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Gente de Blanco: la salvación por la fe

"Observé cómo los fuertes lloran frente a lo irreparable y los débiles se agigantan cuando la fe los mueve..."

20 de febrero de 2024. Iván de la Torre

Qué: Gente de Blanco Autores: José Luis Arévalo (guion) y Enio Leguizamón (a veces firmando con su pseudónimo Marcos Adán, dibujos) Editorial: Columba Año: 1997 Páginas: 126 Precio: 1.200 pesos argentinos

En una época dominada por el descreimiento religioso, José Luis Arévalo se animó a hablar de su fe católica usando un carismático médico a quien el contacto diario con la muerte, el dolor y la enfermedad obligan a reevaluar sus creencias continuamente:

«Mi nombre es Allan Low. Nací en un pequeño pueblo de Escocia, Lockerbie, hace treinta años. Mi padre era alemán. Mi madre es escocesa y aún habita la vieja casa de sus mayores en la que yo crecí, allá en la aldea. Actualmente vivo en Múnich. Trabajo en el Hospital Modelo de Múnich desde hace seis años. De la diaria lucha defendiendo la vida de la muerte he aprendido que todo tiene un valor relativo sobre el mundo, que todo está de paso... He visto de cerca el amor y el odio... Observé cómo los fuertes lloran frente a lo irreparable y los débiles se agigantan cuando la fe los mueve... Saben, amigos míos, que en mis escritos suelo ser reiterativo hablando del Señor. Hay quienes creen en Dios porque lo sienten. Hay quienes creen en Dios porque lo entienden».

En Gente de blanco, Arévalo relaciona a Dios con los hechos de la vida cotidiana, mostrando la fe como el elemento que los une (y les da sentido) en una época dominada por el lucro, la indiferencia ante el sufrimiento de otro y la acumulación de bienes para ocultar el vacío cotidiano: «Pareciera que el tiempo corre con mayor velocidad, que la fortuna debe ser inmediata. En medio de semejante afán de riquezas, de éxito, de poder, ¿alguien tendrá un segundo apenas para dedicar a las cosas del espíritu? Eso sí, cuando algo no sale bien, o los hombres conocen de cerca la desesperación, recurren a Dios inmediatamente, le imploran milagros, le ruegan y prometen... tarde o temprano todos han de volver a Dios. Porque alguna vez han de entender lo inútil del materialismo en que se han hundido, como si fuera una ciénaga».

A través del doctor Low y su trabajo, Arévalo reflexiona sobre sus temas preferidos (la vida, la muerte, la amistad, el amor y la enfermedad) usando como eje la fe que sana y protege en medio del dolor; en sus trabajos anteriores, limitado por el formato (el western en Durango; el policial negro en Al filo de la medianoche) la introspección de los personajes, hombres duros y pragmáticos, parecía siempre fuera de lugar, pero en Gente de Blanco, el guionista finalmente encontró el espacio perfecto para evaluar la realidad sin prisas, a través de historias íntimas, narradas por una persona sensible, atento a todo lo que sucede a su alrededor:

«Yo, Allan Low, hombre y médico, juro por mi honor que jamás pretendí hacer de estas breves memorias relatos que superaran en gravedad o dicha cada una de mis vivencias. Cuando me decidí a escribirlas me animó solamente el propósito de contar aquellos instantes imborrables de mi vida... de compartir mis soledades largas, de imaginarme que alguien más en este mundo ha de vibrar con las mismas horas que yo. Absurda pretensión, acaso, pero yo estoy hecho de ilusiones y sueños increíbles... Brindo por la vida. Brindo por lo hermoso del día de mañana. Brindo por la dicha de ser médico. Después abro el regalo de Suzanne... Un crucifijo. Un hermoso crucifijo que colocaré en mi habitación. Un símbolo del amor de un hombre a todo el resto. A veces apena creer que algunos lo olvidaron. Yo no».

En esas palabras esta la esencia y el encanto de Gente de blanco, la historia de un hombre obligado cotidianamente a enfrentar la enfermedad, el dolor y la muerte que aprovecha cada experiencia que le toca vivir para evaluar su fe sin caer en el tono didáctico ni en el moralismo de hoja parroquial tan característico incluso en los mejores autores católicos.

José Luis Arévalo, un hombre que falleció, repentinamente, a los 46 años, dejando un inmenso vacío en la novela gráfica argentina, escribió en uno de los capítulos más memorables y queridos de Gente de Blanco su propia despedida en un texto muy emotivo donde, a través de su alter ego, el carismático doctor Lowe, muestra sus ideas personales dejando bien clara la importancia que tiene la fe en su vida a la hora de despedirse de todos aquellos que estuvieron junto a él:

«Yo moriré en una madrugada. Podría jurarlo. Y será un amanecer lluvioso y quieto. Entonces cerrarán mis ojos las piadosas manos blancas de un viejo sacerdote que se ocupará también de encomendarme al Señor. Pretendo pocas flores. Prefiero la oración a los claveles y las orquídeas. Que un crucifijo descanse entre mis manos pálidas. Que no haya ninguna ceremonia prolongada, porque lo único prolongado debe ser el recuerdo. Son los ritos los que agravan la muerte. Esa cosa de los abrazos, de las lágrimas, de las pálidas luces de los cirios, de las palabras de consuelo que sirven a medias. Cuando haya muerto, quiero confundirme con la tierra lindera a un sereno lago, bordeado por álamos y fresnos, donde las flores silvestres y los tréboles crezcan en primavera, donde los niños sueñen con historias de cazadores y vaqueros. Quiero que, en las noches, las luciérnagas iluminen un poco mi lugar. Que, durante el día, los picaflores revoloteen en el sitio. Que canten los gorriones y los mirlos. Que la brisa corra fresca y cantarina entre las ramas. Es terrible para un hombre pensar en su propia muerte. Más yo la acepto con la misma naturalidad con que acepté la vida. Yo me iré para siempre de todas las cosas. Y sólo Dios sabe cuándo. Imagino apenas mi momento último. No pienso demasiado en lo que será de mí, porque eso ya el Señor ha de tenerlo decidido».

 

Comentarios en estandarte- 2

1 | Luz Maria Mikanos 20-11-2023 - 04:27:41 h
Poesía pura, increíble y dura como la vida misma! Gracias De la Torre y gracias Estándarte!

2 | Iván 20-11-2023 - 21:51:33 h
Absolutamente, una inmensa obra, injustamente olvidada, de un autor poco recordado pero con una prosa poética muy buena