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El árbol de los sueños, Gustavo Martín Garzo

El autor nos habla sobre su libro, un viaje por su vida y sus lecturas.

28 de octubre de 2022. Estandarte.com

Qué: Entrevista sobre El árbol de los sueños Autor: Gustavo Martín Garzo Editorial: Galaxia Gutenberg Año: 2021 Páginas: 480 Precio: 23,90 €

El árbol de los sueños (Galaxia Gutenberg, 2021) es un maravilloso cofre lleno de cuentos, un viaje por distintas épocas, culturas y tradiciones entre lo real y lo fantástico, entre sueños y mitos. Su creador es el escritor Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), que contagia, en una conversación sobre esta obra, la fascinación por el mundo del relato:

«Todo el mundo de los relatos habla de la irrupción de lo maravilloso en el mundo. Y eso es una necesidad humana. Todos necesitamos de eso que hemos llamado lo maravilloso; todos queremos que la vida no sea solamente eso que estamos viviendo, que la vida sea otra cosa. La cultura en el fondo surge de ese deseo, de ese no conformarse con la vida que tienes: ‘háblame de otras cosas, dime qué hay más allá porque yo siento que hay cosas que no se me están contando, hay lugares a los que quiero llegar y que todavía no sé lo que son’. El hecho de contar una historia es también tratar de poner orden en el caos del mundo. Pero yo rechazo las historias con moraleja: no son verdaderas, las historias verdaderas son complejas y problemáticas y no nos llevan a lugares razonables donde todo está bien, donde todo es maravilloso, sino todo lo contrario, a lugares donde por muy maravillosos que sean siempre hay un elemento de inquietud».

La estructura de esta obra en la que unas historias conducen a otras, en las que se llaman entre sí, remite –como apunta la sinopsis de la editorial– a Las mil y una noches.

«Yo siempre viví fascinado con Las mil y una noches. Es un libro que aspira a contener todos los libros. Es como un semillero donde está la posibilidad de todas las historias que existen. Como narrador siempre quise escribir un libro así. Ese sueño de contar una historia que las contenga todas es muy borgiano. No ha dejado de alimentar las fantasías».

Y recuerda Martín Garzo experiencias y deseos de otros creadores como Stevenson, Isak Dinesen, Pasolini o Miguel Gomes. En su particular Mil y una noches, Martín Garzo articula los relatos en la relación entre una madre –la contadora de historias– y sus dos hijos; y con este marco rinde un homenaje a su madre.

Leer este libro es un disfrute, ¿lo habrá sido su escritura? Martín Garzo es claro: «He disfrutado escribiendo, pero a la vez ha supuesto un gran esfuerzo. He estado tres años enteros escribiéndolo, pero no me daba cuenta del esfuerzo. Ha sido para mí como una sorpresa, una auténtica aventura: cuando empezaba a contar una historia no sabía cómo iba a continuar ni dónde me iba a llevar».

Subraya que ese componente de sorpresa ha aparejado lentitud, pero no se lamenta: «Para escribir lo peor que puede haber es tener prisa. La lentitud es la que muchísimas veces te va dando la clave de cosas que no sospechabas que te estaban esperando. Escribir es como despertar cosas que están dormidas; según avanzas, determinadas cosas despiertan y vienen a ti sin que tú lo tengas previsto. He aprendido a respetar la lentitud».

