La primera vuelta al mundo

01 de abril de 2021. Estandarte.com

Este apasionante documento, que se puede leer como un diario, un estudio científico, un libro de viajes o una  epopeya y que ahora reedita Alianza Editorial, tiene como autor a Antonio Pigafetta (Vicenza, Italia, 1480-1534), un noble italiano de educación genuinamente renacentista, geógrafo, explorador, cronista y también aventureroque se enroló en aquella gran proeza patrocinada por Carlos I de España a petición del marino portugués Fernando de Magallanes, quien tuvo la precaución, e incluso la astucia, de ocultar en la medida de lo posible los más que seguros riesgos a los que se enfrentaba esta expedición en la búsqueda de especias navegando hacia el oeste, rumbo a las “islas de las especias” en lugar de seguir las rutas habituales.

Una aventura que tuvo un motivo económico, esto es innegable –las especias eran un tesoro–, pero que culminó con el éxito de haber dado la vuelta al mundo por primera vez, iniciando una era de comunicación hacia el oeste y a la que Pigafetta se unió con afán de fama y con voluntad de escribir un libro que contase “todas las cosas pasadas día a día durante nuestro viaje”.

El libro narra con precisión y claridad –-tal como el autor lo ve– la cotidianidad  de una arriesgada hazaña que duró tres años; que terminó con 18 supervivientes “los más flacos y destrozados que podía ser” tripulantes de sola una nave, la Victoria, capitaneada por el vasco Juan Sebastián Elcano (personaje inexistente para Pigafetta, al que no nombró en ningún momento); que reflejó los recelos entre españoles y portugueses a lo largo de los tres años que duró el viaje; que descubrió nuevas rutas marinas, nuevos accidentes geográficos, nuevos pueblos, nuevas costumbres y nueva fauna y flora; que se cobró la vida en abril de 1521 de su admirado Magallanes, un héroe para el autor, al que, después de relatar la batalla donde cayó mortalmente herido, describe como un ser adornado de todas las virtudes, constante ante las adversidades, capaz de las  mayores privaciones, conocedor como ninguno de las cartas náuticas y perfectamente dotado en el arte de la navegación.

Este relato pide una lectura inocente, sin ideas preconcebidas, con los ojos de quienes vivían en aquellos tiempos, dejándose sorprender por las descripciones de animales, paisajes, ritos y vicisitudes (que fueron muchas) y participando de la admiración y sorpresa que sintieron quienes leyeron su narración.

Su lectura entusiasmó a Gabriel García Márquez quien, al recibir en 1982 el Premio Nobel de Literatura, empezó su discurso dedicando un homenaje a Pigafetta y a su libro “breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy”.  Mejor presentación, imposible.

Página a página el lector comparte su admiración cuando se entera de que en las Canarias crece un gran árbol cuyas hojas destilan gotas de agua que se depositan en una cavidad a su pie, donde isleños y animales van a abrevarse; sufre con él el hambre; atraviesa, tras capear tremendos temporales, el estrecho de Magallanes, llegando al Pacífico, siempre rumbo al oeste, sorteando peligros, comerciando con los pobladores de las tierras encontradas en su camino; evangelizando, pidiendo acatamiento al rey de España o guerreando si era necesario, allí donde ponían pie.

Como buen científico, Pigafetta describe tanto árboles –el del clavo o la canela–, como ropajes, aspecto, ritos y formas de vida de los indígenas; relata recibimientos y banquetes; nombra reyes, rajás, islas; habla de moros, gentiles y de las diferencias entre ambos; y cuenta con minuciosidad los intercambios comerciales: oro, especias, alimentos a cambio de telas, espejos o abalorios; se hace eco de leyendas… 

Toda una maravillosa aventura, que celebra el quinto centenario de su partida en 2019 y que tendrá su culminación pasados tres años con la celebración de la llegada de aquella única nave y de sus dieciocho supervivientes.