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Mi cerebro solo se construye una vez. ¡Actúa ahora!
10 mitos en contra de lo que los niños realmente necesitan para crecer saludablemente.
30 de septiembre de 2024. Estandarte.com
Qué: Mi cerebro solo se construye una vez Autoras: Nati Beltrán y Pilar Enrich Editorial: Toromítico Año: 2024 Páginas: 296 Precio: 17,05 €
Mi cerebro solo se construye una vez es un ensayo que, basado en los principios fundamentales de la pedagogía Montessori, se centra en el desarrollo psicológico, cognitivo, social y emocional de los niños.
Es un completo manual que ofrece estrategias probadas para mejorar el aprendizaje y el desarrollo de los hijos, cuyo éxito, según sus autoras, dependerá de la calidad del entorno que le proporcionen los padres. Un hecho que, sin duda, influirá en el cerebro que acabarán teniendo y, por lo tanto, determinará la persona en la que se van a convertir.
Criar a un niño es emocionante y a la vez aterrador. Conlleva una tremenda responsabilidad. La ciencia y la experiencia han mostrado que si entendemos lo que pasa dentro del cerebro del niño se facilita la tarea y se puede maximizar su potencial sin entrar en luchas ni círculos viciosos.
Hay mitos y mentalidades extendidas en la sociedad que van en contra de lo que los niños realmente necesitan para crecer saludablemente. A veces, hasta con la mejor voluntad, hacemos lo opuesto de lo que el niño necesita. Las autoras, siendo madres y maestras Montessori, han destilado los 10 puntos prácticos que dan los mejores resultados para que actúes desde ahora:
1. La disciplina aparece cuando hay libertad
Contrariamente a la creencia popular, la disciplina auténtica, es decir, la capacidad de controlarse a uno mismo y reprimir impulsos, viene desde dentro. Es un proceso lento que va ligado a la madurez de la corteza prefrontal. Esta parte del cerebro determina lo que se llama control inhibitorio, el poder reprimir impulsos tanto físicos (no agarrar la galleta o poder estar quieto) como emocionales (no pegar o gritar cuando te frustras).
Contraintuitivamente, para fomentar este desarrollo el niño necesita que le des dos cosas: libertad y actividad. Necesita libertad para elegir y así aprender a manejar su voluntad y asumir las consecuencias de sus elecciones. Necesita actividades con una meta clara que le reten y que pueda repetir para aprender a controlar sus movimientos, sus emociones, etc. Déjale que recoja lo que se le cae, que limpie, que se vista solo, que abra y cierre la puerta. El autocontrol es un músculo que solo se fortalece mediante la práctica constante.
Al principio, los niños obedecen fácilmente, ya que están buscando actividad constante y quieren hacer las cosas como es habitual y como lo hacen los demás. Guiados por sus impulsos internos, alrededor de los 2 años el impulso a independizarse es más fuerte, lo cual es sano y necesario. Marca tus límites claramente desde el principio y déjale libertad para ejercer su voluntad dentro de esos límites, y así como por arte de magia irá apareciendo su autodisciplina. Al haber confianza y comprensión, todas las necesidades convergen y el niño hace voluntariamente lo que se le pide o se espera de manera natural. No uses los límites para castigar o disciplinar. Son más bien para delinear su libertad y para que entienda cómo se hacen las cosas en su cultura para el respeto colectivo y la seguridad de todos.
2. Déjame ser libre en mi entorno y poder elegir
Prepara un ambiente estimulante donde el niño pueda estar seguro, moverse e investigar con libertad. Hazlo atractivo, con objetos reales a su alcance; cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. El entorno ha de ser preparado en base al interés actual del niño. Puedes rotar las actividades para proveer novedad y estímulo. Tener opciones limitadas y claras les ayuda a aprender a elegir y mantener el orden.
El cerebro del niño se construye en base a sus experiencias. Aprende con todo el cuerpo, utilizando todos sus sentidos. Por eso es imprescindible que se le deje mover, tocar, probar, oler, etc. El entorno óptimo por excelencia es la naturaleza; todos sus sentidos se estimulan y, a la vez que aprende, se siente conectado y desarrolla respeto por ella.
