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Para acabar con Eddy Bellegueule, de Édouard Louis

Édouard Louis se reescribe en esta descarnada novela autobiográfica.

11 de julio de 2015. Emilio Ruiz Mateo

Qué: Para acabar con Eddy Bellegueule. Autor: Édouard Louis. Traductora: María Teresa Gallego Urrutia. Editorial: Salamandra. Año: 2015. Páginas: 192. Precio: 16 €

Literaturas hay muchas, pero aquella que trata de entender la propia biografía es una de las más radicales e interesantes. Será que uno, lo quiera o no, es hijo de su época, y corren tiempos de mirada interior, autoficción y jugar a relatarse.

Édouard Louis tiene veintipocos años, vive en París y ha vendido 250.000 ejemplares de su primer libro, que se publicará en más de veinte lenguas diferentes. Pero nada de esto era así hace dos años. Édouard Louis se llamaba Eddy Bellegueule y vivía en un pueblo del norte de Francia, Picardie, donde pasó una infancia de infierno a base de golpes, insultos y escupitajos de sus compañeros. En casa no le pegaban, pero el aislamiento y la falta de empatía se parecían mucho a los que reinaban en aquellas aulas. Porque Eddy era homosexual. Y nadie, ni siquiera él mismo, entendía que se pudiese ser homosexual en Picardie. En un pueblo pobre y rural con tasa 13% de paro y donde Marine Le Pen obtuvo un 46,4% de votos en las últimas elecciones.

El proceso por el cual Édouard Louis pasó de ser un chico aterrorizado a un joven con ganas de vivir se relata en Para acabar con Eddy Bellegueule. Comenzábamos esta crítica aludiendo a las distintas literaturas existentes: así, existe la literatura que nos salva, convirtiendo nuestra vida en un relato con sentido. La historia de Édouard Louis cuenta una extraña huida: la de aquel que entiende su escapada como rendición, aunque sea la única manera posible de seguir viviendo. «La huida la viví de entrada como un fracaso, como una resignación. A esa edad, vencer habría supuesto ser como los demás», cuenta Édouard.

Uno de los mayores aciertos de este libro es que, si bien intuimos esa huida, la escapada no aparece en los monólogos interiores del protagonista hasta que nos acercamos al final de la novela. Eddy no se relata a sí mismo como un alma libre enclaustrada en un ambiente asfixiante, su problema es más complejo: él desea más que nadie no ser quien es, responder al patrón que marca el pueblo, no destacar, aunque eso suponga negarse. Pero para bien suyo y de muchos otros, a veces la violencia se hace insoportable y nos obliga a huir. Al otro lado, nuestro protagonista descubrirá que sólo rompiendo con su origen puede empezar a caminar y escribir una historia que le represente.

A sabiendas de lo forzado de la pregunta, uno se plantea sin en Para acabar con Eddy Bellegueule hay más vida que literatura. Es probable que se sienta decepcionado aquel que busque nuevos caminos de lenguaje: la grandeza de este libro reside en su capacidad de cambiar el mundo. El mundo de Eddy, y con él, el de todos. Si un texto logra romper la sordidez que rodea la existencia real del narrador, sobran las metáforas. Puede que Édouard Louis continúe escribiendo grandes textos, pero ninguno llegará tan lejos como éste, por lo que tiene de sanación personal y colectiva. Basta detenerse en el título: todo lo que nuestro nombre puede tener de autoafirmación, lo tiene también de cárcel. Para Eddy Bellegueule, lo cuenta él mismo, su nombre quería decir “maricón, pobre, márchate”. Y Édouard Louis ha elegido la literatura para reescribirse, igual que otros deciden cambiar de país, de profesión, de familia. Porque “Un nombre no es sólo un puñado de letras. Un nombre es una historia”, cuenta Louis en una entrevista.

“No creo que mi padre sea culpable de llamarme marica cuando era niño. Es un sistema el que lo produjo”, ha dicho el autor. Aunque mi lectura pone más foco en la autoafirmación personal que en lo político, soy consciente de ello, es clave entender esta visión política que impregna la cita de Louis para asumir el tono frío del texto, ese estilo del que se desplaza por la delgada línea entre la complicidad con el horror y la denuncia. Leemos con estupor lo que sufre Eddy, terribles anécdotas que él nos cuenta como momentos propios de una determinada situación, no como situaciones condenables.

Édouard Louis leyó su primer libro a los 18 años. Que sólo cuatro años más tarde haya sido capaz de escribir Para acabar con Eddy Bellegueule, de reescribirse a sí mismo, nos devuelve a muchos la fe en la escritura.

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