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Custer: la vida de una mujer atrapada en un reality show brutal

El cómic con el que Carlos Trillo y Jordi Bernet se adelantaron a Gran Hermano.

19 de febrero de 2024. Iván de la Torre

Qué: Custer Autores: Carlos Trillo (guion) y Jordi Bernet (dibujos) Editorial: Glenat Año: 2001 Páginas: 80 Precio: 24,95 €

Con Custer, esta novela gráfica de 1985, Carlos Trillo se adelantó a Gran Hermano mostrando, a la manera de Philip K. Dick (autor que reaparecerá en dos de sus mejores títulos de los noventa: Hoover y Cybersix) y con toques de J. G. Ballard (creador de clásicos como Rascacielo, La exhibición de atrocidades y Playa terminal), un futuro cercano donde la desesperación por ser una celebridad hace que cualquier exceso sea permitido, incluyendo el surgimiento y consagración de una banda de rock cuyo único “mérito” es desmembrar a su cantante recital a recital:

«Annabelle: He estudiado arte dramático, he sido bailarina, no canto mal. Y un día me encontré liada con estos tres tipos, armamos un conjunto muy Rolling Stone, nos fue mal, incluso me prostituí para que pudiéramos comer los cuatro. Hasta que se les ocurrió esta idea de irme descuartizando. Fue un éxito. Salí en las revistas, me hicieron reportajes, me inventaron romances. Esta noche perderé la cabeza, concluiré mi contrato, moriré... Ellos tres se quedarán con todo el dinero, armarán un nuevo conjunto, tienen ideas: los torturadores de Peggy, los violadores de la adolescente...»

Extrapolando esa desesperación por ser famoso en una época definida acertadamente por Tom Wolfe como “la Década del Yo”, Trillo cuenta la historia de una atractiva morena conocida por permitir que la filmen las 24 horas al día («la vida real de una mujer de hoy, seguida minuto a minuto en sus acciones, en sus palabras, en sus pensamientos»).

Además de predecir un futuro que hoy ya es presente, el guionista mostró el lado oscuro de la fama, el precio que paga una persona que decide entregar toda su vida personal para hacerse famosa sin caer en la moralina ñoña o el mensaje aleccionador de su amigo Horacio Altuna, que ya había comenzado a publicar la peor parte de su trabajo con Chances, Ficcionario, Imaginario, obras llenas de buenas intenciones y malos resultados, donde el enfoque políticamente correcto se mezclaba con tramas previsibles y personajes esquemáticos como el protagonista bien pensante, las chicas esculturales pero bobas y los malvados de mandíbula cuadrada.

Como la cantante Janis Joplin (“Todas las noches le hago el amor en el escenario a miles de personas y luego vuelvo sola a mi casa”), la bellísima Custer vive la contradicción de ser admirada por millones de televidentes sin tener a nadie con quien compartir su vida real: «Y yo, ¿cómo hago para escapar de una jaula que me exhibe todos los jueves a las diez de la noche? ¿Se dan cuenta, no es cierto? Me he convertido en una leprosa. Nadie se me acerca ya. Aunque nunca contesten, sé que están ahí, fisgoneando. Y quiero que sepan que cada día me siento más sola. Que me estoy convirtiendo en una maqueta, en un personaje solitario y sin alma, incapaz de comunicarse con los demás”.

Cualquier similitud con la realidad, en estos tiempos marcados por las redes sociales, no es simple casualidad sino una muestra del genio anticipatorio del mejor Trillo.

El guionista confesó cómo creó este personaje tan particular: “Un escritor decía que, en el siglo XX, con la irrupción de los medios de comunicación, se había producido un desfasaje. Nosotros nos enteramos de la realidad a través de los shows de noticias, donde se vuelca intencionalidad e ideología al hecho desnudo, cómo lo ve alguien desde un determinado signo ideológico. Son los noticieros de TV con sangre y avisos comerciales, donde se ha vulgarizado la noticia transformándola en una ficción. Antes, la literatura decimonónica decía que la realidad era lo que estaba afuera y la fantasía, lo que estaba dentro de no. Él dice que eso ha cambiado. La realidad es lo que está dentro y la fantasía, lo que está fuera. Que nada de lo que se nos dice es cierto objetivamente. Que el último refugio de la realidad está dentro nuestro, donde antes moraban los fantasmas y las fantasías. A partir de esa idea que recorté, pensé en contar una historia donde por un lado se cuenta lo que en realidad le pasa a una persona y, por otro lado, lo que un medio de comunicación hace con las cosas que le pasan a esa persona. Hay una cosa que es cierta y otra que es por montaje. Eso es Custer. Por otra parte, el nombre de una mujer como el de un general me pareció bien. El nombre de un héroe cuestionado, endiosado o vituperado por una misma acción: aniquilar a los indios. Pero ése es otro Custer. Volviendo al tema: frente a los noticieros de televisión que están montados como show, uno se pregunta, ¿esa es la realidad tal como es o es la realidad que se cuenta ficcionalmente para atraer una mayor atención. El contrato que había firmado Custer con la cadena la sometía a que cada momento de su realidad fuera al mismo tiempo una ficción. Todo era registrado por cámaras invisibles y se anunciaba que ese material sería montado y mostrado como un episodio. A ella le pasan cosas horribles, en especial en la relación íntima con los demás. ¿Quién se acercará a alguien sabiendo de inmediato que pasará a integrar el elenco de ese episodio?”.

El guionista también reveló que la serie comenzó por un pedido de su editor español, el emblemático Josep Toutain: “Cuando hice Custer fue algo muy gracioso porque yo no sé hacer ciencia-ficción. Esa ciencia-ficción a la Alien o Flash Gordon, con cohetes, viajes espaciales y esas cosas, no me salen, no las siento para nada. Y Toutain, en su momento, quería que Bernet y yo hiciéramos juntos una historieta espacial. Al final hicimos Custer, que no tiene nada que ver. Bernet decía: ‘¡Yo tampoco sé dibujar cohetes!’. O sea que, si le hacíamos caso al editor, íbamos a hacer una porquería. Pero eso de que el editor te diga ‘Haceme una del Oeste’ o ‘Necesito una con minas, una con tetas’, sigue funcionando. Para un autor de historietas es muy difícil elegir qué querés hacer en cada momento. Excepto que estés en una situación privilegiada de Gran Estrella del Comic en algún mercadito de estos, no podés elegir mucho. Con Bernet nos intercambiamos una bolsa descomunal de correspondencia, con comentarios y análisis de los bocetos y sobre el avance del trabajo y al final salió lindo”.

 

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