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Los libros juveniles españoles, en París

La gran cita del Salón del Libro y de la Prensa Juvenil de París.

11 de diciembre de 2002. Estandarte.com

Qué: XVIII Edición del Salón del Libro y de la Prensa Juvenil de París Año: 2002 Dónde: Montreuil (París)

El balance de la XVIII edición del Salón del Libro y de la Prensa Juvenil de París, que ha tenido a España como país invitado, es optimista: más de 130.000 personas se han desplazado hasta Montreuil, en los alrededores de la capital, para deambular entre librerías efímeras, pedir autógrafos de algunos de sus autores más admirados, asistir a sesiones de contar cuentos, ver espectáculos de danza, escuchar e intervenir en debates sobre la edición, ilustración o redacción de textos o, simplemente, para leer. Autores como María Marcé Roca, Montse Gisbert, Andreu Martín, Raúl Fernández, Alfonso Ruano y Antonio Ventura son los españoles que, junto al chileno Luis Sepúlveda, se han asomado al Salón de París de este año. Todos ellos, bajo la bendición de Manuel Vázquez Montalbán y su sueño de librería ideal, en la que se darían la mano los niños sufridores de D'Amicis, los héroes positivos y soñadores de Ostrovski y la realidad contada por los ojos lúcidos de Gide.

El contexto editorial del Salón del Libro y de la Prensa Juvenil de París es bueno, puesto que, en Francia, las publicaciones para un público juvenil representan el 17,7% de los libros vendidos y, en el último año, han crecido en un 6,9% y se espera que el porcentaje ronde el 9% si hablamos de 2002, manteniendo una progresión que puede cifrarse en un 30% si comparamos las cifras actuales con las de 1995. Los éxitos de Gabriel García Márquez ilustrado por Carme Solé, o de Elvira Lindo y su Manolito Gafotas visto por Emilio Urberuaga, del Flanaggan de Andreu Martín o de los personajes de Emili Teixidor, que vienen a corroborar la equivalente buena salud de los editores españoles, de sus 7.300 títulos del 2001 frente a los 4.100 de 1996. Obviamente, no todo son buenas noticias, pues algunos expertos afirman que ese auge de la edición infantil y juvenil tiene como extraño correlato la infantilización del conjunto de la sociedad y, como consecuencia, de los lectores. La variedad de la oferta y de las propuestas creativas choca a su vez con una lógica del best-seller que lo invade todo. La llegada de creaciones industriales como Harry Potter ponen en peligro la supervivencia de la diversidad que hoy se conoce y son el complemento con nombre, apellidos e imagen de las grandes concentraciones de capital que vive el sector en Francia.

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