El entorno debe estar listo para que el niño pueda prepararse un tentempié cuando tenga hambre. Deja a su alcance una tabla de cortar, cuchillo sin filo, plátanos, platos, etc. y muéstrale el proceso de principio a fin, desde cómo pelar y cortar el plátano hasta cómo lavar el plato, secarlo y devolverlo a su sitio. Al tomar minúsculas decisiones, se desarrolla la capacidad de elegir y la autonomía, y se fomenta un sentimiento de seguridad en uno mismo y de ser útil a la comunidad.
3. Déjame practicar y concentrarme
Los niños se construyen a través del juego. Maria Montessori decía que el juego es su trabajo. Hay que respetar la actividad espontánea del niño y darle importancia. Es esencial dejarles repetir cuantas veces quieran, probar algo de mil maneras y evitar corregirles. Lo ideal es que los niños estén activos, y los adultos más pasivos, observando e interviniendo sólo cuando sea necesario.
Cuando dejes que el niño elija libremente, verás que su concentración es más profunda y por periodos de tiempo más largos. Esos momentos de enfoque son valiosísimos para crear nuevas conexiones neuronales. Poder enfocarse a voluntad requiere del desarrollo del control inhibitorio, y es una habilidad que, una vez adquirida, se puede traspasar a cualquier actividad.
Si le dejas que se concentre atándose los cordones, más adelante sabrá enfocarse en tareas intelectuales como resolver problemas de matemáticas. Nunca interrumpas a un niño, su concentración es muy frágil. Aprende a protegerla. Hasta un halago o un comentario le puede sacar de su estado óptimo de aprendizaje.
Montessori descubrió que es a través de la concentración como los niños se convierten en su mejor versión; emergen de esas actividades más satisfechos, tranquilos, seguros de sí mismos y cooperativos. La psicología experimental moderna como las del Dr. Mihaly Csikszentmihalyi han corroborado estas observaciones. Sus características poco deseadas, como la dependencia excesiva o la agresividad, desaparecen si se les deja practicar, repetir y concentrarse.
4. Déjame hacerlo por mí mismo
Hacer todo por el niño no es una muestra de amor. Muy al contrario, el niño se sentirá frustrado porque su impulso vital es probar a hacer las cosas por sí mismo. Contrólate y permítele hacer todas las cosas que sea capaz de hacer. Cuando saltas a “ayudar” sin necesidad, le bloqueas una valiosa oportunidad de aprendizaje y desarrollo. Si se hace repetidamente, poco a poco se merma su iniciativa y confianza en sí mismo. Te lo hará saber con su frustración y enfado; no te lo tomes personal. Está luchando por su necesidad vital de desarrollo.
Deja tiempo y espacio para que el niño se esfuerce y llegue a sentir éxito. Cuando le dejas hacer, siente tu confianza en su capacidad. No saltes a solucionarle sus problemas ya que rompes el proceso natural de aprendizaje. Déjale que se aburra y que encuentre soluciones a sus problemas. Este tipo de experiencia acumulada es lo que construye una verdadera autoestima. Aunque te tome más tiempo actualmente, es una muy buena inversión ya que cada vez será más autónomo y pronto tendrás más tiempo libre.
5. Déjame cometer errores
Cuando se deja que los niños se equivoquen con cosas pequeñas y sufran las consecuencias (cuando no es peligroso), aprenden a medir los riesgos. Si el niño lleva un vaso con agua bruscamente, se le cae y se rompe. No necesita sermones; la experiencia le enseña todo. Simplemente enséñale a recogerlo con cuidado. No hay mejor maestro que las consecuencias naturales. Estos aprendizajes de causa y efecto, y por lo tanto, responsabilidad personal serán fundamentales durante la adolescencia y el resto de la vida. Además, si normalizamos las equivocaciones como lecciones, aprenden a aceptar y corregir sus errores, y no a taparlos ni huir de ellos.
