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Fritz Leiber: el renovador que brilló en la ciencia ficción, la fantasía y el terror

Publicó sus primeros relatos a comienzos de la década de los cuarenta, en revistas especializadas.

20 de abril de 2024. Iván de la Torre

Qué: Biografía de Fritz Leiber

Fritz Leiber Jr. (1910-1992) publicó sus primeros relatos a comienzos de la década de los cuarenta, en revistas dedicadas al terror y la fantasía, como Weird tales y Unknown, desarrollando un tema que se volvería central en su obra: cómo seres sobrenaturales sobreviven en el mundo moderno, escondiéndose en las grandes ciudades donde el ambiente de violencia contenida, desesperación y estrés les permite potenciar su fuerza, listos para cobrarle tributo a los seres humanos que usurparon sus dominios.

Fantasma de humo, de Fritz LeiberEl protagonista de Fantasma de humo (1941), un aterrorizado empresario que ve una oscura figura moviéndose por los tejados mientras vuelve del trabajo, expresa claramente el punto de vista de Leiber: «¿Se ha planteado alguna vez a qué se parecería un fantasma de nuestra época? Trate de imaginárselo. Un rostro tiznado mostrando la hambrienta ansiedad de los desempleados, el neurótico desasosiego de los que se sienten inútiles, la enorme tensión a que se halla sometido el obrero metropolitano, el inquieto resentimiento del huelguista, el cínico oportunismo del esquirol, el chillido agresivo del advenedizo, el cohibido terror del civil bombardeado, y un millar más de retorcidos sentimientos y emociones. Cada uno de ellos moviéndose y mezclándose con los demás, como un montón de máscaras semitransparentes. así es como aparecería a nuestros ojos semejante fantasma. Reflejaría las cosas más enmarañadas, sórdidas y sucias. Todos los cabos sueltos. Y sería muy tétrico. No creo que fuese blanco, ni sutil, ni que frecuentase los cementerios. No lanzaría lúgubres gemidos. Pero emitiría murmullos ininteligibles, y le tiraría de la manga, como un enorme mono enfermo y vicioso. ¿Qué desearía semejante ser de una persona? ¿Sacrificios? ¿Adoración? ¿O solo temor?».

Esposa hechicera, de Fritz LeiberEsposa hechicera (1943), la primera novela de Leiber, amplia la idea de la magia que sobrevive oculta tras la realidad más banal y predecible, contando la historia de Norman Saylor, un inocente profesor que descubre que su mujer es una bruja que lo protege de los hechizos lanzados en su contra por las esposas de los demás maestros, en una guerra secreta e interminable.

El escritor volverá a este tema, eje central de toda su obra, en Nuestra señora de las tinieblas (1977), que profundiza la trama de Fantasma de humo, porque el disparador de la historia es la misteriosa figura que Franz Western, protagonista de la novela, descubre en las colinas de San Francisco: «Era una persona con una gabardina o un gabán largo que se movía como si estuviera bailando. No se podían ver figuras humanas con detalle a tres kilómetros de distancia, ni siquiera con siete puntos de ampliación. Sólo se conseguía una impresión general de movimiento y altura. Esta delgada figura de Corona Heights se movía con bastante rapidez, cierto, tal vez bailaba agitando los brazos, pero eso era todo lo que podía distinguirse».

Western usará dos libros para descubrir el origen del “fantasma”: Megapolisomancia, de Thibaut de Castries, que habla sobre los efectos psicológicos y espirituales que provocan las “enormes cantidades de acero, papel, combustible, gas natural y electricidad que se acumulan en las ciudades”; y un diario de Clark Ashton Smith, escritor del círculo reunido alrededor de la figura de H. P. Lovecraft.

El problema es que, tras la aparición de sus primeras obras, Leiber descubre que no podrá sobrevivir como escritor de terror y fantasía, sus géneros favoritos, y se ve obligado a publicar textos de ciencia ficción, un lugar donde siempre parece hallarse incómodo, obligado a respetar las rígidas convenciones impuestas por los editores.

