Invierno, Cuarteto estacional II; Ali Smith

07 de marzo de 2022. Estandarte.com

Invierno impacta y absorbe desde la primera página. Su autora, la escocesa Ali Smith (Inverness, 1962) descubre –en una larga sucesión de hechos, novedades, descubrimientos e inventos– que casi todo había muerto: el romanticismo, el teatro, el cine, la música, el amor, la esperanza, la literatura, el pasado, el Estado del bienestar, internet, los móviles…, pero «La vida todavía no había muerto. La revolución no había muerto. La igualdad racial no había muerto. El odio no había muerto». Llega a anunciar que los fantasmas tampoco habían muerto y se pregunta, al tiempo, si lo están, si son seres vivos o muertos o si son mortales.

Y termina este dinamizador capítulo dirigiéndose al lector: «[...] pero olvidaos de los fantasmas, borradlos de vuestro pensamiento porque esta no es una historia de fantasmas, aunque ocurre en los días de invierno en una soleada y luminosa mañana de Navidad (la Navidad también ha muerto), en pleno calentamiento global posmilenio, y trata de cosas reales que les pasa realmente a personas reales, en tiempo real y en una tierra real (hum…, la tierra también había muerto)».

¿Quién puede resistir la llamada a seguir leyendo?, ¿quién no esperaría una vuelta a la realidad? Pues no, al pasar de página encontramos una nueva sorpresa narrativa: la presencia de algo similar a un fantasma, una cabeza infantil flotante (¿o un defecto óptico?), silenciosa confidente de una de las protagonistas, Sophia Cleves, mujer de edad, antigua empresaria hoy jubilada, que, desde el despertar, planifica el día mientras la hermosa cabeza revolotea, la sigue por la casa, la acompaña en el desayuno, posada junto a un frutero cargado de manzanas y limones –imagen pictórica que hace pensar en una instalación de  Magritte, las cabezas de Dalí, o de De Chirico, un bodegón de Cezanne…–.

La mira y se pregunta si sabrá lo que es la Navidad, si querría visitar la ciudad, ir al zoo, ver la Guardia Real, el Museo de la Ciencia, el de Historia Natural. Reflexiona sobre el arte, la cambiante mirada ante los cuadros, antes de frente, ahora de espaldas fotografiándose con la pintura detrás. Son ensoñaciones que llevan a otro plano, al mundo de la irrealidad. Pero, ¿es esta la historia que pretende contarnos, o seguirá otros rumbos más cercanos y palpables?

La duda queda flotando en el aire porque Invierno es un libro sorprendente, una novela en la que el lector queda rendido ante el arrollador lenguaje que capta en su traducción Magdalena Palmer, la imaginación de una autora de innovador estilo, su riqueza descriptiva, la diversidad de temas que es capaz de abordar (no faltan reminiscencias del genial Otoño: la burocracia, la salud, la preocupación por el deterioro del mundo…, aunque carece de su poética), el brillante uso de las palabras, las cadencias repetitivas. Impacta el diseño del relato, con un juego a dos niveles, donde cabe todo: las pesadillas, los sueños (un techo paisaje que se desprende, y que solo es visto por Arthur, unas campanadas de medianoche que se repiten una y otra vez, la misteriosa cabeza) y también la vida “normal” con la Navidad como símbolo del invierno, de ese tiempo que evoca el paso de tiempo, de los recuerdos, del balance, de los reencuentros; de esperar la primavera y salir del frío y la oscuridad.

Un tiempo que la autora aprovecha para moverse en mil direcciones, para ir hacia adelante y hacia atrás, con un movimiento que a veces desconcierta: ¿a qué viene esto?, pero que va encajando a medida que trascurre la historia. 

Visiones, pensamientos, sentimientos, creencias… Todo cobra vida alrededor de esa cena navideña y en la forma en que cada uno de los personajes emprende el camino hacia esa enorme casa.

Smith retrata vidas y posturas diferentes: conformismo, indiferencia, valentía; escudriña el mundo, la historia, la ciencia, el arte y la música. Envuelve. La historia importa, pero no tanto como esa manera de narrar tan exuberante. Esperamos la llegada de Primavera, de la mano de Nørdica.