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Cinco poemas para combatir la tristeza

Poesías de autores de todas las épocas para sobrellevar los malos tiempos.

04 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: Cinco poemas para combatir la tristeza Autores: varios

Lo decía Rabindranath Tagore: “Si de noche lloras por el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. Y con esa intención –suavizar el ensimismamiento que impide ver otras realidades– Estandarte propone un acercamiento a ese magnífico e inagotable mundo de sensaciones que es la poesía, para buscar aquellos poemas que nos alejen de este triste, difícil y largo momento.

Voces sonoras, sin tristezas, que  llevan a soñar con aventuras acompañando a ese pirata romántico y tan dueño de su libertad, que describió Espronceda y que tantas veces hemos recitado; a compartir el amor, el verdadero, que define Shakespeare en un maravilloso y sentido poema; al agradecimiento a la vida, y por la vida, de Enrique García-Máiquez; a sentir el amor, la solidaridad y el compañerismo que va desgranado Benedetti, o a valorar lo que tenemos, a vivir el día, a creer en la risa, en la palabra, a soñar y a vencer el desaliento que proclaman los versos atribuidos a Whitman. Y, aunque no es poesía sino un tema popular chileno, terminamos con una estrofa elegida al azar que ayuda, como toda la canción, a subir el ánimo de Gracias a la vida que Violeta Parra (1917-1967) cantó y dio a conocer: “(…) Gracias a la vida que me ha dado tanto /me ha dado el sonido y el abecedario / con él las palabras que pienso y declaro / madre, amigo, hermano, y luz alumbrando / la ruta del alma del que estoy amando (…)”.

 

Hagamos un trato
Mario Benedetti (1920-2009)

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

 

Soneto CXVI
William Shakespeare (1564-1616)

Permítaseme que no admita impedimento
al enlace de las almas fieles.
No es amor el amor
que al percibir un cambio, cambia
o que propende con el distanciado a distanciarse
¡Oh, no!, es un faro inmóvil
que contempla las tempestades y no se estremece nunca,
es la estrella para todo barco sin rumbo,
cuya virtud se desconoce, aunque se tome su altura.
El amor no es un juguete del tiempo, por más que lleguen
al alcance de su corva guadaña los labios y las mejillas de rosa;
el amor no se altera con las horas y las semanas rápidas,
sino que perdura hasta el fin de los días.

Si esto es error y puede probárseme,
yo no he escrito nunca
ni hombre alguno ha amado jamás.

 

Carpe Diem
Atribuido a Walt Whitman (1819-1892)

No dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco más feliz,
sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario…

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
sí pueden cambiar el mundo…

Somos seres, humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y también es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia…
Pero no dejes nunca de soñar,
porque sólo a través de sus sueños
puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes…
No traiciones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en
contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante…
Vívela intensamente,
sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte…
No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas…”

 

Canción del pirata
José de Espronceda (1808-1842)

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa
y allá a su frente Estambul.

«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

¿Qué es mi barco? Mi tesoro.
¿Qué es mi Dios? La libertad.
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento!
¿Mi única patria? ¡La mar!

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra:
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa
sea cual quiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

¿Qué es mi barco? Mi tesoro.
¿Qué es mi Dios? La libertad.
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento!
¿Mi única patria? ¡La mar!

A la voz de «¡barco viene!»
Es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

¿Qué es mi barco? Mi tesoro.
¿Qué es mi Dios? La libertad.
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento!
¿Mi única patria? ¡La mar!

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

¿Qué es mi barco? Mi tesoro.
¿Qué es mi Dios? La libertad.
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento!
¿Mi única patria? ¡La mar!

Son mi música mejor
aquilones;
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado.
Arrullado
por el mar.

¿Qué es mi barco? Mi tesoro.
¿Qué es mi Dios? La libertad.
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento!
¿Mi única patria? ¡La mar!»

 

Dentro de muchos años, hija
Enrique García-Máiquez

Habrá una tarde triste
—no sé por qué se espera
siempre a las tardes tristes
para cuadrar las cuentas—

en que hagas el balance
de una larga existencia.
Te estoy viendo ordenando
las sucesivas penas

y las satisfacciones
en dos hondas hileras.
¡Y no podré advertirte
(no estaré) que una pena

no vale la mitad
de cualquier dicha! Echa
con cuidado tus números
y, antes de hacer la resta,

no dejes de apuntar
lo que tú no recuerdas.
Que nos diste naciendo
la alegría perfecta.

 

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