Idealmente el ambiente ha sido creado con materiales autocorrectores, con los cuales el niño pueda descubrir y corregir sus propios errores, como un puzle que solo encaja de cierta forma. Los errores son parte de la vida y juegan un papel fundamental en el aprendizaje.
6. Déjame pedirte ayuda
Espérate a que el niño necesite de tu ayuda y te la pida. Si su lenguaje es escaso, te lo mostrará con sus acciones. Aprende a calibrar la cantidad de ayuda que ofreces. Montessori decía que ofrezcamos solo la justa y necesaria. Si ayudas demasiado o si ignoras al niño, interfieres con su desarrollo.
La manera más eficiente de ayudar es a través del ejemplo, mostrando cómo hacerlo en cámara lenta y separando los movimientos. Los niños están cableados para absorber mirando, si les hablas a la vez se distraen.
Si cuando vierte agua se le derrama fuera del vaso, no pierdas la paciencia. Tómalo como una oportunidad de aprendizaje. Enséñale a limpiarlo y tómate el tiempo para mostrarle cómo verter en el centro del recipiente. Cuando discute con el amigo sobre quién se monta en el columpio, déjales buscar sus propias soluciones y solo ayuda si lo busca o si ves que la situación les supera. Ciertamente, es mucho más rápido servirle tú el agua y resolver sus problemas, pero son músculos que necesita practicar. A la larga, si le ayudas a desarrollarlos, será más autónomo y feliz y tú estarás más libre.
7. Déjame expresar mis opiniones
Es muy común no escuchar a los niños, y desafortunadamente en algunas culturas o familias, hasta no dejarles hablar. Maria Montessori les llamaba los “ciudadanos olvidados”. Los niños tienen sus propias opiniones y comprensión del mundo y se acostumbran desde pequeños a compartirlas o a callarse. Es un fenómeno sutil y profundo. Dependiendo de las respuestas de los adultos a sus intentos de comunicarse, deducirán y aprenderán a sentir que su opinión, y ellos como persona, tienen un valor y lugar en su sociedad, o tristemente, que no lo tienen.
A menudo, las ideas de los niños se vuelven risibles para los adultos. Se nos olvida que su mente es bien diferente a la nuestra, menos racional y más creativa. También se nos olvida que los podemos lastimar y marcar de por vida. Es importantísimo dejar que piensen por sí mismos, que se expresen libremente y tomarlos en cuenta en decisiones que les afectan.
Puede que quiera tener una jirafa como mascota. No hace falta cortarle la iniciativa, simplemente hacerle preguntas abiertas para que tenga una oportunidad de pensar lógicamente. Solito llegará a la conclusión de que no es factible. Pero en el proceso se ha sentido validado, capaz y que confías en él.
8. Déjame disfrutar de mis esfuerzos
Está científicamente probado (Dr. Alfie Kohn) que los castigos y recompensas son contraproducentes. La manera biológica y natural de motivarse es intrínseca. Los niños viven en el presente. Disfrutar del proceso ya es una gran recompensa. Los castigos y recompensas hacen a las personas demasiado dependientes de valoraciones externas. Además se vuelven un sistema imposible de mantener ya que para dar resultados se tienen que ir acrecentando.
Si le obligas a obedecer por fuerza externa, no aprenderá a autocontrolarse y siempre necesitarás seguir vigilando como “policía”. Si le das un reloj por aprobar un examen, ¿estás preparado a darle una casa cuando acabe su tesis?
Los niños crecen con mucha más confianza en sí mismos cuando se les deja que sientan todo el proceso, desde probar, esforzarse, fallar, aprender y poco a poco conseguir las metas que se propusieron. El gozo que sienten es la recompensa real y un mecanismo que dura de por vida. Si este proceso se daña, las inseguridades también duran de por vida.
