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Historias del Bar: lo mejor y lo peor de Sampayo y Muñoz en un solo libro

Hombres y mujeres que parecen condenados a la soledad, la depresión, la paranoia, el desarraigo o la muerte.

04 de mayo de 2024. Iván de la Torre

Qué: Historias del Bar Autores: Carlos Sampayo (guion); José Muñoz (dibujo) Editorial: Planeta de Agostini Año: 2006 Páginas: 128 Precio: 25 euros

En Historias del Bar, Muñoz y Sampayo cuentan historias de hombres y mujeres que parecen condenados a la soledad, la depresión, la paranoia, el desarraigo o la muerte: desde el argentino exiliado que teme ser deportado y sueña que matones paramilitares lo secuestran para torturarlo al ex boxeador que acepta una pelea arreglada y termina falleciendo en el ring.

Todos estos personajes deambulan entre la desesperación, el miedo y la necesidad de creer en algo, rodeados por las voces de una ciudad que parece no detenerse nunca, fascinante y aterradora al mismo tiempo, donde todo puede suceder; lamentablemente, el nivel de las historias es muy irregular.

Pepe, el arquitecto, el mejor unitario del libro, puede leerse como un capítulo adicional de Sudor sudaca gracias a su acertada combinación de realismo y delirio, con un personaje que comete todos los errores posibles, rechazando a quienes quieren ayudarlo para terminar confiando en la única persona que lo traicionará y provocará su triste final.

La mujer que Pepe conoce en el bar de Joe lo describe perfectamente: «Aunque no te hubiese visto antes lo sé todo sobre ti: extranjero, sin permiso de residencia, pero con un trabajo ilegal, sin amigos ni dinero... con una ligera manía persecutoria».

El personaje se justifica diciendo: «No puedo dejar que me agobien esas cosas... Debo defender hasta donde pueda lo que me queda de lucidez. ¡Pero estoy harto! ¡Harto! ¿Lo entiendes? Harto de la gente como tú... Harto de hacer como si no existiese... Harto de no poder ir por la calle... de no poder contarle mis cosas a nadie... Harto de no haber podido rehacer mi vida. ¡Harto!».

Pepe, el arquitecto opone, con mucha eficiencia, dos discursos: lo que cuenta el narrador frente a lo que piensa el personaje central, logrando un contrapunto que permite entender la inmensa presión a la que se ve sometido el protagonista y que terminará por hacerlo caer:

«A Pepe, lavaplatos en el bar de Joe, le asusta la llegada de la policía. (Ahora van a pedirme los papeles y no los tengo. Me llevarán a comisaría, me darán una paliza, me interrogarán, me meterán en una celda donde pasaré el resto de mis días...)».

«Durante el día, las horas de libertad para Pepe empiezan cuando se acuesta. (Sueño irregular, me despierto más de diez veces para ir a mear. Tengo la impresión de que suben por la escalera y llaman a la puerta. Ahora van a detenerme, acusarme, deportarme, torturarme y condenarme a muerte)».

Lamentablemente, empañando relatos maestros como éste, hay demasiados episodios predecibles, absolutamente descartables, como Historias oxidadas, donde la brutalidad del mundo del deporte sirve como excusa y disparador para una historia excesivamente larga y totalmente previsible, que recuerda los peores y más lacrimosos capítulos de Alack Sinner.

Los propios autores se dieron cuenta del bajo nivel de este unitario porque cerraron el capítulo con una reflexión que puede aplicarse a la mayoría de los episodios recopilados en el libro: «La borrosa moraleja que les ofrecemos también es susceptible de oxidarse y desaparecer».

Afortunadamente, Historias del Bar incluye, además de Pepe, el arquitecto, dos de los mejores trabajos realizados por Sampayo y Muñoz: Tenochtitlan y Dibujitos.

Protagonizada por un director alemán llamado Kurt, Tenochtitlan es una clara crítica contra Wernet Herzog, el artista conocido por permitir que mueran personas con tal de que sus films pudieran hacerse (algo que quedó demostrado en, al menos, tres de sus clásicos: Aguirre, la ira de Dios, Fitzcarraldo y Cobra verde).

Kurt tiene una doble moralidad: critica la conquista española, pero no duda en sacrificar a sus actores para que su film termine con el dramatismo que considera necesario; esa ambigüedad sangrienta y cínica es denunciada por un periodista de manera magistral en uno de los mejores textos de Sampayo: «Para sintetizar la verdad, este artista mitteleropeo no ahorra vidas humanas. Para describir mejor el genocidio, no duda en inmolar de nuevo. ¿Qué hay de su moralidad? ¿Es la verosimilitud lo que busca? De todo esto emerge una especie de imbecilidad moral».

Por otra parte, Dibujitos hace creíble el amor entre un dibujante a punto de jubilarse, viudo con dos hijos ya adultos, y una joven que trabaja como modelo de artistas, cuyo novio, un periodista gráfico, fue asesinado en El Salvador.

La historia funciona porque se maneja a través de sugerencias, gestos y silencios, con el dibujo expresando todo lo que no dicen las palabras.

Consciente de que el público espera ver por lo menos una vez a Alack Sinner, Sampayo hace que el detective privado protagonice un agridulce reencuentro con la carismática Sophie, lo que aporta un innecesario toque melancólico, pensado para satisfacer a todos esos fieles lectores que lo siguen desde 1975, cuando el detective privado hizo su primera aparición pública en la revista italiana Alterlinus.

Un libro que incluyera solamente Pepe, el arquitecto, Tenochtitlan y Dibujitos sería una obra maestra, lamentablemente, Historias del Bar es un producto de marketing donde las falencias se intentan ocultar bajo la acumulación de historias desiguales haciendo que, por cada episodio excelente, sea necesario soportar cuatro que van de lo pésimo a lo ilegible.

Fieles a su estilo de escribir siguiendo las noticias de los diarios, Muñoz incluso sugirió que habrían podido sumar a Donald Trump a estas historias, algo que, afortunadamente, no hicieron (“A Trump me lo imagino como un dibujito escapado de mis cuadritos de bar, con todos esos parroquianos agitados en el fondo de la imagen, salido a la realidad con ese jopito cantor. Es un dibujo animado que desanima. Parece un frecuentador de ciertas páginas del bar de Joe”).

En pocas palabras, Historias del bar incluye tres grandes textos y el resto es puro relleno, sin sustancia ni valor; lo más lamentable es que el brillo de los mejores unitarios se ve completamente opacado por las malas compañías que les impusieron sus autores para darle volumen al libro, prefiriendo la cantidad a la calidad, tal vez porque saben que los libros delgados no se venden bien y tienen escasa visibilidad en las librerías.

 

Comentarios en estandarte- 3

1 | Luz María Mikanos 06-05-2024 - 22:19:33 h
Distintas perspectivas aumentan el valor de cada obra! Buena reseña!

2 | Luz María Mikanos 06-05-2024 - 23:15:44 h
Excelente nota! Gracias por publicarla!

3 | Ivan 09-05-2024 - 13:06:38 h
Muchísimas gracias, Luz, sos mi lectora más fiel!