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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Tatiana Ţîbuleac en una cruda y bella mirada a una relación maternofilial.

06 de octubre de 2021. Estandarte.com

Qué: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes Autora: Tatiana Ţîbuleac Editorial: Impedimenta Año: 2019 (edición Impedimenta); 2016 (original en rumano) Páginas: 256 Traducción: Marian Ochoa de Eribe Precio: 20,50 €

El verano que mi madre tuvo los ojos verdesDura, cruda y bellísima, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes está narrada en primera persona. La escritora y periodista Tatiana Ţîbuleac (Chisináu, Moldavia, 1978) cede la palabra a su protagonista, Aleksy, un joven con un trastorno psiquiátrico, que recuerda ese verano en que su madre tuvo los ojos verdes. Esos ojos ocupan capítulos enteros desarrollados en una sola frase cada vez: son esas paradas brevísimas que, describiendo los ojos maternos con una carga simbólica expresiva y muy poética, actúan como faros o guías de cómo avanza la relación maternofilial. Van interrumpiendo, con un magistral manejo del ritmo narrativo, al resto de capítulos que conforman aquellos saltos del presente al pasado –remoto o más cercano–, que se suceden en este ejercicio de catarsis que representa para Aleksy la escritura de sus recuerdos.

El libro comienza con crudeza. Es el último día de clase, y Aleksy mira a su madre desde una ventana. Se avergüenza de ella y no le importa hacerla esperar más de una hora mientras el resto del alumnado, todos con algún tipo de problema, sí abandona el colegio: “Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás.”

Tiene 17 años y las cosas no han sido fáciles para él. Tampoco para su madre. En los recuerdos de su infancia se suceden escenarios de abandono, impotencia, muerte y dolor, decrépitos y asfixiantes; personajes turbios y ausencias que dejan cicatrices incurables. Ese verano representa un cambio. Y este libro explota, con una increíble riqueza literaria, todos los sentimientos y sensaciones que surgen en ese tiempo que comparte con su madre. No hay un borrón y cuenta nueva, este redescubrimiento de los ojos verdes parte de todo el dolor anterior: por eso es más creíble, más verdad, por eso el lector se estremece y goza con la madre y el hijo y con los nuevos personajes que ese verano pueblan su horizonte.

A través de Aleksy, Tatiana Ţîbuleac va haciendo piruetas con la narración. Va y viene en continuos saltos en el tiempo con recuerdos que tejen a jirones ese tapiz en el que quedan algunos puntos sueltos sobre el qué, pero no sobre el cómo, porque aquí lo que importa no es tanto lo que pasó, sino cómo lo vivieron Aleksy y su madre. Ţîbuleac (y en su traducción del rumano, Marian Ochoa de Eribe) actúa como una maga del lenguaje que acierta para contagiar los sentimientos con cada palabra, cada imagen, cada pausa y con esa meditada heterogeneidad en la resolución de capítulos, que se comportan con la anarquía con la que muchas veces lo hacen los recuerdos.

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es la primera novela de esta periodista especializada en temas sociales. La publicó en su lengua materna, rumano, en 2016 y desde entonces la obra ha sido traducida a numerosos idiomas y premiada profusamente. Impedimenta lanzó la primera edición en marzo de 2019; a finales de ese año ya había impreso la quinta. Es una obra cruda y desgarradora, pero queda –gracias a ese verano– una puerta abierta a la esperanza. Derrocha sensibilidad, dolor, amor. Merece la pena perderse entre sus páginas y buscar la guía de esos ojos verdes.

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