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El principio de Los desorientados

La novela que habla de amistad, amor, reconciliación, enfrentamientos…

28 de enero de 2024. Estandarte.com

Qué: El principio de Los desorientados Autor: Amin Maalouf

Amin Maalouf, libanés de nacimiento y francés por adopción, recibió en 2010 el Príncipe de Asturias, en reconocimiento a su obra y a su empeño en estrechar lazos entre oriente y occidente, de ahí que la necesidad de recomponer puentes, de aceptar al diferente, al otro, sean piezas clave de sus argumentos.

Se ve con claridad en ensayos como Las cruzadas vistas por los árabes (1983), Identidades asesinas (1998), El desajuste del mundo (2009), Un sillón que mira al Sena (2016) y El naufragio de las civilizaciones, arriba mencionado. Y se ve también en sus novelas, nueve en total, que comienzan con León el africano (1986); al que le siguen, Samarcanda (1988), Los jardines de Luz (1991), El primer siglo después de Béatrice (1992), La roca de Tanios (1993),  galardonada con el Premio GoncourtLas escalas de Levante (1996), El viaje de Baldassare (2000) y Orígenes (2004) para terminar en 2012 con Los desorientadosun libro personal y emotivo, reflejo fiel de sus ideas que van plasmando a través de una historia que se viste de reencuentros cuando Adam, el protagonista, recibe una llamada inesperada que le empuja a volver a su tierra, a reunir a sus amigos, a recordar los ideales de la juventud, la camaradería, a repensar los ideales, sentir el amor, el desprecio, el dolor del exilio…

El comienzo de la novela, contado en primera persona, se puede considerar como una declaración de intenciones para luego, en tercera persona y a lo largo de dieciséis días, ir desarrollando una gran historia anclada en la realidad del momento y plena de sentimiento. Para releer.

 

Llevo en el nombre a la humanidad naciente, pero pertenezco a una humanidad que extingue, escribió Adam en su libreta dos días antes del drama.

Nunca supe porque me llamaron así mis padres. En mi tierra natal no era un nombre frecuente, ni nadie de mi familia se había llamado así antes que yo. Me acuerdo de que un día se lo pregunté a mis padres y se limitó a constarme: “¡Es nuestro antepasado común!”, como si yo no pudiera saberlo. Tenía diez años y me conformé con esa explicación. Quizá habría debido preguntarle mientras vivía si había tras esa elección alguna intención, algún sueño.

Me parece que sí. Desde su punto de vista se suponía que yo pertenecía a la cohorte de los fundadores. Hoy, a los 47 años, no me queda más remedio que admitir que no cumpliré esa misión. No seré el primero de un linaje, seré el último, el último de todos los míos, el depositario de sus penas acumuladas, de sus desilusiones y también de sus vergüenzas. Me incumbe a mí la aborrecible tarea de identificar los rasgos de aquellos a quienes he querido y de asentir luego con la cabeza para que vuelvan a taparlos.

Me ha tocado hacerme cargo de las extinciones. Y, cuando me llegue la vez, caeré como un tronco sin haberme doblado, y repitiéndole a quien quiera oírlo “¡La razón la tengo yo y la que se equivoca es la historia!”

Ese grito orgulloso me retumba constantemente en la cabeza. Por lo demás, podría servir de epígrafe a esta peregrinación inútil en la que llevo diez días.

Al volver a mi tierra inundada, pensaba salvar algunos vestigios de mi pasado y del pasado de mi gente. En ese aspecto, no espero ya gran cosa. Quien intenta retrasar un naufragio corre el riesgo de apresurarlo…Dicho esto, no me arrepiento de haber emprendido este viaje. Cierto es que vuelvo a descubrir todas las noches por qué me alejé de la patria donde nací; pero también vuelvo a descubrir todas las mañanas por qué nunca me desapegué de ella. Mi gran alegría es haber encontrado entre las aguas unos cuantos islotes de delicadeza levantina y de ternura serena. Lo que me proporciona otra vez, al menos de momento, un apetito nuevo por la vida, razones nuevas para luchar y quizá, incluso, un estremecimiento de esperanza.

¿Y a más largo plazo?

A largo plazo, todos los hijos de Adán y Eva, son niños perdidos.

 

Los desorientados, traducido del francés por María Teresa Gallego Urrutia, está editado, como toda la obra de Maalouf, por Alianza Editorial.

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