Pasión por leer. Pasión por escribir.

Portada > Noticias > Libros > Novela > Saludos nada cordiales, de Christophe Carlier

Saludos nada cordiales, de Christophe Carlier

Una novela de misterio que comienza con unas extrañas cartas.

23 de septiembre de 2020. Estandarte.com

Qué: Saludos nada cordiales Autor: Christophe Carlier Editorial: Maeva Año: 2018 Páginas: 168 Traductora: Isabel González Gallarza Precio: 17 euros

Saludos nada cordialesSaludos nada cordiales no es el primer trabajo literario en el que el francés Christophe Carlier hace de las cartas el centro de atención. Antes de esta novela de misterio –de cozy mystery la califica la editorial Maeva, un subgénero de la novela negra de misterio que tendría como particularidad no ser tan negra, es decir, tratar de forma menos abrupta o explícita temas como la violencia o el sexo– escribió Lettres à l’Académie Française. En este curioso libro, Carlier recopilaba las cartas que autores clásicos de las letras francesas tales como Balzac, Dumas o Baudelaire enviaron a la Academia Francesa de las Letras. Ahora vuelve a las cartas, pero en el terreno de la ficción.

Saludos nada cordiales son los que llegan, a través del correo, a los habitantes de una pequeña isla frente a la costa de la Bretaña francesa. Se trata de un sitio donde apenas pasa nada, donde todos se conocen y conocen al cartero, Gabriel, alguien querido por sus vecinos al que la artrosis y “los años que erosionaban su puntualidad, no habían mermado el rigor”. Él seguía tratando su bolsón de reparto como si fuera el baúl de los tesoros que en otra época –la de las cartas de amor, la de las noticias de familiares lejanos– había sido, aunque en esta lo único que llevaba eran las facturas que todo el mundo recibía con desgana. Hasta que un 13 de octubre “que no era martes”, llegó la primera de las extrañas cartas. La recibió Théodore, “que vivía solo y nunca recibía correo. Pensando que contenía una buena noticia, abrió el sobre con curiosidad y sacó una tarjeta postal en cuyo reverso había escritas dos frases”. No debió parecerle muy bien lo que allí estaba escrito –el autor no tiene prisa por desvelar el contenido de los mensajes– porque “tras leerlas, rompió la inoportuna misiva, por lo que ninguno de sus allegados sospechó nunca su existencia. No se habla de una carta así”.

Esa última afirmación es válida para ese personaje, pero no para el tercero que recibe una de las cartas. Su destinataria es Léocadie, que no tiene problema en hablar de ello en el bar del pueblo, que como en todos los pueblos es el centro oficial de información y comunicación. El asunto se hace pública. Las cartas siguen llegando y contienen secretos del pueblo, dimes y diretes, todo eso que se calla cuando se cierran las puertas de las casas o se rellenan los nichos del cementerio. Quien las escribe parece conocer bien los defectos y debilidades de los lugareños: es uno de ellos y así lo demuestra el matasello de las cartas, que es el de las islas. La ansiedad crece, se transforma en desconcierto con algo de miedo y mucha paranoia: el edificio de correos se convierte en un sitio maldito que se intenta evitar, los niños se quedan en casa en cuanto se pone el sol…

El asunto no pasaría de la categoría de broma de mal gusto hasta que, con el invierno, llega una nueva carta, esta vez firmada. El nombre es el de una niña que murió diez años atrás. ¿Es una carta falsa? ¿O es que la niña de verdad sigue viva? Con el último giro del asunto de las cartas, la población de la isla está, literalmente, a punto de perder los nervios.

“Corta, sutil e impactante” son adjetivos que “la editora” elige al presentarla a sus lectores en la carta que les dirige al inicio de la misma. En ese mismo texto se da cuenta de la acogida que ha tenido en Francia y de la crítica de la revista La Quinzaine Littéraire, que describe Saludos nada cordiales como “una breve novela psicológica que nos recuerda que el barniz de civismo es frágil y que la violencia no tiene por qué ser necesariamente escandalosa”.

Comentarios en estandarte- 0