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Tiempos recios, de Mario Vargas Llosa

Una novela que revela el poder de las noticias falsas.

27 de mayo de 2021. Estandarte.com

Qué: Tiempos recios Autor: Mario Vargas Llosa Editorial: Alfaguara Año: 2019 Páginas: 560 Precio: 20,90 €

Tiempo recios, de Mario Vargas Llosa“Andaban los tiempos recios” escribía Santa Teresa de Jesús al hablar de los que ella estaba viviendo, y de Guatemala y sus tiempos recios –duros, violentos, peligrosos, intrincados– escribe Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) en esta intensa novela.

En Tiempos recios, los personajes, reales la mayoría o ficticios, se van entrelazando creando un inmenso mosaico de intereses y de historias personales y políticas, para retratar con una innegable maestría narrativa los entresijos del golpe militar que en 1954 acabó con el gobierno de Jacobo Árbenz, aupó a Carlos Castillo Armas a la presidencia y puso sobre el tapete el poder de la manipulación y su capacidad para orientar la opinión y hacer de la mentira verdad.

El libro se inicia con un capítulo revelador. Dos hombres: Sam Zemurray –dueño de la empresa frutera United Fruit, implantada en toda Centroamérica y el Caribe– y Edward L. Bernays –autoproclamado como Padre de las Relaciones Públicas– se reúnen en 1948 a petición del primero para lavar la negativa imagen de su empresa. La colaboración es rentable y abre, además, las puertas a la solapada intervención (había que evitar el rechazo internacional) de EE UU en los asuntos internos de Guatemala y de otros países de Latinoamérica. Bernays advierte de que el riesgo no es el comunismo sino la democracia: “El peligro de que Guatemala se vuelva comunista pese a ser cabecera de playa para que la Unión Soviética se infiltre en Centroamérica y amenace el Canal de Panamá es remoto. Y yo diría que, de momento, no existe”. Sin embargo o por eso mismo, la propaganda se centra con notable éxito en esa incierta amenaza comunista. No en vano son los años de la Guerra Fría, en los que no es difícil construir un relato no por falso menos efectivo.

Y empieza la historia. Un relato con múltiples capas, lleno de entresijos que ponen de manifiesto la envidia, la venganza, el deseo, el amor…, que retrata personajes de la más variopinta condición, que cuenta, en un continuo ir y venir del tiempo, sus conversaciones, sus conspiraciones y sus más íntimas aspiraciones, que no duda en describir con realismo los manejos de unos y otros en pos de sus intereses.

Tiempos recios mezcla realidad –los personajes existieron, los hechos también– con la ficción para dar a conocer la dura historia de Guatemala.

A lo largo de la novela (cuajada de palabras tan llenas de riqueza expresiva como patoja, alunada, aindiado, finquero, cachureco, huipil o finquero), el autor va relatando, a través sus protagonistas, la neutralidad o indiferencia política que desaparece cuando fuerzas externas atacan al país; el miedo pavoroso que sobrecoge a los otrora poderosos al sentir la amenaza de la tortura, el destierro o la muerte violenta; el pesimismo al comprobar que pase lo que pase “…Lo único seguro es que Estados Unidos seguirá decidiendo todo por nosotros. Pero tal vez la alternativa sería peor. Quiero decir, que Moscú en vez de Washington organizara nuestra vida. Cuando nos dejan libres lo hacemos todavía peor. Lo menos malo parecería ser que sigamos siendo esclavos”; la manipulación que acaba derrotando las mejores intenciones y de la que no deben quedar pruebas, un borrado indispensable para que no quede huella ni se pueda acusar a Estados Unidos de haber invadido un pequeño país soberano y derrocado a su gobierno elegido democráticamente solo para defender los privilegios de una compañía trasnacional, la United Fruit.

Capítulo a capítulo, a lo largo de un relato apasionante hecho de planos temporales diferentes el lector descubre la vida del golpista Carlos Castillo Armas, hombre duro, rencoroso e incluso algo acomplejado; del inquietante y violento Johnny Abbes García, conocido como el dominicano; de Marta, Miss Guatemala, mujer enigmática, misteriosa, de enorme belleza y amante de Castillo Armas; del embajador de Estados John Emil Peurifoy, un maestro en el arte del engaño; del ¿traidor, desleal, conspirador? teniente coronel Enrique Trinidad García y del derrotado, idealista e ingenuo Presidente Jacobo Árbenz.

Seres, en su mayoría, oscuros e incluso siniestros, indignos de admiración que no dudaron en buscar ayuda en otros dictadores como Trujillo, Somoza o Duvalier o en saltar todas las reglas para conseguir sus propósitos.

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