Raúl Zurita, la poesía ante al dolor

12 de septiembre de 2020. Estandarte.com

“Que aquí renazcan todas las cosas;
que renazcas tú, cada uno de ustedes
con algo de estos poemas,
con algo del nuevo mar tiñéndose sobre
el horizonte”.

Con estos versos de Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) celebramos que el poeta haya sido reconocido con el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en su XXIX edición, correspondiente a 2020. Este galardón premia el conjunto de la obra de un autor vivo por su aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España. En este caso, se ha subrayado “su ejemplo poético de sobreponerse al dolor, con versos con palabras comprometidas con la vida, con la libertad y con la naturaleza”, según Llanos Castellanos, presidenta de Patrimonio Nacional, organismo que, junto a la Universidad de Salamanca, concede este premio, dotado con 42.100 euros.

Dante y las lecturas que compartía de niño con su abuela de La divina comedia están en el origen de su interés y vocación literaria, que ha fructificado en decenas de obras desde que en 1979 publicara su primer libro, Purgatorio. A él se suman títulos como Anteparaíso, La vida nueva, Cantos a su amor desaparecido, Tu vida rompiéndose o Zurita, que le han convertido en una figura decisiva de la poesía iberoamericana y le han valido, entre otros, el Premio Nacional de Literatura en Chile en el año 2000, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2016 o este Reina Sofía. Zurita es el tercer escritor chileno en recibir este galardón, tras Nicanor Parra (2001) y Gonzalo Rojas (1992). En la pasada edición le correspondió al español Joan Margarit, en el mismo año que obtuvo el Premio Cervantes.  

Luis García Montero, director del Instituto Cervantes y miembro del jurado, presenta al poeta chileno como un “referente de las vocaciones poéticas, con un lenguaje libre, arrebatado y ajustado, su obra fue convirtiéndose en el emblema de la gran tradición de la poesía chilena. Libros como Anteparaíso o La vida nueva demuestran que se puede defender, frente al miedo, frente a la represión, la voluntad de la palabra poética como dignidad de los seres humanos. Eso es la figura de Raúl Zurita: un mar abierto capaz de enfrentarse y golpear a las rocas”.

Esa represión y ese miedo que cita García Montero remiten a la dureza de la dictadura chilena que el poeta padeció, en la que fue perseguido y torturado y que marcó su vida y su obra.

Con su trabajo, según declaró en una ocasión, pretende “acortar la brecha entre nuestra infelicidad real y aquello que apenas llegamos a vislumbrar como nuestra felicidad posible […]”. En ocasiones sus ideas han rebasado los límites del papel para convertirse en acciones artísticas reivindicativas o en huellas poéticas como la de esas cuatro palabras excavadas en la arena del desierto de Atacama: “Ni pena ni miedo”. En su poesía vuelca su memoria personal e histórica, le interesa lo real y en esa realidad la naturaleza tiene un lugar trascendental, como se aprecia, por ejemplo, en los versos con los que terminamos de su poema Saludamos las piedras de Chile:

“Amadas piedras
Somos el aire más duro que toca, el primer
sueño, las palabras que jamás se dijeron,
murmuran encaramándose las piedras de Chile
porque si tú sientes el latido de los riscos
entenderás que mi amor es igual que tu amor
y que mi pena es también la tuya
Que los roqueríos palpitan, se encrespan y
hablan
y entonces en la oscuridad, cuando ya hayas
cerrado este libro
al menos sentirás mi mano buscando la tuya
aquí, en la durísima noche de las piedras.”