9. Déjame sentir y expresar todas mis emociones
La meta no es que el niño esté feliz y tranquilo todo el tiempo. Eso sería misión imposible. Es fundamental permitir que el niño sienta todas las emociones para que aprenda a autorregularse. El proceso toma tiempo y madurez cerebral, así que es de esperar que tenga despliegues poco agradables. Escúchale con empatía, tratando de entender cómo se siente, aceptándolo y apoyándolo. No te enredes.
Las rabietas son simplemente su manera de comunicar fuertes emociones cuando le falta vocabulario y aún no puede redirigir sus emociones. Si se tira al suelo en medio del supermercado, concéntrate en el niño. Enfócate como un detective y no malgastes tus energías en preocuparte por lo que piensa la gente. No te enganches en la expresión superficial ni el capricho que demanda. Vete más a fondo y aprende a leer entre líneas. Encuentra la necesidad insatisfecha (cansancio, hambre, aburrimiento, conexión). Cuanto antes la identifiques, más rápido se disolverá la rabieta y juntos encontrareis una solución más duradera.
10. Déjame sentir tu atención, es así como siento tu amor
Las investigaciones muestran que sentirse seguro, amado y apoyado son prerrequisitos para que un niño aprenda y su cerebro se desarrolle óptimamente. Los niños sienten tu amor a través de tus acciones concretas: con la calidad de tu atención, tus palabras y tu tono de voz.
Si le hablas mientras surfeas en el móvil, se siente reemplazado o abandonado. Mírale a los ojos, dale tu atención y contacto físico, involúcrate en su vida. Si le gritas o amenazas, se le congela su corteza prefrontal, necesaria para pensar, planificar, aprender y regular sus emociones.
Es humano tener tensiones y reñir en cualquier relación. Lo esencial es que lo arregles. Con un niño, el trabajo recae sobre el adulto. Es importantísimo reconectarse después de tener desacuerdos o enfados. Fácilmente los niños pequeños se sienten culpables aunque no lo sean.
El niño aprende de ti cada vez que lo hagas y adquiere habilidades para relacionarse bien en el futuro. Las interacciones – positivas o negativas– se vuelven hábitos y no solo son importantes para una armonía familiar ahora sino para la formación de su cerebro y también su salud física a largo plazo. Cuanto antes empieces el buen hábito de estar presente y tratarle con respeto, más pronto verás buenos resultados. El mundo digital te lo pone difícil pero tu hijo te necesita.
Verás que tus pequeños cambios cotidianos tendrán efectos tangibles. Cuando eres proactivo y sigues lo que necesita el niño biológicamente todo fluye mejor, el niño está más tranquilo y satisfecho, y habrá más armonía. Estarás seguro de que estás haciendo todo lo posible para criar un adulto responsable, autónomo, resiliente, empático y equilibrado emocionalmente. Tu papel en la sociedad es crucial porque estás criando al ciudadano del futuro. Las investigaciones como las del economista Nobel Dr. James Heckman muestran que hay un gran impacto social positivo en la economía y la paz cuando se cuida la primera infancia. Se ha visto que cambiar cómo se cría a los niños proporciona el cambio social más rápido y se puede medir en una generación. Tus esfuerzos son inestimables.
Las autoras de Mi cerebro solo se construye una vez
Nati Beltrán
Española, madre y profesora de tres niños educados con el método Montessori. Siendo física, quedó asombrada por el enfoque científico de este y sus resultados superiores. Su hija mayor estudia en la Universidad de Oxford. Nati tiene un máster en Neurociencia por el University College London, y otro en Educación Integradora y Liderazgo Montessori. Escribe y realiza cursos a nivel internacional sobre inteligencia emocional, liderazgo y Comunicación No Violenta.
Pilar Enrich
Guarda gratos recuerdos de su infancia en México, donde asistió al Liceo Francés y al ITAM. Hizo un máster en Museografía en Londres y enseñó en el Museo Británico, para después convertirse en una galardonada artista en Nueva York (pilarenrich.com). Ser madre Montessori la convenció de sus infinitos beneficios y se certificó como profesora Montessori, ahora comparte su conocimiento y experiencias. Sus dos hijos ya son universitarios.
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