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Theodore Sturgeon: el escritor que cambió todo en la ciencia ficción

Uno de los nombres fundamentales de la llamada 'Edad de oro de la ciencia ficción'.

24 de marzo de 2024. Iván de la Torre

Qué: Biografía de Theodore (Ted) Sturgeon.

Theodore Sturgeon (1918-1986) nació en Nueva York y, tras trabajar varios años como marinero para sobrevivir, en 1939 logró publicar su primer relato de ciencia ficción, una historia llamada Ether Breathers, sobre unas misteriosas entidades que respiran éter, en Astounding, la revista más importante del género, dirigida por John W. Campbell.

El escritor destacó rápidamente porque, a diferencia de sus colegas, empeñados en describir complejos mecanismos técnicos y futuros grandiosos, dominados por imperios galácticos, prefería narrar las reacciones de sus protagonistas ante los desafíos que le planteaba un futuro dominado por la tecnología, en un estilo poético que inspiraría a un jovencísimo Ray Bradbury.

Años después, el autor de Las crónicas marcianas, Ray Bradbury, confesaría: “Quizá la mejor manera de expresar lo que pienso de Theodore Sturgeon sea explicar con qué minucioso interés, en el año 1940, abría por el medio cada relato de Sturgeon y le sacaba las tripas para ver qué lo hacía funcionar. Miraba a Sturgeon con secreta y persistente envidia. Y la envidia, tenemos que admitirlo, es para un escritor el síntoma de la superioridad de otro autor. Y como él tenía lo que yo andaba buscando, originalidad, no me quedaba más remedio que volver una y otra vez a sus cuentos, para disecarlos, desmontarlos, reexaminarles los huesos. No sé si de veras descubrí alguna vez el secreto de Sturgeon. Es muy difícil cortar el gas hilarante con un bisturí. La gracia y la espontaneidad son muy evasivas, materiales brillantes y gaseosos que pronto estallan y se esfuman. Levantas la mano para señalar un latido de fuegos artificiales en el cielo de verano y bajas el brazo porque, mientras tratabas de tocarla, la maravilla se desvaneció”.

El impacto de sus primeros cuentos, maravillas como Eso (1940), Un dios microcósmico (1941) o El Bulldozer asesino (1944), le permitió a Sturgeon convertirse en uno de los nombres fundamentales de la llamada “Edad de oro de la ciencia ficción”, donde Campbell promocionó a una serie de autores que revolucionaron el género, incluyendo a Robert Heinlein, A. E. Van Vogt y un jovencísimo Isaac Asimov.

El problema era que, a diferencia de sus colegas, capaces de producir varios cuentos por mes, Theodore Sturgeon sufría constantes bloqueos creativos, que le impedían publicar con regularidad; años después confesaría: “Al hablar con un inteligente amigo mío, me lamenté de que existiera una gran brecha en mi producción literaria entre 1940 y 1946. ¡Qué maravillas hubiera podido escribir, de no haber estado tan inhibido! Y él me dijo que no me lamentara. Y comenzó a revisar mi obra con una lucidez que a mí me faltó. Me señaló que mis primeras obras eran muy buenas, pero que procuraban entretener y nada más. Salvo pocas excepciones, se hallaban desprovistas de un mensaje, cosa que no sucedía con las creaciones posteriores. En otras palabras, los periodos de silencio no significaban necesariamente una detención. Eran solo la forma de madurar en silencio las ideas, de decidir, de seleccionar minuciosamente”.

Esas palabras se comprobarían cuando Sturgeon publicó Las manos de Bianca (1947), un aterrador relato sobre un hombre que se enamora de las manos de una joven discapacitada que tienen vida propia (cuatro décadas después, el escritor de terror Clive Barker reversionaría este tema en La política del cuerpo, uno de sus mejores cuentos).

El texto muestra el gran dominio que ya había alcanzado el escritor sobre su arte, al hacer creíble una historia imposible, usando un lenguaje que va de lo crudo a lo poético, atrapando al lector en una bizarra historia de amor imposible: “La madre llevaba a Bianca cuando Ran la vio por primera vez. Bianca era rechoncha y pequeña, el cabello grasiento y dientes podridos. Tenía la boca torcida y babeaba. O era ciega o no le importaba chocar contra las cosas. En realidad, no importaba, porque Blanca era imbécil. Sus manos… eran manos preciosas, manos elegantes, manos suaves y tersas y blancas como copos de nieve, manos cuyo color tenía un leve tinte rosado como el brillo de Marte en la Nieve. Descansaban juntas sobre el mostrador, mirando a Ran. Estaban allí medio cerradas y agazapadas, latiendo con un movimiento como el del jadeo de una criatura salvaje, y miraban…”.

