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Joan Margarit, Premio Cervantes 2019

El poeta bilingüe en busca del orden interior frente al desorden de la vida.

19 de noviembre de 2019. Estandarte.com

Qué: Joan Margarit, Premio Cervantes 2019

Joan Margarit, Premio Cervantes 2019En el epílogo a su libro Cálculo de Estructuras (Visor libros, 2005), Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) escribe sobre la concisión y la exactitud en la poesía. Lo hace con claridad, sencillez, honestidad y apelando al poder de consolación de un poema. Su vocación de poeta, según estas bellas palabras, está ligada a aumentar el orden interior personal. Y esto con una poesía que busca lo imprescindible en cuanto a versos, palabras y argumentos, y que lo hace con intensidad, sin atajos, encontrando el equilibrio esencial entre humildad y osadía.

Su poesía es una extensión de su vida, de sus emociones y sus experiencias; tiene que ver, como escribe en el prólogo de El primer frío, poesía 1975-1995 (Visor) con el deseo de “dejar constancia de lo que se ha sentido en un momento dado, o sea, intentar conservarlo contra el desgaste del tiempo, es una de las defensas más elementales contra la angustia por el carácter efímero de nuestra vida”.

Esta forma de plantearse y de abordar la escritura es aplaudida ahora con el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras en España, que se suma a una larga lista de premios entre los que se encuentran el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana también este año o el Premio Nacional de Poesía en 2008 por Casa de Misericordia (Visor).

Poeta y arquitecto, Margarit, que ha sido catedrático de Cálculo de Estructuras en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universitat de Barcelona, relaciona una y otra labor con maestría señalando que el Cálculo trata de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material (en general, acero u hormigón) y la poesía trata de decir el máximo con un mínimo de palabras. 

El Cervantes reconoce ahora “su obra poética de honda transcendencia y lúcido lenguaje siempre innovador, ha enriquecido tanto la lengua española como la lengua catalana, y representa la pluralidad de la cultura peninsular en una dimensión universal de gran maestría”. No siempre pudo expresarse en catalán. Su primer libro, Cantos para la coral de un hombre solo, publicado en 1963 con prólogo de Camilo José Cela, recoge poesía en castellano; hasta los años ochenta no editó su obra en catalán. En una entrevista con Charo Ruano que Margarit comparte en su web habla con claridad sobre el tema de las lenguas: “No conozco ningún poeta importante que no haya escrito sus poemas en su lengua materna. Es un tema mucho más difícil en el caso de los catalanes que en nuestra infancia tuvimos prohibido aprender a escribirla en la escuela, aquellos tiempos en los que tantas veces tuve que oír algo que al niño le resultaba incomprensible: «habla en cristiano». La lengua, como el color de la piel o el lugar donde se viene al mundo no se elige. Por eso debe ser objeto del máximo respeto. Pero no son las lenguas el problema: son los hombres y mujeres que las hablan. Por mi parte, tengo dos lenguas, una materna y otra casi materna, ¿qué más quiero? Franco y algún que otro sucesor quiso que sólo tuviese una”. Estas palabras explican esa anécdota muy expresiva de su proceso creativo: siempre lleva en el bolsillo un poema y al cabo de una semana o dos le acompañará otro. El nuevo es en castellano y surge de la chispa del original en catalán, pero no es una traducción: en el proceso evoluciona y hace evolucionar al otro. Por eso, la obra de Margarit se mueve en el bilingüismo.  

Se trata de una obra poética muy extensa, con algún ensayo, libros técnicos y una importante labor de traducción al castellano o al catalán de autores como Rainer Maria Rilke, Elizabeth Bishop o Thomas Hardy, entre otros.

Terminamos esta celebración con las bellas palabras de Margarit sobre la poesía del epílogo de Cálculo de Estructuras que citábamos al principio:

“Sobre la concisión, diría que un poema es como la estructura de un edificio muy particular a la que no le puede faltar ni sobrar ni un pilar, ni una viga: si sacásemos una sola pieza, se desplomaría. Si en un poema se saca una sola palabra, o se cambia por otra y no pasa nada, es que no era un poema. O todavía no era un poema. Sólo llega a serlo cuando no se puede sacar o cambiar pieza alguna de la estructura. Pero entonces tampoco será necesariamente un buen poema: esto es otro tema que tiene más que ver con la otra característica a la que yo me refería: la exactitud. Un poema ha de decir justo lo que necesita (la mayor parte de las veces sin saberlo) su lector o lectora. De esta exactitud viene el poder de consolación de la poesía, porque la poesía sirve para introducir en la soledad de las personas algún cambio que proporcione un mayor orden interior frente al desorden de la vida. A la angustia por este desorden a veces se intenta hacerle frente con los entretenimientos, pero la diferencia es que de un entretenimiento se sale tal como se ha entrado. Sólo se ha pasado un rato. En cambio, al acabar de leer un poema ya no somos los mismos porque ha aumentado nuestro orden interior.” Joan Margarit

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