Esto puede comprobarse en ¡Hágase la oscuridad! (1943), la segunda novela de Leiber, una obra tradicional que se limita a reciclar todos los lugares comunes del género al retratar una sociedad totalitaria donde científicos se disfrazan de sacerdotes para engañar a un pueblo embrutecido.

Empujado por la desesperación de producir obras tan tradicionales y predecibles, donde no podía mostrar todo su talento, el escritor decidió usar el exitoso formato creado por Robert E. Howard en Conan, sobre héroes viviendo aventuras extraordinarias en lugares exóticos, pero dándole un giro argumental que enriqueciera la trama sin alejar a los lectores.

Fafhrd y el Ratonero Gris, de Fritz LeiberAsí, junto a su amigo Harry Fischer, creó a Fafhrd y el Ratonero Gris, «los dos espadachines más grandes que jamás han existido en éste o en cualquier otro universo real o de ficción, maestros del acero más hábiles incluso que Cyrano de Bergerac, Scar Gordon, Conan, John Carter, D’Artagnan, Brandoch Dalia y Anra Devadoris. Dos camaradas de la muerte y los sombríos comediantes para toda la eternidad, vigorosos, pendencieros, buenos bebedores, imaginativos, románticos, groseros, ladrones, sardónicos, festivos, siempre buscando aventuras a través del ancho mundo, condenados a toparse sin cesar con los enemigos más mortíferos, los adversarios más crueles, las muchachas más deliciosas y los brujos más horrendos, bestias sobrenaturales y otros personajes».

Las aventuras de la pareja ocurren en la tierra de Nehwon, «con sus torres, calaveras y joyas, sus espadas y brujerías», por lo general, en la metrópolis de Lankhmar, «de imponentes murallas y laberínticos callejones, rebosante de ladrones y sacerdotes afeitados, magos escuálidos y panzudos mercaderes».

Gracias a esta serie, que desarrollará a lo largo de cinco décadas, Leiber tendrá ingresos asegurados que le darán el margen necesario para publicar sus obras más arriesgadas, cuentos brillantes como La muchacha de los ojos hambrientos (1949), que narra la historia de una aterradora modelo publicitaria; Próximas atracciones (1950), sobre unos Estados Unidos degradados, donde la sociedad está marcada por la violencia y la brutalidad, algo que descubre el protagonista cuando salva de la muerte a la persona equivocada; La luna es verde (1952), la trágica historia de una mujer traicionada por el hombre que ama; y The Silence Game (1954), una cruda denuncia del clima de paranoia creado por la caza de brujas anticomunistas.

También publica Los que pecan (1953), su tercera novela, que trata un tema que luego desarrollará Philip K. Dick y se volverá inmensamente popular gracias a la trilogía de Matrix: los mecanismos secretos que dominan el mundo y convierten a la mayoría de las personas en protagonistas involuntarios de un gran simulacro, donde su voluntad no cuenta para nada: «La gente es sólo máquinas, las ponen a hacer un trabajo y luego mueren. Si uno continúa siendo la máquina que se supone que es, tanto mejor. Entonces sus actos se ajustan a los del resto de la gente. Pero si no lo hace, si uno comienza a hacer otra cosa, entonces los otros no reaccionan. Simplemente siguen haciendo lo que se espera de ellos. Sin importar lo que uno haga, ellos simplemente siguen haciendo los movimientos para los que están determinados.»

Los “fugados” de este mundo repetitivo arman bandas criminales que intenta dominar a los demás “despiertos” para aprovecharse de “los maniquíes”, las personas dormidas: «Encuentran una satisfacción barata y miserable en andar empujando cosas que no pueden devolver el empujón. Se los puede encontrar por todo el mundo: pequeñas bandas de tres o cuatro, de media docena, que han despertado sólo para sus placeres baratos. Quizá sean un par de polis en Frisco, una maestra en Kansas City, algunos artistas en Nueva York, algunos chicos ricos en Florida, algunos agentes funerarios en Londres, que descubrieron que toda la gente que camina a su alrededor está muerta y no ven razón para tratarla decentemente. Quizá sean un par de guardias de uno de esos campos de la muerte que tenía Europa, que ven lo malas que son las cosas y se divierten haciéndolas un poco peores. Sólo un poco. Un mezquino poco. No se atreven a destruir realmente a gran escala, porque saben que son las máquinas quienes los alimentan y los atienden, y porque siempre tienen miedo de que otras bandas como ellos los descubran y los borren del mapa. Es el miedo lo que los mueve, siempre el miedo. No tienen las agallas para derribar en serio todo el andamiaje, pero encuentran cierta satisfacción garabateando sus dibujos obscenos en él, interfiriendo y enredando las cosas.»

