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Alack Sinner: la peor novela gráfica de las últimas décadas
El policía soñado por cualquier lector poco exigente y políticamente correcto.
21 de febrero de 2025. Iván de la Torre
Qué: Alack Sinner Autor: Carlos Sampayo (guion); José Muñoz (dibujo) Editorial: Salamandra Año: 2019 Páginas: 704 Precio: 37,05 €

Alack Sinner es el policía soñado por cualquier lector políticamente correcto, lo que permite entender su vigencia y también la posterior necesidad de Carlos Sampayo de reinventarse con Evaristo, un personaje infinitamente mejor, inspirado en el comisario porteño Meneses.
A diferencia de ese policía argentino, parco en gestos y de poquísimas palabras, que resuelve sus casos siguiendo una lógica absolutamente personal, donde se mezcla su particular código de honor con la picardía porteña, Alack Sinner es una suma de imposibles que parece diseñado por un publicista inteligente para ofrecer el antihéroe ideal: un ex veterano de Corea que perdona a los hombres que violan a su hermana, desprecia a sus compañeros de la policía y siempre tiene una palabra de apoyo o un gesto solidario para todas las minorías con las que convive en Nueva York (inmigrantes latinoamericanos, exiliados españoles, afroamericanos, etcétera, etcétera y etcétera).
La descripción que hace el propio Alack Sinner de sí mismo está cuidadosamente pensada para ganarse la simpatía del lector al mostrarse como un hombre fuerte, a la manera de John Wayne, pero situado en el lado “correcto” de la vida: «Nací aquí, en un barrio pobre y en una familia singular. Padre desaparecido y madre que... bueno. Cuando era pequeña ella trabajaba en la misma habitación en que dormíamos mi hermana y yo. Una noche (yo hacía el servicio nocturno), mi hermana Toni salió a tomar el fresco en la escalera de casa. La agarraron entre tres y la violaron».
Sinner es una copia actualizada del peor Philip Marlowe de Raymond Chandler, un personaje sentencioso, aburrido y moralista, que hace todo aquello que sus lectores esperan de él, envuelto en tramas predecibles que parecen construidas usando las noticias del día para lograr una identificación fácil con el público europeo que era (y sigue siendo) el principal consumidor de estas historias llenas de burlas predecibles a través de personajes caricaturizados («Voy al puerto a tomar el barco para Japón. ¡Es fascinante! Mi marido acaba de morirse. El pobre era un tacaño. Me ha dejado una fortuna. Ah, Japón. Que romántico»).
Sinner ayuda a diferentes desposeídos a enfrentarse a los males del capitalismo, que aquí aparece como un gran monstruo despiadado que lo devora todo, una excusa perfecta para que el protagonista o sus amigos suelten interminables monólogos: «Me llamó Jorge. Trabajo en los muelles. Estoy organizando una protesta para que la empresa nos pague la comida. Pero la empresa no está de acuerdo y el sindicato tampoco... Quieren cerrarme la boca. Yo soy legal, pero los tipos de los depósitos no. Los del depósito son mexicanos, clandestinos. Si protestan, los mandan de vuelta. Conmigo no pueden, yo soy legal, figuro en las listas y lograré que nos paguen la comida. Si el sindicato no me apoya, me da lo mismo. Voy a conseguirlo».
Los autores sienten que, incluso cuando se tratan temas amorosos, es necesario seguir bajando línea desde el elevado púlpito donde se encuentran, por ese motivo, el protagonista tiene un aburrido y poco creíble intercambio antes de acostarse con una mujer de color:
Enfer: «¿No te dan asco los negros? Dicen que tenemos un olor diferente».
Alack Sinner: «En ese caso, los blancos también”.
Por si esto no fuera suficiente (y, lamentablemente, hay más, mucho más, página tras página tras página, de esta apelmazada combinación de buenas intenciones, corrección políticas y discursos de secundaria), el detective incluso se hace amigo de sus vecinos, «vascos españoles, de Guernica», encabezados por Constancio, un anciano que participó de la Guerra Civil Española.
En el tebeo ni siquiera falta (de hecho, reaparece a menudo), el estereotipo del norteamericano patriotero, gordo y charlatán, creado por Muñoz y Sampayo para generar empatía con el lector y fortalecer la imagen progresista del puro Alack Sinner: «El destino de nuestro país es dirigir, y tomando conciencia de él, aseguraremos nuestro futuro. Yo hago mi trabajo por el bien de la nación. Mi trabajo podría parecer inmoral, pero escúcheme bien: sería suicida que los Estados Unidos no defendieran su seguridad y la de sus aliados y amigos».
Cada uno de estos personajes (el sindicalista rebelde, los policías corruptos, los exiliados políticos) permiten poner en boca del personaje central “reflexiones” con las que el lector puede conectar de inmediato, algo que no es casualidad y responde al objetivo de sus autores: crear un personaje que se comporte como un espejo diseñado para reflejar las expectativas de su público.
Alack es la versión progresista y políticamente correcta de Superman: alguien que llega para resolver los problemas ajenos sin hacer preguntas incómodas, amigo de marginales y desposeídos, incluyendo al enano que va a pedirle que encuentre a su mujer («El enano me caía simpático. Vivir no debía resultarle muy fácil, pero lo lograba bastante bien»), un héroe de los pobres y desprotegidos con conciencia de clase que, para cada cosa que hace (incluso comerse un sándwich), tiene una reflexión, lo que lo convierte en una parodia involuntaria del famoso tío Eugenio de Roberto Fontanarrosa: «Aunque el tema fuera cómo hacer el chimichurri, él, a los dos minutos, ya estaba hablando de los griegos, de la condición humana, del descubrimiento del pararrayos. Un infierno. Un plomo total. Era un tipo trascendente. No podía decir cosas sin importancia. No podía decir, por ejemplo, ‘Alcanzame la sal’. No, él tenía que hablar del Todo y la Nada. De la Vida y la Muerte, de los grandes misterios de la Existencia”.
Como no podía ser de otra forma, Sinner se termina enamorando de Sophie, una chica conflictiva y conflictuada que, mientras lo contrata para que busque a su hermano, se desnuda completamente en su oficina.
Sophie es otra suma de imposibilidades, el sueño húmedo de cualquier lector progresista que desea encontrar esa combinación de rebeldía, belleza y conciencia social: «Mi abuelo era anarquista, y lo despachó la bofia. Mi padre murió en la cárcel porque al defender a mi madre de un violador, se cargó al fulano que era un poli... Me gusta usted, Sinner. Ha superado la jodida prueba de la desnudez: no se me ha echado encima para violarme y matarme. Creo que encontrará a mi hermano».
En pocas palabras, no lea esta novela gráfica ni prestada. Nunca el aburrimiento costó tanto y valió tan poco.
Comentarios en estandarte- 2
1 | Luz María Mikanos
19-10-2024 - 06:31:01 h
Es bueno tener la reseña de lo excelso, cómo de lo anodino, y de lo descartable. Gracias por estos geniales artículos!
2 | Ivan
20-10-2024 - 16:25:48 h
Muchas gracias por tu comentario, querida Luz!