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Evaristo: el policial de Carlos Sampayo y Francisco Solano López

El antihéroe inspirado en el comisario Evaristo Meneses que ningún lector de Alack Sinner debería perderse.

10 de abril de 2024. Iván de la Torre

Qué: Evaristo Autores: Carlos Sampayo (guion) y Francisco Solano López (dibujos). Editorial: Norma Año: 2020 Páginas: 232 Precio: 28 €

Carlos Sampayo se apropió de la figura del legendario comisario porteño Evaristo Meneses para construir un antihéroe completamente opuesto al personaje que lo hizo famoso como guionista, el cada vez más previsible y aburrido Alack Sinner.

A diferencia de ese detective privado que se vuelve más irreal y esquemático en cada nueva entrega de su interminable saga, Meneses es una contradicción permanente, un hombre de pocas palabras que actúa siguiendo un código de justicia ambiguo que le permite abandonar sin culpas a la adolescente que deja embarazada en su pueblo natal y, al mismo tiempo, acompañar hasta el amargo final a un amigo que denuncia la trama oculta detrás de un golpe militar, sabiendo que ese gesto puede costarle la vida.

Ambientada entre comienzos de los años treinta y finales de los cincuenta, Evaristo usa Buenos Aires –sus climas, personajes, calles, mitos y leyendas urbanas- como eje para hablar de temas universales (el odio, la envidia, el rencor, la xenofobia) que funcionan como punto de partida para la tragedia y el crimen, permitiéndose incluir hasta un guiño a los míticos guapos borgeanos («Ya una vez nos batimos y te gané... Ahora voy a matarte...», le dice un cantante a un antiguo enemigo, antes de asesinarlo de un certero balazo en la frente).

Cada capítulo tiene un tono y un sabor particular, una lógica propia que permite a los autores moverse con facilidad y felicidad por diferentes registros, desde el tradicional policial inglés, con un asesinato misterioso y ninguna pista para seguir, hasta la denuncia contra la discriminación, el tráfico de mujeres o las primeras villas miseria.

Sampayo construye un héroe contradictorio pero querible, un “duro” cuyos principios personales lo convierten en alguien incómodo para el poder a todos los niveles, al negarse a aceptar lo extraordinario como algo común:

«Evaristo: En mi sección no se tortura a nadie. ¡Guacho de mierda! ¡Este hombre no sale de aquí hasta que no esté curado!

Torturado: Gra...gracias...

Evaristo: ¡Qué gracias ni qué mierda! ¡Algo habrás hecho! (Peronista... capaz que los que se la dieron también son peronistas... ¡Qué mundo de mierda!)».

Hombre de poquísimas palabras, con su combinación de sabiduría callejera, sentido común y picardía criolla, el comisario Meneses resuelve cada caso sin perder su aplomo, ante la admiración de unos y el temor de otros («Es él... Dicen que lleva cuatro pistolas»), presintiendo que se acerca el fin de una época, que pronto él también se convertirá en un emblema sin valor real, como el león que encuentra, solitario, viejo y cansado, vagando por los bosques de Palermo, la única figura ante la cual se permite algo parecido a una confidencia mientras suena, de fondo, una canción italiana que apropiadamente habla sobre la nostalgia del pasado: «Amigo, vos y yo andamos perdidos...».

Sampayo concedió una extensa entrevista donde habló de ésta, su obra más perdurable: “Yo creo que la pegamos con Solano López. En ‘Evaristo’ el método fue diferente a lo que hago con José Muñoz en ‘Alack Sinner’. Solano ilustraba interpretando, de un modo extraordinario, lo que yo escribía, pero no discutíamos antes, yo le daba el guion terminado. Le ponía, por ejemplo, ‘la casa del médico del barrio de Flores que era la casa que tenía mármol negro hasta 30 centímetros por arriba del suelo’. Y Solano tiene una memoria visual monstruosa, tremenda. La atmósfera que le da a las historias es extraordinaria. Es otra experiencia, totalmente diferente. ¡Solano es bárbaro! Vos lo ubicás en el año 1956 y él te dibuja la ciudad en ese año. Además, no busca en Internet cómo eran los colectivos de aquel entonces, se acuerda perfectamente. Con Solano empezamos de forma espontánea... Creo que José (Muñoz) nos dijo: ‘Che, ¿por qué no hacen algo juntos?’, y ahí empezamos. Evaristo está basado en el comisario Evaristo Meneses. De chico, una vez, yo lo vi por la calle. Iba con mi padre y él me dice: ‘Ese es el comisario Meneses’. Era imponente. La idea era hacer un policial y me volvió esa imagen que tenía de la infancia del comisario caminando por la calle. En realidad, hay dos hechos policiales importantes en mi infancia: uno, ver pasar al comisario Meneses; el otro, haber presenciado un asesinato en la calle. Recuerdo que venía un automóvil Morris negro y yo estaba en el colectivo, en el 129, en Avenida Rivadavia y Esteban Bonorino. De repente, el autobús se detuvo porque había un tumulto. En el Morris iban los pagadores de la Nestlé y se les cruzó un coche adelante, del cual tiraron un tiro. Salieron los pagadores y los ladrones se llevaron la guita y un policía que había en la esquina, los de manga blanca, con la libreta en la mano pensando que era un choque y uno de los chorros le pega un tiro en la cabeza. Yo lo vi todo. Tenía 14 años y lo vi todo. Resultó ser que el chorro era un delincuente muy famoso de la época, conocido como El Loco Prieto, al que años después lo quemaron vivo en la cárcel. Eso lo registré en alguno de mis libros, en algunas de las memorias que escribí. Y algo me quedó de esa atmósfera de la ciudad y la violencia. De alguna manera, en el origen de Evaristo están estos dos temas. Pero no recuerdo cuál fue el mecanismo último para hacer eso. Lo decidimos y salió la primera historia, la segunda y la tercera y empezaron a publicarlo en Italia. Yo no sé si el tipo era así. Evaristo no era ningún santo, pero, por ejemplo, no le gusta la tortura y, al final, está la historia con el golpe de estado que no es más que un desquite personal”.

Por su parte, Solano López recordó: “Evaristo lo he hecho de memoria porque lo dibujé estando en España, estaba en Madrid en esos años, y me mudé de Madrid a Rio de Janeiro, estuve unos años más en Rio de Janeiro, terminando una serie, en el episodio quince o dieciséis y ya pasé a hacer otras cosas, pero fue un ejercicio de memoria que me resultó muy estimulante”.

 

 

 

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