La guerra del cambio, de Fritz LeiberLa mala recepción de esta novela entre los lectores tradicionales, que buscaban textos más predecibles, con héroes y villanos bien definidos, obligó a Leiber a crear otra serie popular para reforzar sus ingresos y así lanzó La guerra del cambio, relatos interconectados que narran el conflicto secreto entre dos bandos, las arañas y las serpientes, a lo largo de innumerables siglos.

Cada historia muestra diferentes aspectos de este enfrentamiento: desde la manera en que se reclutan nuevos soldados hasta el fantasmal sitio donde descansan los combatientes tras las batallas.

Con el primer relato de la saga, El gran tiempo (1958), Leiber ganó el premio Hugo, el mayor galardón otorgado en la ciencia ficción, equivalente al premio Óscar.

Sin embargo, más allá del éxito que consigue con esta nueva serie, el escritor está cansado de las limitaciones que le imponen sus editores y así lo expresa en Los cerebros plateados (1962), una novela donde se permite criticar a editores como John W. Campbell, director de la revista Astounding, y Horace Gold, responsable de Galaxy, que imponían temas a sus autores, censuraban sus trabajos y les impedían tratar determinadas cuestiones.

Leiber ya no oculta su enojo ante las constantes limitaciones que viene sufriendo desde los comienzos de su carrera: “A fines del siglo XX casi todas las novelas eran escritas por un reducido número de editores importantes. Me refiero a que ellos proporcionaban los temas, las estructuras, los tratamientos estilísticos, los efectos clave, y los escritores se limitaban a poner el material de relleno”.

La revolución que sacude a la ciencia ficción norteamericana con la llegada de la “nueva ola inglesa” a mediados de los años sesenta, encabezada por Michael Moorcock, Brian Aldiss y J. G. Ballard, favorece a Leiber, que publica en la antología Visiones peligrosas (1967), de Harlan Ellison, Deja rodar los huesos, uno de sus relatos más famosos, sobre una partida de dados donde el protagonista se juega su vida y su alma.

El escritor dedicará las siguientes dos décadas a publicar cuentos (Nave de sombras, América, la bella, Los comedores de loto, Belsen Express, Atrapa ese zepelín y El hombre que se casó con el espacio y el tiempo), incluyendo su último gran clásico: Imaginaciones horribles (1982).

Este relato cuenta la historia de Ramsey Ryker, un jubilado que se muda a un edificio de apartamentos tras el fallecimiento de su esposa y descubre a una misteriosa chica vestida de negro que recorre los pasillos mientras una pesadilla recurrente comienza a molestarlo (sueña que está acostado, desnudo, boca arriba, con los brazos extendidos a los costados, encima de una superficie rugosa y dura, formada por listones polvorientos).

Aunque el cuento es muy bien recibido entre el público y los críticos, Leiber publica muy poco material nuevo durante el resto de la década del 80, viviendo de las reediciones de sus obras más conocidas mientras comienza una desesperada lucha contra el cáncer que pondrá fin a su vida el 5 de septiembre de 1992.

 

Comentarios en estandarte- 3

1 | Luz María Mikanos 20-04-2024 - 18:26:27 h
Un artículo muy interesante y completo. Gracias!

2 | Ivan 22-04-2024 - 15:50:12 h
Muchísimas gracias por tus comentarios, Luz!!!!

3 | Luz María Mikanos 26-04-2024 - 00:06:25 h
Entre el realismo y la ficción, lo sobrenatural y lo cotidiano, cómo determinar si algo de todo eso no ocurrió y ocurre pese a todo? Muy bueno!