Theodore Sturgeon, además, comenzó a escribir cada vez con mayor libertad sobre temas sexuales, algo completamente tabú para las revistas de ciencia ficción de la época, lo que le impidió publicar algunos de sus mejores trabajos: “Fue claro para mí que había algunos asuntos que ellos no querían tratar, y yo me rebelé contra eso. Había tanto que se podía hacer, en lugar de buscar cosas que no se podrían hacer. Yo escribí los primeros cuentos de ciencia ficción sobre la homosexualidad: El mundo bien perdido y Asunto con un mono verde. Envié El mundo bien perdido a un editor que lo rechazó, y le escribió una carta a cada editor en el campo para advertirles contra la historia, exigiéndoles que la rechazaran sin leerla”.

En 1950, Sturgeon publicó Los cristales soñadores, su primera novela, sobre un niño huérfano que escapa de sus padres adoptivos llevando consigo un muñeco que oculta un gran secreto, confirmando que también podía afrontar textos largos de calidad, aunque lo mejor de su trabajo siempre serían los relatos cortos.

En la década del cincuenta apareció Galaxy, una sofisticada revista dirigida por Horace Gold que generó una nueva revolución en el género al suplantar las historias dominadas por la ciencia, que había promovido Campbell en Astounding, por un enfoque centrado en el efecto que tendría la tecnología en las personas y la apertura a la experimentación literaria, lo que permitiría la consagración de nombres fundamentales como Alfred Bester, que publicaría allí su novela El hombre demolido (1953).

En Galaxy, aparecieron algunos de los mejores relatos de Sturgeon como El señor Costello, héroe, un fuerte cuestionamiento a la caza de brujas anticomunista; Un platillo de soledad, sobre personajes marginales (un extraterrestre desesperado, una muchacha depresiva y un joven con defectos físicos) redimidos por el amor; Una manera de pensar, la aterradora venganza que lleva a cabo un hombre sobre la joven que provocó la muerte de su hermano menor; y Una chica con todo, que se adelanta treinta años a Alíen, contando el primer contacto entre los seres humanos y un monstruo que sobrevive oculto dentro del cuerpo de sus víctimas.

En todos estos relatos, Sturgeon aplicó una forma de narrar poética y profunda que le permitía conectar con toda clase de lectores: “Yo escribo un cuento como si fuera una carta a alguien y esencialmente, eso es lo que uno hace. Escribir es una comunicación. uno no se sienta en una cueva y escribe la Gran Novela americana. Uno debe escribir especializándose en las personas. Uno escribe una historia sobre soledad, e involucra a todos, porque todos somos expertos en eso. Uno está buscando, buscando a alguien que lo entenderá. Cuando combina algo que decir con la habilidad para decirlo de la forma más apropiada, entonces uno se convierte en un buen escritor”.

Más que humano, de Theodore SturgeonEl relato más conocido de ese periodo es El bebé tiene 3 años, que sirvió de base para Más que humano (1953), la novela más famosa de Sturgeon, sobre un grupo de personas que separadas tiene serias dificultades para sobrevivir, pero juntas forman una entidad todopoderosa, la encarnación del siguiente paso evolutivo de la humanidad.

Theodore Sturgeon contó: “‘Más que Humano se ha publicado en más de doce idiomas. Una cosa muy interesante es que hay cuatro ediciones japonesas. Esto significa que no sólo sobrevive en traducciones en otro idioma, sino que la relación Gestalt es algo que las personas realmente y de verdad quieren saber. La relación Gestalt me ha preocupado por mucho tiempo, el concepto de una entidad entera compuesta de individuos muy discretos que no pierden su individualidad. Gestalt entre las personas no es como un ejército o una dictadura de fascistas donde todos hacemos lo que nos dicen. No es una idea o credo particular que las personas tienen o comparten. Es lo que ellos son”.

El éxito de Sturgeon al proponer una ficción profundamente humana, centrada en el estilo, haciendo que cada historia fuera única, sirvió de ejemplo y guía para el grupo de autores que revolucionaría la ciencia ficción en los años 60.

El crítico Barry Malzberg lo expresó muy bien: “Sturgeon mantuvo abierta la posibilidad de una ciencia ficción que, con el tiempo, llegarían a practicar muchos escritores. Esa posibilidad estaba orientada hacia el estilo, ciencia ficción basada en la configuración y el tono. Ningún otro escritor hacia eso. La contribución de Sturgeon fue única. Con el uso inspirado del estilo, la internalización y la caracterización, mantuvo abierta la puerta para todo lo que sucedió después. Si Sturgeon no hubiera estado a mano para alzar la bandera en defensa de ese tipo de ciencia ficción, si no hubiera demostrado que la literatura podía orientarse hacia el estilo, es posible que los editores y los lectores hubieran estado allí, pero no tendrían una base sobre la cual apoyarse los escritores del género. La ciencia ficción sin Sturgeon hubiera sido una ciencia ficción sin Galaxy, Walter Miller, Jr., Brian Aldiss, Damon Knight; sin Heinlein, Asimov o Van Vogt, el medio se habría empobrecido, pero sin Sturgeon, al promediar la década del cincuenta, podría haberse agotado en la extrapolación de inventos mecánicos y haber dejado de existir”.

