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El principio de El talento de Mr. Ripley

La carta de presentación de Tom Ripley, un joven inmoral e inquietante.

17 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: El principio de El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith

El talento de Mr. Ripley, de Patricia HighsmithCon Patricia Highsmith (Fortworth, Texas, 1921-Ospedale, La Carità, Locarno, Suiza, 1995) la novela negra o de misterio adquiere una dimensión diferente.

En sus obras no hay detectives, ni policías; sus personajes son seres aparentemente normales, que se mueven en el filo de la navaja, siempre rondando el bien y el mal.

Se ve en Extraños en un tren, una historia apasionante en la que dos hombres entablan conversación durante un viaje y acaban planificando un crimen con todos los visos de perfecto: no tienen relaciones comunes, nada les une. Esa es su ventaja, y así acuerdan un juego que acabará de forma siniestra. La novela tuvo una enorme acogida, que creció aún más, pese a los cambios efectuados por el director, cuando en 1951 Alfred Hitchcock la trasladó al cine.

Con los libros de esta autora –de cuyo nacimiento se celebra en 2021 el centenario–, el lector puede admirar una obra extraordinariamente rica, perturbadora, de lenguaje vivo y conciso, sin temor a tratar cualquier tema que se traduce en novelas (Carol, Ese dulce mal, El grito de la lechuza o Small g: un idilio de verano) y relatos (Once, Cadáveres exquisitos o Una afición peligrosa) con ese punto oscuro que caracterizan sus historias.

Además, Highsmith suma a su palmarés la creación de un personaje que daría paso a una serie de novelas con este hombre de moral dudosa, triunfador, criminal, culto y educado como protagonista.

Todo empezó con El talento de Mr. Ripley (1955), carta de presentación de Tom Ripley, un joven inmoral e inquietante, que vive acosado por problemas policiales y que ve el cielo abierto cuando un millonario, Mr. Greenleaf, le contrata para conseguir que su hijo vuelva a Nueva York. Ripley acepta, pone tierra por medio, viaja a Italia, encuentra a Dickie y entabla una complicada y turbia relación de tremendas consecuencias.

Considerada como una de sus más célebres novelas y llevada al cine bajo la dirección de René Clement en 1960 y de Anthony Minghella en 1999, fue la pionera de una apasionante saga a la que pertenecen La máscara de Ripley (1970), El juego de Ripley (1974), Tras los pasos de Ripley (1980) y Ripley en peligro (1991).

 Así empieza:

Tom echó una mirada por encima del hombro y vio que el individuo salía del Green Cage y se dirigía hacia donde él estaba. Tom apretó el paso. No había ninguna duda de que el hombre le estaba siguiendo. Había reparado en él cinco minutos antes cuando el otro le estaba observando desde su mesa, con expresión de no estar completamente seguro, aunque sí lo suficiente para que Tom apurase su vaso y saliera del local.

Al llegar a la esquina, Tom inclinó el cuerpo hacia adelante y cruzó la Quinta Avenida con paso vivo. Pasó frente al Raoul’s y se preguntó si podía tentar a su suerte entrando a tomar otra copa, aunque tal vez lo mejor sería dirigirse a Park Avenue y tratar de despistar a su perseguidor escondiéndose en algún portal. Optó por entrar en Raoul’s.

Automáticamente, mientras buscaba un sitio en la barra, recorrió el establecimiento con la vista para ver si había algún conocido. Entre la clientela se hallaba el pelirrojo corpulento cuyo nombre siempre se le olvidaba a Tom. Estaba sentado a una mesa, acompañado por una rubia, y saludó a Tom con la mano. Tom le devolvió el saludo con un gesto desmayado. Se subió a uno de los taburetes y se quedó mirando la puerta con actitud de desafío, aunque con cierta indiferencia.

–Un gin-tonic, por favor –pidió al barman.

Tom se preguntó si era aquella la clase de tipo que mandarían tras él. Desde luego no tenía cara de policía, más bien parecía un hombre de negocios, bien vestido, bien alimentado, con las sienes plateadas y cierto aire de inseguridad en torno a su persona. Se dijo que, en un caso como el suyo, tal vez mandaban a tipos como aquel, capaces de entablar conversaciones en un bar y luego, en el momento más inesperado, una mano se posa en tu hombro mientras la otra exhibe una placa de policía:

Tom Ripley, queda usted arrestado.

Siguió atento a la puerta y vio que el hombre entraba en el bar, miraba a su alrededor y, al verle, desviaba rápidamente la mirada. El hombre se quitó el sombrero de paja y buscó un sitio en la barra donde pudiera observar a Tom […]

Imposible resistir de tentación de seguir leyendo. En castellano, este libro se encuentra en el catálogo de Anagrama.

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