente, esa ambigüedad: «Tokoyo, como explica Lafcadio Hearn en Kwaidan, es una palabra de indefinido significado, a veces puede designar a cualquier país desconocido o las comarcas del reino de la muerte de la que ningún viajero vuelve, según la metáfora de Shakespeare. También es el vocablo que nombre a la tierra de las hadas de la tradición oriental, el Reino de Horai. Elegimos titular esta colección de historias Tokoyo Monogatari, ‘Cuentos del país de las hadas’ (o de los duendes o de la magia)', pues es el tema sobrenatural el que los caracteriza. Hemos, en algunos casos, directamente adaptado a la historieta viejas leyendas japonesas; en otros, nos hemos tomado ciertas libertades con las leyendas y crónicas originales y les hemos agregado o cambiado alguna que otra cosa, pero, en todos los casos, el respeto y el amor a las viejas historias del folklore japonés es lo que nos ha llevado a reescribirlas e ilustrarlas para ustedes.»

Como habían hecho sus contemporáneos y amigos, los guionistas Eduardo Mazzitelli y Walter Slavich en Dinastía maldita, aquí Schimpp reproduce los ritmos, pausas y tonos de las clásicas fábulas japonesas, haciendo imposible determinar qué historia fue tomada de la mitología oriental y cuál es una invención totalmente suya, un detalle sin importancia ante el placer que brindan estas crónicas oscuras protagonizadas por personajes tan extraordinarios como el samurái que hace un insensato pacto con la aterradora dama-nieve; la Araña que obliga a un tabernero a matar viajeros y llevárselos a su aterradora cueva para alimentar a sus hambrientas crías; o la historia del hombre que se vuelve demonio para vengarse de los samuráis que asesinaron a toda su familia.

Borges hubiera podido incluir cualquiera de estos relatos en sus fraudulentas antologías, seducido por sentencias tan definitivas como estas:

«Samurái: Pobre infeliz... te has quedado con el odio y sin nadie sobre quien descargarlo. Pues alégrate, que tengo noticias para ti. Aquella noche no mataste a todos tus enemigos como crees. Mi padre logró salvarme y con el tiempo me volví un excelente samurái... Hace tiempo que te busco, demonio. Yo también llevo el odio quemándome el corazón, yo también deseo venganza... y me pregunto que pasara luego... tu relato me llena de dudas. Si te mano, ¿sentiré ese mismo vacío, esa misma ansiedad incapaz de ser satisfecha?

Y allí se quedaron, esperando que sea el otro quien tome la decisión   de   iniciar   el   combate   que   cumplirá   la   venganza    del sobreviviente; sabiendo que, sea quien sea el vencedor, vivirá una vida vacía. Ha pasado tiempo ya y algunos campesinos cuentan que en el corazón del bosque existe una rara formación de arbustos, arbustos que parecen dos guerreros, esperando, esperando...».

«Mi única salida era una muerte honrosa y me preparé para el seppuku, el suicidio por la espada. Cerré los ojos y, al hundir la hoja en mi vientre, imaginé que estaba haciéndolo en uno de los asesinos de mi familia y amigos. Y entonces el odio parecía crecer más. Una y otra vez descargué mi furia. Una y otra vez maté a cada uno de Ellos en mí mismo. Pero solo conseguí enfurecerme más y más. Bañado en mi propia sangre, desperté al día siguiente descubriendo que mis heridas estaban curadas, que no podía morir. Y enloquecí de furiosa alegría, porque mágicamente podría cumplir mi venganza. Tenía la fuerza de cien hombres, la furia de las tormentas y no podía morir. En realidad, me alimentaba de mi odio».

«Ellos le cobijaron y alimentaron hasta que se repuso y fue capaz de continuar su marcha. Y, si bien es cierto que se deshizo en agradecimientos, Yurine jamás preguntó el nombre de esa familia ni volvió a pensar en ellos».

«Recuerdo haber sido un orgulloso samurái llamado Kajywara. Vivía con mi familia en la fortaleza del Señor a quien servía. Puede que no haya sido una gran vida, pero me gustaba. Era suficiente para mí. Pero entonces... sopló el viento de la desgracia».

Años después, Gustavo Schimpp contó cómo se inició su colaboración con Alcatena y la forma en que llegaron a realizar este increíble volumen que marcó un antes y un después en la novela gráfica argentina, muy poco amante de esta clase de experimentos: “Con Alcatena trabamos una amistad muchísimo antes que ideáramos una historieta juntos. Su filosofía de trabajo fue una gran y positiva influencia para mí. Su minuciosidad en la documentación. Nos conocíamos desde mucho antes, de la época en Ediciones Récord, Quique estaba al tanto de algunos de mis trabajos, pero durante la edición de la revista Hacha coincidimos en ‘Buenos Aires fantástica’, nuestro primer trabajo, que fue una idea suya. Me dijo: ‘Tengo ganas de hacer algo con el Obelisco, que salga caminando por Buenos Aires, ¿te animás a escribirlo?’, por supuesto que le dije que sí (risas). Después, para la revista Cabeza de Gorgona comenzamos a hacer el primer capítulo, cero, de Los trabajos de Hércules, enfocados desde otro punto de vista, que quedó ahí, también. Para Italia realizamos las historias unitarias de Wampum y Wingwams, que fue nuestra primera serie encubierta, decimos nosotros, porque lo vendimos como unitarios allá, pero el primer y décimo capítulo tienen una vinculación, en cierta forma inician y cierran la historia. Nos entusiasmamos con eso e hicimos varios relatos basados en la mitología japonesa que compilamos en Tokoyo Monogatari, una obra que casi nadie recuerda dado que salieron en la etapa final de Hacha y es un material muy difícil de conseguir”.

Alcatena, por su parte, reconoció que la exigencia de su trabajo junto a Eduardo Mazzitelli (con quien creó clásicos como Shankar y Travesía por el Laberinto) impidió que pudiera seguir trabajando con Schimpp, algo que le hubiera gustado mucho hacer: “Con otro guionista muy amigo, Gustavo Schimpp, hicimos toda una serie de historias, pero después me pidieron dedicarme a las series que hacíamos con Eduardo full-time, necesitaban muchos episodios, y lamentablemente no me quedó tiempo para hacer dos proyectos simultáneos”.

 

Comentarios en estandarte- 2

1 | Luz María Mikanos 08-11-2023 - 01:35:45 h
Interesante, atrayente e inteligente historieta, que yo, por lo menos desconocía. Gracias por tu atrapante narración De la Torre! Gracias Estandarte por incluir está verdadera joya.

2 | Iván 08-11-2023 - 14:38:49 h
Muchas gracias por tus comentarios, Luz, siempre apoyando mi trabajo. Abrazón!