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Concha Espina, antología poética

Torremozas celebra el 150 aniversario del nacimiento de la escritora.

04 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: Concha Espina. Poesía reunida Autora: Concha Espina Editorial: Torremozas Año: 2019 Páginas: 376 Edición: Fran Garcerá Precio: 18€

Yo soy una mujer: nací poeta,
y por blasón me dieron
la dulcísima carga dolorosa
de un corazón inmenso.

Han nacido un amor, interminable,
y un cantar gigantesco;
pasión que se desborda de la tierra
y que invade los cielos…
Ando la vida muerta de cansancio,
inclinándome al peso
de este afán, al que busca mi esperanza
un horizonte nuevo,
un lugar apacible en que repose
y se derrame luego
con la palabra audaz y victoriosa
dueña de mi secreto.
Yo necesito un mundo que no existe,
el mundo que yo sueño,
donde la voz de mis canciones halle
espacios y silencios;
un mundo que me asile y que me escuche;
¡lo busco, y no lo encuentro!…

(Yo soy una mujer: nací poeta…, poema incluido en la novela La esfinge maragata, 1914.)

 

La novela en la que se recoge este poema autobiográfico, La esfinge maragata es, probablemente, uno de los libros más conocidos de la inmensa obra de la escritora Concha Espina (Santander, 1869-Madrid, 1955). Con él obtuvo el premio Fastenrath, el máximo galardón en ese momento –1914– de las letras españolas, concedido por la Real Academia Española; la misma institución que –según cuenta la biografía de la escritora en la web de Real Academia de la Historia– no la apoyó en una de sus candidaturas para el Nobel en la que le faltó un solo voto para lograrlo. Estuvo tan cerca de lograrlo que ha sido incluida en la exposición itinerante que reconoce la labor de las Mujeres Nobel y que hasta mediados de agosto de 2019 puede visitarse en Madrid, en el Hospital 12 de octubre. Sí obtuvo, sin embargo, otros reconocimientos, como el Premio Nacional de Literatura en 1926 por Altar Mayor (ese año también lo recibió Wenceslao Fernández Flórez), el Premio la Gran Cruz de Alfonso X o la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo; en 1938 fue nombrada miembro de honor de la Academia de Artes y Letras de Nueva York y cinco años más tarde, vicepresidenta de la Hispanic Society of America.

Según Juan Carlos León Brázquez, especialista y apasionado en Concha Espina: “El libro [por La esfinge maragata] saltó las fronteras y las traducciones se sucedían, al alemán, al ruso, al inglés, al italiano.... Los críticos se fijaron en el libro y en la autora y Concha Espina empezó a convertirse en una escritora de culto, no dejando de producir literatura, con mayor o menor fortuna, hasta su muerte, en 1955”.  Cuando murió hacía quince años que se había quedado ciega, pero ni eso la apartó de la literatura.

A pesar de que ella siempre consideró la poesía como el eje vertebrador de su producción literaria, fueron sus novelas y artículos periodísticos los que sostuvieron su fama y, económicamente, a su familia (según la crítica estadounidense Mary Lee Bretz, Concha Espina es la primera mujer española que vivió con independencia económica gracias a su trabajo como escritora). Después fue olvidada, sobre todo en su papel de poeta: mientras sus novelas volvían a reeditarse, su poesía quedaba relegada. Cuando todavía era niña, su madre se encargaba de pasar a papel los versos que su hija le recitaba; el primer libro que publicó fue un poemario y muchas de sus novelas pueden considerarse como poesía en prosa. En 2019, que se cumple el 150 aniversario de su nacimiento, la editorial Torremozas ha publicado Concha Espina. Poesía reunida, libro editado por Fran Garcerá –especialista en la llamada Edad de Plata– que describe a la santanderina en una entrevista en M21 como una escritora atemporal con una voz propia: “eso es lo que le pone en valor en la actualidad”.

La antología reúne sus tres poemarios: Mis flores (1904), que con los años ella misma llegó a juzgar duramente quizás por su ingenuidad; Entre la noche y el mar (1933), maduro y testigo de múltiples viajes y temas universales como el miedo o el amor, y, por último, La segunda mies (1943), que reflejaba la circunstancia vital que atravesó durante la Guerra Civil; además de poemas que escribió en prensa, en algunas de sus novelas (como el que abre este texto) y dos inéditos que dedicó a sus nietas. La introducción de Fran Garcerá y un anexo fotográfico completan la edición.  

Disciplinada y constante, se informaba y documentaba muchísimo, viajaba y se movía para pulsar la realidad y escribir de primera mano, denunciando, si era lo que presenciaba, las condiciones sociales(El metal de los muertos, ambientada en las minas de Riotinto, es un gran ejemplo de ello).

Torremozas, editorial especializada en literatura escrita por mujeres, con especial atención a poesía y relatos cortos, reconoce en ella a “una de las autoras más representativas de la Edad de Plata, tanto por su lucha personal para liberarse de algunos de los preceptos sociales que todavía continuaban imponiéndose a las mujeres, como por su perseverancia y dedicación hasta lograr que su voz literaria alcanzase un lugar privilegiado”.

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