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Lord Byron: vida y obra del romántico errante

Poeta, viajero consumado, hombre de luces y sombras.

04 de noviembre de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de Lord Byron

Vestido de albanés, rica casaca, turbante, rostro fino, cuidado bigote, cejas perfiladas, mirada pensativa, atractivo…  Así lo pintó Thomas Phillips, y así ha llegado hasta nuestros días.

Un cuadro que retrata con todo su esplendor lo que quiso ser y lo que fue Lord Byron, el hombre y poeta que hizo suyo el Romanticismo: la defensa del débil, la exaltación del heroísmo, el amor, la exaltación, el desenfreno, el sufrimiento, la tragedia, la aventura y también la disipación, el desprecio a las normas o la frivolidad… caminan a la par de su existencia.

Fue un personaje excéntrico, vital, carismático, cualidades que le sirvieron de poco cuando su rebeldía frente a las convenciones sociales y los escándalos le arrebataron el favor de la sociedad y se vio obligado a salir de su país. Nunca volvió.

Poeta, viajero consumado, hombre de luces y sombras, George Gordon Byron nació en Londres en 1788 y murió, muy joven, en Mesolongi (Grecia), en 1824. Se encontraba allí en apoyo de las reivindicaciones de Grecia frente a Turquía, pero no fue un hecho de guerra lo que acabó con su vida, sino unas fiebres mal tratadas a las que no pudo hacer frente. En esos 36 años dotó su escritura de un particular estilo –hoy algo antiguo, pero no despreciable–, lleno de tal expresividad y riqueza al cantar actos y sentimientos que le valieron los elogios de Goethe y la admiración de Poe, Bécquer, Lamartine o Espronceda.

Su paso por la vida, aunque corto, fue intenso. Nació en una familia aristocrática, sin grandes recursos económicos; perdió a su padre a los 3 años y, tiempo después, al morir su tío abuelo William, heredó el título de Lord Byron y las propiedades. Tuvo una infancia complicada, siempre a merced de los caprichos de su madre; creció marcado por un defecto de nacimiento en un pie, que durante tiempo le llenó de resquemor y amargura, tanto por la cojera como por las burlas que tenía que soportar, pero a medida que iba creciendo su carácter dominó el problema, lo contrarrestó y convirtió su peculiar forma de andar en enseña de su personalidad.

Byron estudió en la Aberdeen Grammar School, en Harrow School y, desde 1801, en el Trinity College de Cambridge, donde, a pesar de la deformidad de su pie, demostró ser un excelente deportista. Fue también un brillante estudiante y un joven y prometedor escritor. En 1807 publicó Horas de ocio, una serie de poemas breves, unos originales y otros traducidos, que fueron criticados por el Edimburgh Review, crítica a la que contestó, molesto, con Bardos ingleses y críticos escoceses, una sátira, no precisamente suave, que le proporcionó gran notoriedad.

Con la mayoría de edad ocupó el puesto que le correspondía en la Cámara de los Lores y empezó un periplo viajero que lo llevó por España, Portugal, Grecia, Turquía, países llenos de un aura romántica, cuyo recuerdo le llevó a escribir, con toques autobiográficos, los dos primeros cantos de Las peregrinaciones de Childe Harold (1812). En sus siguientes poemas se dejó arrastrar por el exotismo oriental que reflejó en El infiel (1813), La desposada de Abydos (1813) y El Corsario (1913), un poema que, repasando su comienzo, bien pudo inspirar el aire de libertad que destila La canción del pirata, de Espronceda: «Sobre las rientes olas del mar azul, donde no hay límites para nuestro pensamiento, donde es libre nuestra alma, tan lejos como nos pueden llevar la brisa y las olas espumosas, contemplad nuestro imperio, ved nuestra patria; allí están nuestros dominios, sin fronteras que los limiten [...]»

Después llegaron otros cantos como Lara (1814) o Melodías hebreas (1815). Ese mismo año se casó con Anna Isabella Milbanke, tuvo una hija, Ada Byron, más tarde conocida como Ada Lovelace, una gran matemática, escritora e informática, célebre por su trabajo sobre la llamada máquina analítica. El matrimonio fue un fracaso a tal punto que terminó en 1816 con la separación y la salida del país. Así empezó su caminar, de Bélgica viajó a Suiza donde convivió con Percy y Mary Shelley, mantuvo relaciones con Claire Clairmont –madre de la otra hija de Byron, Clara Allegra Byron– y escribió el tercer canto de Childe Harold y El prisionero de Chillon, relato y descripción de un hecho verídico y de la belleza del castillo, Chillon, y del lugar, Montreux. El libro se convirtió en una “guía turística” con un enorme poder de atracción.

La siguiente etapa lo llevó a Italia. De esa época son El lamento de Tasso, el cuarto canto de Childe Harold, Manfredo y el cuento satírico Beppo.

Desde 1819 vive en Venecia y Ravena con la condesa Guiccioli; termina el último de sus cuentos en verso Mazzepa y comienza escribir los primeros cinco cantos de Don Juan, obra –para muchos, la mejor– que juega con lo serio y lo cómico, con el cinismo y la ternura, y en la que se burla de todo y de todos, incluido él mismo. Es un canto que quiso hacer interminable para sacar a la luz lo que de bueno y malo domina en los hombres y cuyo inicio es toda una declaración de intenciones: «Necesito un héroe, necesidad poco común en estos tiempos, en que, a cada año, a cada mes, surge uno nuevo que dura hasta que, llenas de alabanzas suyas las gacetas, el siglo averigua que no es aquel un héroe de verdad. Ninguno de estos me conviene. Cantaré, pues, a nuestro antiguo amigo Don Juan, a quien todos hemos visto en la pantomima irse con el diablo poco antes de que le llegase la hora». Trabajó cinco años en esta obra que, desgraciadamente, quedó incompleta a causa de su muerte.

No para ni en su caminar, ni en su trabajar, desde 1819 hasta 1823 se mueve por Roma, Ravena, Bolonia, Pisa, Génova y Venecia donde fija su residencia; escribe tres dramas románticos: Marino Faliero, Los dos Fóscari y Sardanápalo (los tres en 1821); y en 1822, lanza dos “misterios”: Caín y Cielo y tierra. Al dar fin a su último drama, Werner, sale hacia Grecia con el ánimo de ayudar a este país en su lucha contra Turquía. Muere en 1824 y –no sin resistencia griega– su cuerpo fue trasladado a Inglaterra para ser enterrado junto a su madre en la Iglesia de Santa María Magdalena de Hucknall, en Nottinghamshire. Su dudosa moralidad, impidió que su cuerpo reposara en el Rincón de los poetas, de la abadía de Westminster. Allí, en su recuerdo, los visitantes pueden contemplar un monumento conmemorativo que se inauguró en 1969.

Reconocido como prototipo de héroe romántico, fue un poeta con un poderoso dominio de la sátira, de la brillantez y de la expresividad.

 

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