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Pío Baroja: vivir para escribir
La historia de un escritor fundido con su obra.
30 de octubre de 2024. Estandarte.com
Qué: Biografía y obras principales de Pío Baroja
“Nací en San Sebastián el día de los Inocentes del año 72. Esto es lo que no me perdono: haber nacido en tal día. Porque no crea usted, a mí me parece que hay siempre cierta analogía entre el momento en que uno nace y el espíritu que se va a formar”. Esta declaración que hacía en el año 1942 Pío Baroja la recoge Eduardo Mendoza en el libro que le dedica al autor vasco Pío Baroja, editado por Omega.
No podía estar más errado el escritor en su predicción, pues el espíritu que se iba a formar de su persona poco tenía de las bromitas que se acostumbran a gastar en ese día; el espíritu que se iba a formar era el de un legendario personaje “descorazonado, friolero y cascarrabias”, como dice Mendoza. Es lo que tiene el compromiso con la verdad, uno de los criterios que rigió la vida y la obra de Pío Baroja.
Nació el mencionado día en una familia acomodada de San Sebastián, aunque de niño viajó y vivió en otras ciudades siguiendo los destinos de su padre, ingeniero de minas. Tras pasar por Madrid llega a Pamplona, donde nació su hermana menor, Carmen. Regresa a la capital donde inicia sus estudios universitarios de Medicina sin mucho entusiasmo. Los acaba en Valencia, y de igual manera, sin entusiasmo, con una tesis sobre el dolor.
Su primer trabajo como médico rural lo encuentra en Cestona, Guipúzcoa. Tampoco dura mucho ahí. Abandona esa localidad y abandona la profesión. Vuelve a Madrid y se integra en el negocio familiar, que era una panadería. Las horas de espera en el obrador o en el mostrador las emplea en leer a Kant y sobre todo a Schopenhauer y a estudiar con mirada de antropólogo a los clientes que por allí pasan y a escribir, a escribir sin tregua. En 1900 apareció su primer libro Vidas sombrías, seguido de Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901).
En esta época Pío Baroja inicia una época febril de escritura y viajes que lo llevarán a París, Italia, Suiza, Tánger como corresponsal del periódico El Globo… Cuando puede, también conoce y recorre la geografía de España. En 1908 aparece su Zalacaín el aventurero, el título más importante de su tetralogía La tierra vasca. Escritor infatigable, enseguida cuenta con una ingente obra, que a Pío Baroja le gustaba ordenar en trilogías y tetralogías según la temática.
En esa época ya había completado prácticamente la dedicada a la Tierra vasca (faltaba La leyenda de Jaun de Alzate, de 1922); también La vida fantástica (con el mencionado libro de Silvestre Paradox, junto con Camino de perfección y Paradox rey); La lucha por la vida con La busca, Mala hierba y Aurora roja; El pasado (con La feria de los discretos, Los últimos románticos y Las tragedias grotescas) y La raza, una de sus obras más conocidas al integrar El árbol de la ciencia, junto con La dama errante y La ciudad de la niebla.
En 1911, comienza a estudiar su propia historia, la de su familia y en concreto la de un antepasado Eugenio de Aviraneta. Lo aprovechará para escribir la voluminosa serie Memorias de un hombre de acción, integrada por 22 títulos, al estilo de los Episodios Nacionales de Galdós.
Políticamente contradictorio, el golpe de Primo de Rivera en el 23 no le dice mucho, pero tampoco el advenimiento de la República. El anarquismo y el anticlericalismo, sobre todo este último, sí fueron dos constantes en su pensamiento: Sobre sí mismo afirma: "Yo he sido siempre un liberal radical, individualista y anarquista. Primero, enemigo de la Iglesia; después, enemigo del Estado”.
Su producción aumenta a buen ritmo. Ya tiene sus racimos de novelas que agrupa bajo los títulos comunes Las ciudades, El mar (que incluye Las inquietudes de Shanti Andía), Agonías de nuestro tiempo, La selva oscura y está en el medio de La juventud perdida cuando recibe la llamada para formar parte de la Academia. Es el año 1935 y la guerra civil se acerca. Ese mismo año también recibe otros homenajes. Como recoge Félix Maraña, en su aproximación biográfica a Pío Baroja en gipuzkoajultura.net, ese mismo año acudió el escritor a inaugurar un busto al Museo Municipal de San Sebastián, (hoy San Telmo) y pronunció estas palabras: “el que sirvió de modelo a esta estatua era un hombre que tenía el entusiasmo por la verdad, el odio a la hipocresía y la mentira y que, aunque dijeran lo contrario en su tiempo, era un vasco que amaba entrañablemente a su país".
Cuando estalla la guerra, tras el susto de una detención y encarcelación resuelve marchar a Francia, donde pasó la mayor parte del conflicto con viajes intermitentes. Regresó definitivamente en el 40 para continuar la última parte de su obra, donde destaca su autobiografía Desde la última vuelta del camino. También dedicó algunos textos a la reciente guerra que no vieron la luz hasta pasados muchos años: Miserias de la guerra se publicó relativamente hace pocos años, en 2006 y Los caprichos de la suerte en 2015. Aunque la novela había sido predominante en su trayectoria, Baroja también tiene una extensa obra periodística, ensayística e hizo algunas incursiones en el género teatral y la poesía.
En los últimos años lo visitaban escritores como Juan Benet o Camilo José Cela para refutar o confirmar los clichés que sobre él se habían ido extendiendo de hombre huraño, misántropo, hosco. Pero su sobrino Julio Caro Baroja tiene otra opinión: "El que lea la mayor parte de los escritos que tratan de mi tío sacará la impresión de que era un hombre triste y áspero. Sin embargo, la realidad es que durante muchas horas de su vida fue jovial, jovial como no creo que lo haya sido ningún escritor español de su época. Si alguien ha reído en casa a borbotones, de una manera dionisíaca, ha sido él".
En el libro con el que se abría este apunte biográfico sobre Baroja, Eduardo Mendoza abre su personalidad a todos los adjetivos que quienes lo lean o lo conocieran quisieran darle: él no tenía más personalidad que su escritura. “Baroja había de ser siempre el mismo, no sólo en los escritos, sino en la vida (…) Baroja-persona era solo Baroja-escritor: un hombre huraño, prematuramente avejentado, irresoluto y confuso ante todo lo que no fuera la aventura de inventar y escribir: un hombre sin familia, casi inexistente, sin otra personalidad que la que los demás quisieran otorgarle: el anarquista, el fascista, el novelista famoso, el inofensivo tertuliano, el hombre malo de Itzea”.
El 30 de octubre de 1956 muere en Madrid. A pesar de las dificultades, fue enterrado como el ateo que siempre fue en el Cementerio Civil de Madrid.
Comentarios en estandarte- 3
1 | Estuardo
26-04-2018 - 21:58:30 h
Excelente artículo.
2 | Arlequín
02-11-2018 - 16:39:28 h
¡Enhorabuena por esta magnífica biografía de Pío Baroja!
3 | Chema
27-04-2019 - 19:28:44 h
¡Es un artículo excelente!