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Las utopías de mayo del 68

El historiador Antonio Elorza revisa las Utopías del 68.

29 de junio de 2020. Estandarte.com

Qué: Utopías del 68. De París y Praga a China y México Autor: Antonio Elorza Editorial: Pasado & Presente Año: 2018 Páginas: 345 Precio: 23 €

Utopías del 68, de Antonio Elorza.De la mano del historiador y ensayista Antonio Elorza, la editorial Pasado & Presente revisa en Utopías del 68. De París y Praga a China y México el fenómeno de los movimientos sociales reivindicativos, juveniles en primer término, que se sucedieron a lo largo de ese año. El primero estalló con la primavera en las calles de París. De ahí se contagió a diversas ciudades europeas y avanzó en el tiempo y en el espacio geográfico hasta acabar en el invierno y el infierno mexicano de Tlatelolco. ¿Qué podían tener en común protestas tan dispares? ¿Cuáles fueron sus logros y su alcance? ¿Qué queda de ellas en la actualidad?

La tesis que sostiene Antonio Elorza es que tenían en común el anhelo de cambio, de ruptura con la sociedad existente y el sueño imaginado, entrevisto, de un nuevo mundo. Sin embargo, “solo alcanzaron a ser sueños de revolución. Fueron utopías fragmentadas e inacabadas que nacieron tanto en los países occidentales (Francia e Italia) o en el este de Europa (Checoslovaquia), como en China (deificación de Mao) o en México (sincretismo utópico que culminó en Chiapas”. Utopías del 68 examina en detalle la génesis de estas movilizaciones, el alcance político que tuvieron y lo que ha quedado de ellas en la conciencia colectiva.

La cronología hace que el recorrido comience en mayo en París, donde los jóvenes se sublevaron contra la universidad de una forma un tanto metafórica: se levantaban contra “la expresión y el factor de reproducción de un orden social”. Su objetivo era cambiar la vida, nada más. Y nada menos. Elorza concluye con el pensador Edgar Morin (en su libro La brecha) en que el verdadero valor de la revuelta fue como experiencia utópica más que constructiva, es ahí “donde diseña un futuro que concierne a toda la sociedad”.

Se agradece en el relato la inclusión del extenso capítulo dedicado a la situación de Italia en esa época. Un país que tuvo su versión de Mayo del 68 con protestas de estudiantes y revueltas en las calles. El clima de inestabilidad, al contrario que en París, no se sofocó en dos meses, sino que se prolongó en el otoño caliente industrial del año siguiente. El resultado fue una “degradación sustancial de la democracia y del Estado de Derecho” que levantaron una espiral de violencia. “Son los años de plomo, que se abren con la matanza de Piazza Fontana, en Milán en diciembre de 1969, y se prolongan con la agonía de las Brigadas Rojas hasta la década de los 80”.

De la experiencia checoslovaca, Elorza subraya la pervivencia intacta del valor de la utopía, sepultada prontamente por las armas. El sueño allí era el de “un comunismo abierto a la democracia (…). Un espejismo cuya supervivencia, nueva paradoja, será garantizada por el trágico episodio que la puso fin, la invasión de Checoslovaquia por cientos de miles de soldados y miles de carros de combate del Pacto de Varsovia en agosto de 1968”.

La peculiaridad china consiste, para Elorza, en constituir “una utopía dentro de la utopía”. En su caso, “el enemigo a suprimir, previamente satanizado, no es en primer plano la ordenación burguesa de la sociedad, sino la distopía que cobra forma en el interior de la sociedad comunista, y que mediante la afirmación del revisionismo, desemboca en la restauración capitalista. De ahí que la Revolución Cultural asuma la forma de una revolución en la revolución”.  Sigue a esta parte del libro la derivada más sangrienta de la Revolución cultural: el legado en Camboya, la utopía de la muerte desencadenada bajo el gobierno de Pol Pot y los jemeres rojos.

En México, sostiene el autor que la línea utópica que arrancó en el 68 “acabó cuajando en la construcción de otra utopía muchos años más tarde, en la nochevieja del 93”. De Tlatelolco a Chiapas, se titula expresivamente el capítulo final. Pero no es el último. Aparte del epílogo, Utopías del 68 se cierra con un relato en primera persona de las vivencias de Antonio Elorza en ese año. Cuenta como cercana ya la primavera, en abril del 68, abandonó el cuartel donde realizaba el servicio militar. Lidiaba entonces con la traducción de El hombre unidimensional de Marcuse y se informaba sobre las noticias que llegaban de París a través de Le Monde… Una manera vívida y cálida de cerrar un estudio sobre una fecha clave que responde al clásico: “¿dónde estabas tú o qué hacías en…?”. Pues a esa pregunta tan personal y directa también responde Antonio Elorza en Utopías del 68.

Comentarios en estandarte- 1

1 | Manu 16-09-2018 - 17:55:42 h
Interesante libro, habrá que echarle un vistazo.