Por estas páginas encontramos personajes que ya conocemos de otras obras, de otras tradiciones, que aparecen aquí con ese halo mágico que envuelve todo el libro en visitas a la Biblia, la Odisea... «El árbol de los sueños es un viaje por mi propia vida y por los libros que he leído. La lectura de un libro forma parte de tu vida y puede ser una experiencia poderosa. La escritura de este libro ha surgido de un vagabundear. En ese vagabundear he llegado a muchos lugares claves en mi vida. He ido a ellos porque ahí había algo esperándome, pero no porque lo haya planteado de antemano. Es como ir a un viaje a una ciudad donde te encuentras algo que te lleva a otra y luego esa otra, a otra y luego estás allí en un puerto y coges el barco y ese barco te lleva a una isla y en esa isla yo no sé qué te pasa… Te dejas llevar como esa imagen maravillosa de la novela de Mark Twain de Huckleberry Finn, de esos personajes en una balsa que arrastra el río Misisipi. Esa es la literatura. De este libro casi no puedo decir que yo sea el autor: ni siquiera pienso que las historias sean especialmente originales; son mezclas de historias, no de forma consciente, pero que reconozco al analizarlas. En el fondo no podemos hacer más que repetirnos. De alguna manera lo que hacen el poeta o el narrador es escuchar las voces perdidas del mundo, esos relatos admirables que han sido olvidados».

En este generoso tapiz de relatos que es El árbol de los sueños brillan de forma especial los hilos de la imaginación y la fantasía, dos facultades a las que el autor da muchísima importancia.

«Los grandes narradores consiguen una alianza entre fantasía y razón. La fantasía lejos de la razón es la locura, pero, sin embargo, unida a ella es visitar los mismos lugares que visita el loco o el psicótico, pero con la posibilidad de volver. El loco visita un territorio lejano, extraño, lleno de anomalías, pero no vuelve. Sin embargo, el poeta o el narrador visita ese mismo lugar, pero siempre encuentra la puerta que le permite regresar. La imaginación nos permite explorar todo lo oculto, lo escondido, lo apartado, lo que es secreto. El relato te lleva a desafiar esa prohibición y a entrar en esos lugares que te han robado. Es una facultad maravillosa porque permite relacionar realidades que la razón separa, por ejemplo, la razón separa el mundo de los vivos y de los muertos y gracias a la imaginación esos dos mundos se vinculan y de ahí surge, por ejemplo, la literatura de fantasmas».

La muerte está muy presente en esta obra y lo está muy de la mano del amor. «Mi idea era hacer unas Mil y una noches con el mundo de lo amoroso en el centro, pero mi libro está lleno de historias de muerte, de historias terribles, supongo porque van unidos. Hay historias muy oscuras, casi sórdidas; me interesa acercarme a ellas porque quiero ver la belleza que encierran. La belleza de la fealdad como ese niño muerto en medio de esos excrementos de cerdos que, sin embargo, ella no puede apartar porque es esa destrucción del mundo tal y como ella conoce la que crea la posibilidad de que ese niño aparezca de nuevo».

Martín Garzo pone otro ejemplo, el que destaca en la contraportada del libro de la anciana que cuida a su biznieta y la mujer rica que le pide que se la dé; como la bisabuela se niega una y otra vez, la rica le reprocha que está engañando a la niña con sus fantasías.

Su respuesta es la frase que, para Martín Garzo, resume el libro: ‘¿Y qué si no son verdad?, contesta la anciana. ¿Sabe acaso la verdad lo que quiere el amor?’ «Eso a mí me parece que es absoluto. Hablando de los muertos es lo mismo: la verdad nos dice que no van a volver, pero el amor nos dice que siguen aquí. Hay toda una serie de rituales para hacerles presentes: fotografías, fiestas, esos altarcitos de los muertos tan preciosos de los mexicanos. Ese desafiar a la muerte porque el amor lo pide. En el fondo todas las religiones surgen de eso, de un desafío; es el cuestionamiento más grande de la verdad que se ha hecho nunca: inventarse un dios, inventarse seres como los ángeles, inventarse una historia como que hay vida después de la muerte ellas».

Terminamos con una interesante reflexión del autor sobre lo que significa leer que nos gustaría que fuera una invitación a embarcarse en este viaje de tintes mágicos que propone el autor en El árbol de los sueños: «Cuando lees estás esperando que ese relato te lleve a un lugar en el que tú puedas vivir tu propia vida con más intensidad. Ese es un poco el misterio de la lectura: que te permite asistir a la vida de unos personajes sin renunciar a tu propia vida».   

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