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Vives en las cintas que me grabaste

Rob Sheffield recrea una historia de amor y música.

24 de abril de 2020. Estandarte.com

Qué: Vives en las cintas que me grabaste. Una historia musical de amor y pérdida. Autor: Rob Sheffield Editorial: Blackie Books Año: 2018 Páginas: 232 Traducción: Carles Andreu Precio: 19 €

Vives en las cintas que me grabaste es el recuerdo emocionado en forma de libro –lo publica Blackie Books– que el periodista Rob Scheffield (Boston, 1966) dedica a la que fuera su pareja, Renée Crist. Ella ya no está, murió, pero está su música y entonces Renée vive un poco en ella, en las cintas que grabó para Sheffield o junto a él. Escucharlas es una forma de recordarse juntos. Y escribir estas memorias musicales es, para Rob Sheffield, una forma de no olvidar quiénes eran. Por eso, el autor abre cada episodio de esta historia con una cinta diferente y una nueva recopilación de su colección.

Acostumbrados a todo tipo de dispositivos digitales donde almacenar millones de canciones, los más jóvenes es posible que no entiendan ni palabra. ¿Un objeto que necesita otro para hacer sonar doce canciones? Dicho así suena casi cómico. Pero es que no es la música, no; es el recuerdo, es la época, es fulano y mengana que grabaron aquella cinta o a quienes se las grabaron y se nos vienen a la cabeza con una imagen tan nítida como el tacto de la cinta que sostenemos en las manos. Si encontramos o no un viejo radiocasete que siga funcionando y sea capaz de extraer el sonido que ahí se esconde estaremos de suerte. Y mientras aparece, por si acaso, las cintas las guardamos. ¿Por si acaso qué? Y una posible respuestas puede ser el título de este libro; efectivamente Vives en las cintas que me grabaste.

Rob Scheffield y Renée Crist se conocieron cuando tenían 23 años. Sonaba una canción y ambos se estremecieron: era Radio City de Big Star. ¿No podría ser aquello el comienzo de una buena sesión de emociones para compartir y disfrutar? ¿No se parece eso, la descripción anterior, a lo que demonios sea que llaman “amor”? El caso es que sí, aquellos dos se enamoraron, escucharon más canciones juntos, hablaban de muchas cosas y hablaban mucho de música, fueron a conciertos y escribieron crónicas sobre las actuaciones a cuatro manos. Se quisieron. Renée falleció repentinamente hace unos años de una embolia pulmonar. Le dejó demasiados recuerdos y una caja llena de las cintas que se grabaron. Esas donde Renée habita ahora como una inesperada okupa musical.

A veces Sheffield va a su encuentro y revuelve en el cajón de las cintas y otras es al revés, la música parece salir a buscarlo: “He encontrado esta cinta con la letra rizada de Renée en la etiqueta. Intuyo que la noche va a ser larga. Estamos solos Renée, las canciones que ella eligió y yo. Todas esas melodías me recuerdan a ella. No es la primera vez que hacemos esto. A veces nos encontramos a oscuras y compartimos unas cuantas canciones. Es lo más cerca que estaremos de oír nuestras voces”.

Rob Sheffield es periodista musical y comentarista cultural. Desde 1997 escribe columnas en la revista Rolling Stone, donde analiza de forma elevada, pero cercana, música, televisión y demás manifestaciones y disciplinas de la cultura pop. Y es escritor. Escribe sobre las cosas que ama o ha amado ya sean sus discos favoritos o las cintas recopilatorias que se grabó con su novia. Su primer libro, este que Blackie Books edita ahora, se convirtió en un best seller el mismo año de su publicación. Es su libro más personal, aunque también lo son otros ensayos  no traducidos como Talking to girls about Duran DuranTurn Around Bright Eyes: The Rituals of Love and KaraokeOn Bowie o el último, una declaración de amor a los Beatles: Dreaming the Beatles. The Love Story of One Band and the Whole World.

Más libros, más música. La vida sigue y ha seguido para Sheffield que, según cuenta la información de prensa, “vive con su mujer en Brooklyn y continúa haciendo recopilaciones de canciones y escribiendo sobre todas sus cosas favoritas”. Seguro que a veces tiene uno de esos días o esas noches como las que describe en el libro: “Brooklyn, una cafetería llena y una silla junto a la ventana. Estoy escuchando una cinta recopilatoria de 1993. Soy el único que escucha. Los vecinos duermen. Los skaters que se sientan en mi portal a beber cerveza y escuchar hip-hop polaco a todo trapo ya se han largado. El restaurante de al lado ha cerrado, pero el olor a borscht y a kielbasa sigue flotando en el ambiente. Ahora vivo aquí. Otra ciudad, un apartamento diferente, un año diferente”. Menos mal que, de alguna manera, algo queda de las personas en las cintas que dejó grabadas.

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