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La (neo)lógica de las lenguas

Un ameno viaje por la neología y los neologismos.

22 de julio de 2022. Estandarte.com

Qué: La (neo)lógica de las lenguas Autor: Miguel Sánchez Ibáñez Editorial: Pie de página Año: 2021 Páginas: 218 Precio: 20 €

Este libro trata sobre artilugios que condicionan nuestra manera de manejar la realidad y de relacionarnos con ella, que pueden hacer que salten chispas entre quienes los utilizan, que en su construcción utilizan finísimos engranajes, que generan quebraderos de cabeza por su aspecto externo e, incluso, dividen la población en bandos casi irreconciliables.

Trata, en definitiva y según la descripción de su autor, Miguel Sánchez Ibáñez (Valladolid, 1986), sobre palabras; en concreto, sobre palabras nuevas.

Sánchez Ibáñez es profesor universitario, lingüista y traductor; forma parte del Departamento de Lingüística Aplicada a la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Politécnica de Madrid y del Observatorio de Neología de Castilla y León; preside MariCorners, una asociación dedicada a la difusión de trabajos académicos que tienen que ver con cuestiones LGTBIQ+, y ha trabajado como terminólogo para la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.

Lo que más le gusta en el mundo es idear nuevas palabras, como apunta la solapa de La (neo)lógica de las lenguas, este libro que publica con Pie de página, editorial especializada en las profesiones de la lengua, y que se inscribe en su colección Tinta roja.

Esa fascinación suya por la creación de palabras se vuelca en estas páginas. Sánchez Ibáñez se sumerge en la neología y los neologismos en un tono coloquial y divulgativo, bien documentado y con buenas dosis de humor e ironía. El autor explica cómo irrumpen los nuevos términos o cómo un término ya usado pasa a nombrar una nueva realidad; cómo se forman; a qué se enfrentan; con qué se alían, y cuáles son los motores de la creación léxica.

Se fija en la relación de esas nuevas palabras con la ortografía, la semántica, los diccionarios y en la percepción de los hablantes. Insiste en su carácter inédito y en su estado transitorio. Habla del prestigio de las palabras y de su formación. De la posibilidad de que no lleguen a cuajar. Se embarca en un viaje que tiene mucho que ver con tender puentes, con tirar de una cuerda –esa que al tiempo conecta y separa al inmovilismo y a la invención–, con la intuición y el bagaje léxico.

En este viaje por las palabras, Sánchez Ibáñez las personaliza para acercarlas. Despliega recursos con los que contagia esa pasión que él siente por este universo, por eso coloca a los términos en fila para superar un casting, invita a subirse a trenes o comparte ocurrencias de su sobrina que quiere comprarse unos pendientes en una pendientería.

Como si estuviera en una clase –una de esas dinámicas que mantienen al alumnado despierto– y dirigiéndose muchas veces a quien lee, aprovecha Sánchez Ibáñez para recordar y explicar conceptos como metonimia, interfijos, sufijación apreciativa, lexicalización, neologismo sintagmático, calco metáfora.

Todo contado con claridad, apoyándose en ejemplos y anécdotas, en cuestiones etimológicas, con referencias a situaciones cotidianas, a novelas, series televisivas, películas… y, de vez en cuando, aderezados con unas expresivas ilustraciones en blanco y negro, obra de Javier Garrido.

El tono y la estructura del libro facilitan que la teoría casi no lo parezca y que se asimile con gusto, que se caiga en la cuenta en aspectos ideológicos y que se valore ese papel del neologismo para que las lenguas no se conviertan en atrofiadas piezas de museo. El camino que recorre un neologismo está lleno de curiosidades y La (neo)lógica de las lenguas las subraya. 

Entre tanto homenaje a la palabra, hay lugar para señalar debates lingüísticos como el que desde hace años suscita la tilde del adverbio solo (divide Sánchez Ibáñez al mundo hispanohablante en solotildistas y antisolotildistas y se sitúa entre estos últimos); para asomarse a las polémicas en torno a las actualizaciones de los diccionarios y analizar las consecuencias de que el perfil de quienes deciden qué palabras entran y qué aspectos subrayan de ellas sea tan homogéneo –señoros llama a los lexicógrafos–, o también para fijarse en la actitud a adoptar ante los préstamos procedentes de otras lenguas.

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