Para entender las palabras de Malzberg basta leer un párrafo de Un platillo de soledad: “Ella no dijo nada, pero fue como si irradiara una luz, más luz y mucha menos sombra de la que podía proyectar la ejercitada luna. Entre muchas otras cosas significaba que aun la soledad tiene un fin, para quienes están lo bastante solos, durante bastante tiempo”.

Curiosamente, en la década del sesenta, tras un excelente comienzo con la novela corta de terror Algo de tu sangre (1961), sobre un vampiro muy particular, Theodore Sturgeon publicó muy pocos trabajos rescatables, atrapado por una crisis creativa, personal y económica: “Me casé con Marion y tuvimos cuatro hijos. Las cosas se pusieron realmente muy mal, y al fin tuve un colapso nervioso. Casi no sobrevivo”.

Por suerte, al igual que había hecho con Philip K. Dick, Robert Heinlein lo ayudó con dinero e ideas: “Yo le había escrito a un amigo quejándome que no tenía una sola idea en la cabeza, y que necesitaba una urgentemente. Una mañana fría de noviembre mi mujer y yo abrimos la respuesta. 26 ideas para cuentos: un párrafo, una oración, una sugerencia, una situación. Sujeto a las páginas de la carta había un cheque con una nota: ‘Tengo la sensación de que tu cuenta bancaria está en rojo’. Mientras mi mujer y yo lo mirábamos y nos mirábamos… la estufa se apagó por falta de combustible. Nada podía ser más oportuno que ese cheque. Ambos lloramos. Mi cuento Y ahora las noticias saltó de uno de esos trampolines que había en el sobre, y el fabricante de trampolines se llama Robert A. Heinlein, y me alegra tener esta oportunidad de agradecerle públicamente este favor, uno de los muchos que le debo”.

Sturgeon superó su crisis y logró reinventarse en los años setenta, cuando publicó Escultura lenta (1970), otro relato fuerte e intenso sobre dos solitarios, un genio extravagante y una mujer enferma de cáncer, que protagonizan una inesperada historia de amor y redención.

Lamentablemente, pese a este éxito, las dificultades de Theodore Sturgeon para escribir continuaron, con un bloqueo cada vez mayor que le impidió comenzar nuevos trabajos, a pesar de que continuamente le ofrecían contratos para publicar cuentos, novelas o guiones para películas y series de televisión.

Agotado de que le preguntaran sobre el tema, Sturgeon sintetizó lo que le pasaba: “Uno quiere escribir una historia y se sienta delante de la máquina, espera hasta que le llega determinada sensación, espera unos segundos más solo para estar completamente seguro de saber exactamente lo que quiere hacer, respira a fondo... y se levanta para ir a preparar una taza de café. Esto puede durar varios días…”.

Cuerposagrado (Godbody) de Ted SturgeonLos últimos quince años de su vida, Sturgeon apenas publicó material, acosado por las dudas que le generaba la calidad de su trabajo y el deseo de terminar Cuerposagrado una novela que le llevó más de una década y media escribir, sobre un misterioso personaje mágico que llega a un pequeño pueblo y cambia la vida de una serie de personas (un sacerdote, una mujer, un violador, un banquero…).

El libro fue publicado en 1986 y no tuvo el impacto esperado, ni entre los críticos ni entre los lectores, sin embargo, el autor seguía conservando el respecto de los viejos y los nuevos escritores: Heinlein, considerado el maestro indiscutido del género, escribió el prólogo de la novela, y Stephen King no dudó en recomendarla a sus millones de lectores.

Theodore Sturgeon falleció, poco antes de la aparición del libro, el miércoles 8 de mayo de 1985, en Oregón, acompañado por su última mujer y seis de sus siete hijos.

 

Comentarios en estandarte- 4

1 | Luz María Mikanos 25-03-2024 - 04:19:54 h
Ciencia Ficción de primera mano! Excelente y detallado artículo!

2 | Ivan 25-03-2024 - 17:30:11 h
Muchas gracias, Luz, el gran Ted Sturgeon era un poeta, como vos!

3 | Mario Endrizzi 31-03-2024 - 15:37:44 h
Recuerdo una historieta de la revista Nippur Magnum basada en Más Que Humano y me gustó mucho. Por causa de bolsillos flacos, nunca pude seguirla. Gracias Iván por traer más luz sobre Sturgeon, que curiosamente no se lo nombra mucho en la Edad De Oro de la ciencia ficción

4 | Ivan 31-03-2024 - 16:01:36 h
Muchas gracias por tu comentario, Mario. Creo que te referís a "Historias del mañana", de Ricardo Ferrari, que adaptó varios clásicos de la CF para Columba.