Fantasmas azules, de Paula Farias

09 de mayo de 2022. Estandarte.com

El azul es el color dominante de los burkas en Afganistán, país en el que Paula Farias ha ambientado su novela. Detrás de su título, Fantasmas azules, se encuentran esas mujeres que no parecen ser más que velos azules, que pasan por la vida de puntillas, como si no estuvieran.

María es una periodista afincada en Madrid que acepta una corresponsalía en Kabul tras una ruptura amorosa. Afganistán es un mundo nuevo y extraño para ella. También para Simón, otro español que huele el miedo. Pero el miedo no huele. O eso es lo que se nos cuenta justo al comenzar el libro, en su primer capítulo, en esa primera ventana por la que se cuelan el aroma del anís, el tumulto de un bazar y una breve, precisa, poética y sensorial descripción de ese miedo.

Cada capítulo es como una ventana que se asoma a un personaje, a una situación o a una escena, que más tarde o más temprano encontrará su continuidad o su reflejo en otra ventana. Con ellas no solo se persigue a estos dos personajes –María y Simón–, sino que se va dibujando el paisaje caleidoscópico de ese mundo nuevo y extraño a través de las heridas, recuerdos y sentimientos de los que nacieron y crecieron allí y se ven sacudidos por continuas guerras (Mahmud, Ibrahím, Jana, Doctor Khalili) y de quienes se han asentado en el país, ya sea permaneciendo en el interior de su burbuja occidental o desprendiéndose de ella, como hizo Míster Marta.

En la historia del nombre de esa doctora hay una curiosa enseñanza sobre cómo leer un lugar, reconocer el papel que se juega en él y sacarle el máximo partido, pero no para uno mismo, sino hacia los demás.

Paula Farias es médico y trabajadora humanitaria. Con Médicos Sin Fronteras ha estado, entre otros enclaves, en Afganistán. Ha conocido la guerra allí y eso se percibe en su novela, que es honesta y creíble, que está sembrada de vivencias y es capaz de contagiar con naturalidad y sin dramatismos la intensidad de algunas experiencias, de descifrar el valor del vuelo de una cometa o de los silencios y de reconocer la extrañeza.

Fantasmas azules es una novela sobre la identidad. Sobre lo que supone ocultarse tras un velo azul, que es a un tiempo una negación y un pasaporte. Y sobre cómo ese mundo extraño y nuevo puede tambalear los pilares de lo que uno era, creía ser o deseaba que otros pensaran que era.

Los devenires de María y Simón –que esconden un secreto a descubrir en una lectura gozosa– conmueven a quien se acerca al abismo que separa el comienzo y el final del camino que recorren los dos personajes y que no se corresponde con el inicio y el final de la novela.

El relato no es lineal, es desordenado en lo que al tiempo se refiere, va y viene en una riqueza narrativa que se sostiene en esos capítulos/ventanas cortos, con una voz poética e irónica, que a veces se aleja del personaje y otras se acerca tanto que le interpela directamente, que pasa con facilidad de Madrid a Kabul, que es capaz de mirar la trama desde fuera o colarse en ella, que la interrumpe a veces y que conmueve con imágenes como las de los vuelos de las cometas, el sueño de una lluvia de flores de madera y con pensamientos y reflexiones como los que condenan las minas o aplauden la dignidad del trabajo como una forma de estar presente.

El director de cine Fernando León de Aranoa, que llevó a la gran pantalla la anterior novela de Farias, Dejarse llover –lo hizo con el título A perfect day–, comenta que Paula Farias «cuenta la vida, la vida en guerra, con la sorpresa y la aparente ingenuidad de un niño: sin embellecerla, porque no hace falta: sabe que la vida es bella a pesar de todo».

Con esa sorpresa y aparente ingenuidad ha creado en Fantasmas azules una novela bella, que escuece a veces, interpela y reconforta.