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Tiempo de cuidados, de Victoria Camps

Sobre el cuidado y su espacio en el centro de las relaciones humanas.

19 de agosto de 2021. Estandarte.com

Qué: Tiempo de cuidados Autora: Victoria Camps Editorial: Arpa Año: 2021 Páginas: 208 Precio: 17,90 € (papel), 12,99 € (eBook)

Tiempo de Cuidados, de Victoria CampsComo afirma la filósofa Victoria Camps (Barcelona, 1941), el virus ha puesto al mundo entre paréntesis. Con la pandemia, el ser humano se ha hecho más consciente de su fragilidad y su vulnerabilidad. Esa conciencia debería aprovecharse para impulsar un cambio de paradigma que ponga el cuidado en el centro de las relaciones humanas y «por el que –en palabras de la filósofa– en lugar de concebirnos como sujetos autónomos, racionales, capaces de dominar cualquier fenómeno adverso, nos viéramos también como seres interdependientes y relacionales, empáticos con los semejantes y atentos a los requerimientos del planeta que estamos deteriorando». Esa idea es la que vertebra su ensayo Tiempo de cuidados (Arpa, 2021).

Cuenta Camps en la introducción del libro que ha podido abordarlo gracias a que el confinamiento le ha regalado horas para leer y escribir. El tiempo de COVID-19 también le ha facilitado, desgraciadamente, ejemplos de las carencias de nuestra sociedad. Pero no es un libro sobre la pandemia, es un libro sobre la ética del cuidado, esa que la pandemia ha revelado como indispensable.

Claro y reflexivo, se apoya en experiencias, teorías, estudios y en una sensibilidad y humanidad de profundo calado. Se trata de un ensayo tan interesante como necesario, político y feminista, que pone en valor el cuidado, visibiliza su condición de trabajo, y apunta las dos obligaciones que implica: la de la compasión (sentir con) y la de la justicia.

Camps parte de la premisa de que hay un derecho a ser cuidado y un deber de cuidar, que afecta a todo el mundo y cuya responsabilidad deber ser asumida individual y colectivamente.

Si el cuidado se asume como un objetivo político, se atacarán los vicios que lastran el servicio público y hacen de las administraciones organismos poco aptos para atender y auxiliar a la ciudadanía más necesitada; se propiciará la redistribución de las obligaciones del cuidado, y se dará prioridad al cuidado de la casa común –el planeta– como una preocupación sostenida y prioritaria. Defiende la filósofa que el cuidado es progreso y mejora la democracia.

Apoyando su pensamiento en el de otros autores o contestando lo que otros acuñaron antes (Carol Gilligan, Simone de Beauvoir, Joan Tronto, Immanuel Kant, Concepción Arenal…), se adentra en cuestiones como la dimensión pública del cuidado; sus espacios del cuidado; los cuidadores; la profesionalización y medicalización del cuidado; el envejecimiento; la ayuda a morir; el ecofeminismo o, entre otros aspectos, el autocuidado.

En su análisis rebate ideas generalizadas como que la mujer está mejor dotada para la ética del cuidado y denuncia cuestiones como la conspiración del silencio frente a la vejez o la enorme barrera que supone la excesiva burocratización para acceder al sistema de protección social.

Muestra las carencias e injusticias del paradigma individualista heredado de la modernidad y también los pasos dados y que quedan por dar para implantar esa otra forma de estar en el mundo que demanda el subtítulo de la obra.    

Sus reflexiones y propuestas se dirigen a forjar esa sociedad cuidadora que, inevitablemente, pasa por la concepción de la persona como sujeto moral: «[…] el valor dado al cuidado parte de una concepción relacional e interdependiente del ser humano, no de la concepción de un ser humano abstracto autónomo e independiente de las teorías éticas modernas […]. Es erróneo limitarse a aplicar unas reglas, unos “protocolos de actuación”, que en realidad nos eximen de la responsabilidad de atender al caso concreto, porque cuidar es precisamente asistir a una persona con nombre y apellido, que vive una situación generalizada, pero de un modo específico e intransferible». Esta cita recoge una de las tantas enseñanzas certeras que la mirada de Camps, inteligente, sensata, experimentada y sensible, comparte en estas páginas.

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