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Cartas falsas de escritores reales

En este ejercicio literario, María Negroni rinde un bello homenaje a los clásicos.

23 de abril de 2021. Estandarte.com

Qué: 22 Cartas extraordinarias de escritores muy reales Autora: María Negroni Editorial: Demipage Año: 2016 Páginas: 122 Precio: 24 €

22 cartas extraordinarias de escritores muy reales, de María NegroniEn este ejercicio apasionante de inventar cartas de escritores reales, María Negroni (Rosario, 1951) –que presenta esas misivas de una forma poética como “cuidadosamente apócrifas”– se pone en los zapatos (o más bien, en los escritorios) de cada uno de los protagonistas y adopta sus voces y sus estilos. Se convierte así en J. D. Salinger, Daniel Defoe, Charlotte Brontë, Herman Melville, Mary Shelley, Johanna Spyri (en este caso, en su personaje), y así hasta veintidós autores escogidos por haber sido los que han constituido la primera biblioteca de muchos niños y jóvenes.

La escritora argentina inventa, pero no de la nada. Esas cartas no existieron, algunas podrían haberlo hecho, otras tendrían que haber salvado abismos enormes –insalvables– como la mezcla entre personajes reales y de ficción en las figuras de los remitentes y los destinatarios o la falta de coincidencia cronológica entre ambos. Pero en sus contenidos, en lo que cada una de ellas cuenta, sí hay algo de verdad. En este sentido está muy bien escogida la cita que abre la colección de cartas: Yo soy una mentira que dice una verdad (Jean Cocteau). En esas correspondencias se reflejan las preocupaciones e intereses de sus (falsos) autores, sus tormentos, parte de sus biografías y de sus geografías y, sobre todo, la relación que establecieron con la literatura. En muchos casos dolorosa y en otras, un consuelo. “Me dirá que después adquirí un nombre y tuve éxito. Es verdad: ese éxito inconcebible existe, pero fue a costa de perder mi voz, de firmar libros que no me representan, carentes de pasiones difíciles, de alegrías ni siquiera sobrias, en los que desaparezco por completo […]”, se supone que escribe Louisa May Alcott a una Emily Dickinson a la que, en realidad, nunca conoció.

Este es un libro gozoso, de esos que se disfrutan de principio a fin y a los que merece la pena acercarse con la mente cargada de curiosidad, de ganas de explorar y de indagar en esos cabos y esas pistas que María Negroni ha sembrado. Es gratificante empezar a bucear en los perfiles del remitente y el destinatario de una carta en concreto y hallar esa clave que les une, aunque entre la muerte del primero y el nacimiento del segundo transcurriera más de un cuarto de siglo. O reconocer cómo emerge al leer las supuestas notas de Lewis Carroll la misma sonrisa que el autor británico consiguió que esbozara el lector en algunos de los pasajes de Alicia en el País de las Maravillas.

Además de las historias que inventa Negroni, hay otro ingrediente que hace de este libro de la editorial Demipage una delicia: su diseño gráfico –concebido por Paprika– que juega con detalles como insinuar un mapamundi con las letras que componen la carta de Julio Verne o “marear” la carta de Salinger inclinando hacia arriba o hacia abajo las líneas según va pasando de un párrafo a otro. Las ilustraciones de Jean-François Martin son otro cómplice maravilloso.

Negroni cuenta en el prólogo que para escribir estas cartas estuvo un año sumergida entre los libros que le marcaron como pequeña lectora. El trabajo que ha hecho aquí no solo despierta el deseo de recuperar esos clásicos, sino de indagar en la obra de la argentina y descubrir la auténtica voz de esta escritora que ha demostrado con una imaginación desbordante y una gran inteligencia para hilvanar realidad y ficción su amor por la literatura. Autora de poesía, ensayo, narrativa, también es traductora y profesora, todo en torno a las letras, y entre sus obras se encuentran Elegía Joseph Cornell, Museo Negro, El viaje de la noche, El sueño de Úrsula o Archivo Dickinson. Este último es un homenaje a Emily Dickinson, autora a la que ha traducido y por la que siente una especial admiración. De esta obra, editada por Vaso Roto en 2018, tomamos Hermana para acercarnos más a Negroni, a la Negroni influida por el lexicon de Dickinson:

Hermana

Vinnie dice que le tengo fobia a la eternidad, que no hago más que llevarme la contingencia a la boca, y allí amarla con la arrogancia de la humildad. Dice que mi mente no vuelve al hogar jamás –no siquiera refunfuñando– y que prefiero educar jilgueros desde la almohada, cuando mi pensamiento está incierto. Si digo que se equivoca, miento. Si digo que no, también.

  

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