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Lord Jim: una recreación brutal, perfecta y muy entretenida del terrible Londres victoriano

Albiac reconstruye un Londres terrible pero muy atractivo, donde lo real se mezcla con invenciones delirantes.

10 de febrero de 2024. Iván de la Torre

Qué: Lord Jim Autores: Carlos Albiac (guion) y Horacio Lalia (dibujante) Editorial: Ediciones Record Año: 1991 Páginas: 120 Precio: 1200 pesos argentinos

Desde Álamo Jim, su primer gran éxito a fines de los años cincuenta, Carlos Albiac convirtió las limitaciones impuestas por sus editores en virtudes, usando tramas y personajes tradicionales como incentivos, disparadores que lo ayudaban a contar las historias que realmente quería contar, escapando de las restricciones que intentaban imponerle sus jefes.

En este caso, el encuentro y posterior asociación entre dos hombres completamente diferentes, Lord Jim y su hermano perdido, el boxeador callejero Pop Dolan («Pop es tu medio hermano, Jim... Por esa razón te dije que confiaras en él... Jim... tú eres ahora Lord Conan, séptimo duque de Stanford y par del reino... El testamento de tu padre está en la biblioteca del castillo de Burlington... lo escondí dentro de un tomo de la 'Divina Comedia' para que tu miserable primo, el honorable Silas Basset, no lo destruyera... Silas Basset ha montado una siniestra confabulación para hacerte desaparecer y heredar así el título y la fortuna... Adiós, muchacho...»), le sirve de base para volver a contar las aventuras de la clásica pareja despareja ocupada en solucionar crímenes en una Londres fantástica y peligrosísima, acompañada por tres secundarios de lujo: la bella Elfreda, el chino Sang-Poh y Comemurciélagos, rey de las cloacas.

Albiac reconstruye un Londres terrible pero muy atractivo, donde lo real se mezcla con invenciones delirantes pero creíbles, que permiten mostrar, bajo la inmaculada superficie del mundo victoriano, lleno de ritos sociales, brillos y riquezas, un universo oscuro y terrible, donde viven horrores inimaginables.

En Lord Jim todo puede suceder: un sirviente asesina a su patrón y usurpa su identidad; adolescentes de los arrabales son secuestradas y enviadas como esclavas al harem de un lejano rey africano; y un doctor es obligado por un criminal enfermo a curarlo bajo amenaza de ser asesinado si no hace bien su trabajo.

Comermurciélagos, el autodefinido “rey de las cloacas”, sintetiza muy bien la contradicción entre el “mundo de arriba” y el “mundo de abajo”: «Hace ya más de treinta años que no salgo de aquí... Para mí la cloaca está en la superficie...».

Siguiendo el mandato de la elusiva escritora Isak Dinesen (No temas lo absurdo, no rehúyas lo fantástico), Albiac muestra todo lo que la realidad cotidiana esconde.

El mensaje de la serie, tan sutil que puede pasar desapercibido en medio de tramas llenas de humor negro, terror, intrigas policiales y fantasía desbocada, puede sintetizarse en “nada es lo que parece”, y los ejemplos sobran, desde el padre de Jim que tuvo un hijo extramatrimonial con una cantante de taberna al barón Corfus, un remilgado aristócrata que gana su dinero mediante actividades ilegales mientras se burla y humilla a Pop: «Ese bastardo, producto del desliz de un Lord con una cantante popular no debería estar aquí. Si a los caballos se les exige una impecable genealogía, es justo exigir otro tanto a los compradores».

Acompañado por Horacio Lalia, el dibujante ideal para reconstruir la era victoriana en sus menores detalles (desde la vestimenta de los protagonistas a la arquitectura de una ciudad marcada por el paso del siglo XIX al siglo XX), Albiac presenta una Londres espectral, donde, junto a la fastuosidad y el lujo, vive el resentimiento y la envidia que terminan generando el horror y desembocando en la muerte: «No hace falta que abra usted ese envoltorio. Sé bien que se trata de la cabeza del duque de Stanffordshire... Yo entré como secretario del duque de Stanffordshire hace ya ocho años... ¿Me creerá si le digo que el duque era un hombre ruin, despreciable y corrupto? Yo lo odiaba... y lo entregué vivo a los cazadores de cabeza de Nueva Guinea. Cuando poco tiempo después sufrí un terrible accidente y mi cara quedó desfigurada decidí ocupar el lugar del duque, todo fue bien hasta que un inepto explorador llamado Smut trajo a Londres su cabeza... entonces envié a ese chino a comprarla..».

A la manera de G. K. Chesterton en el “Padre Brown” (modelo que retomará dos décadas después en otra novela gráfica, la excelente “Inspector Bull”, de nuevo con Lalia como dibujante), Albiac hace que lo imposible suceda a través de personajes que solo él puede hacer creíbles como Sir Duncan, el aristócrata empeñado en hallar a la mujer de la que se enamoró de joven, ayudado por su fiel Ruppert, quien se encarga de postergar indefinidamente ese encuentro para no destruir el sueño de su jefe y amigo:

«Ruppert: La Jezabel de su juventud regentea, marchita y corrupta, un prostíbulo en Limehouse. Yo si lo sabía... y lo fui llevando hacia ella por el camino más largo... Durante veinte años recorrimos el mundo... Él con un sueño y yo con un secreto. Hoy, el piadoso destino ha borrado el camino de sir Duncan hacia la espantosa revelación... mejor así: ha muerto su carne, pero no su sueño».

La conclusión de Albiac en todas estas historias proviene directamente de Balzac, el escritor que, junto a Dickens y Chesterton, sirve de inspiración a Lord Jim: detrás de toda gran fortuna se esconde un crimen, cuando más grande el crimen, mayor la fortuna.

En esta imperdible novela gráfica, donde la acción no se detiene nunca y cada página trae nuevas y mejores sorpresas, bajo la realidad más prosaica se esconden mundos fantásticos y terribles, confirmando la sentencia de Dante Gabriel Rossetti: “la acción transcurre en el infierno, los nombres, no sé porque, son ingleses”; sin embargo, el detalle que marca la diferencia con trabajos similares (como el From the Hell, de Alan Moore) es el humor de Albiac, un autor que sabe combinar ironía, sarcasmo y bromas inesperadas para que la historia más oscura aparezca siempre iluminada por toques maestros colocados en el momento justo para darle ligereza a la narración sin que pierda nada de su atractivo.

Pocos guionistas en la historia pudieron lograr una combinación tan efectiva de humor y terror, drama y comedia, tal vez por eso, Albiac fue admirado por todos los guionistas de su país, desde los históricos maestros Ray Collins y Alfredo Grassi hasta los jóvenes Carlos Trillo y Robin Wood.

 

Comentarios en estandarte- 2

1 | Luz María Mikanos 13-02-2024 - 04:28:12 h
Gran reseña que me permite conocer algo que ignoraba.Gracias Estandarte y De la Torre. Un placer leer este artículo.

2 | Iván 13-02-2024 - 16:42:47 h
Muchas gracias, Luz, es fundamental reivindicar al gran Carlos Albiac, un autor injustamente olvidado