'Ahorcado': la conquista española contada sin filtros

11 de octubre de 2025. Iván de la Torre

En Ahorcado, Robin Wood, junto al dibujante Leandro Sesarego, cuenta uno de los periodos más complejos de la historia en una novela gráfica protagonizada por el capitán García, un hombre pragmático y duro cuya vida nunca fue fácil: «Siempre fui soldado. Me abandonaron de nacido a las puertas de un convento, pero no tuve madera de fraile. Apenas pude caminar me alisté como tambor. Cuando pude cargar una pica fui soldado. He luchado en cuarenta batallas y he sido herido veintidós veces. Sé manejar la espada, la alabarda, el cuchillo, el cañón y la pólvora... pero no sé leer ni escribir y cuento con los dedos».

Combinando poesía y realismo, Wood muestra el costado maravilloso y también la brutalidad, la codicia y el lado más horrible del ser humano, en una historia que comienza en España y termina en el Nuevo Mundo, con el fracaso final que condena a Cristóbal Colón a regresar, tras su segundo viaje, cargado de cadenas para rendir cuentas de sus actos a los Reyes Católicos.

García, testigo de los hechos, remarca un hecho fundamental: «Los hombres no son grandes ni pequeños. Es lo que dejan detrás, sus huellas, las que les dan tamaño. Y un día, el almirante Colón será un gigante en el recuerdo... pero por el momento, la mezquindad es más fuerte que el futuro».

Evitando caer en el revisionismo histórico impulsado por Eduardo Galeano, que pintó un mundo idílico, con indios inocentes y puros enfrentados a españoles salvajes y brutales, Wood ofrece un retrato sin filtros ni concesiones del Nuevo Mundo: «El poblado parecía muerto bajo el terrible sol. Las chozas de barro se resquebrajaban y un hedor nauseabundo, a putrefacción y desperdicios, brotaba de sus basurales... Aquí y allá hombres harapientos, sucios y amarillos de fiebre trabajaban con angustia y torpeza... Esto era Isabela, la primera ciudad española en las Indias, fundada por el almirante Colón para servir de base a la conquista del Asia de oro, las perlas y las especies... Ay, Isabela... ciudad de barro y fiebre y de sueños corrompidos... Ay, Isabela, primera ciudad española en las Indias... Ay, Isabela, ciudad de barro y fiebre con un esqueleto de hambre. ¿Dónde están las ciudades de oro y las especies de marfil y de la plata y los palacios de mármol con príncipes vestidos de seda, donde los valientes cosecharían reinos y tesoros sin límites? ¿Dónde están las maravillas soñadas? Hasta tenemos nobles y damas de alcurnia. Vienen por su parte del gran tesoro de las Indias... y lo tendrán, en fiebre, hambre y tumba».

Ahorcado rescata a los personajes secundarios de los que no suele hablar la gran historia, hombres que viajan al Nuevo Mundo empujados por la desesperación: «Yo fui tan pobre en Aragón que a veces robaba la comida de los cerdos del señor de la comarca. No tengo nada allá, como no sean los malos recuerdos del hambre. Solicité varias leguas de playa y de sembradíos. Ahora no valen nada, pero cuando la ciudad se mude, me harán rico. La gente seguirá viniendo, Ahorcado. Hay aquí un mundo inmenso para conquistar y colonizar... Y esos conquistadores vendrán con espadas y coraje... y nada más. Comenzaré a producir alimentos, tejidos y sebo. Te sorprenderá las pequeñeces con las que haces dinero».

La novela retrata la combinación de ambición y furia que impulsa a estos hombres a seguir adelante, incluso en los escenarios más salvajes: «Marchamos por meses en la selva, marchamos hasta sitios olvidados de Dios y del diablo... Los indios que nos guiaron sabían de una ciudad donde viven sólo mujeres.... Se cubren con polvo de oro y sus armas también son de oro. Tuve que volver... casi no me quedaban hombres, pero preparé otra expedición e iré a buscar la ciudad de las amazonas...».

Como todos los antihéroes woodianos, García evita corromperse y no duda en reivindicar públicamente a Colón, cuando el comandante es arrestado y enviado de regreso a España, sabiendo que sus palabras le ganarán nuevos y poderosos enemigos: «Tal vez fue torpe, violento y obtuso, pero tuvo un sueño grandioso... y yo soñé con él. Hoy siento que mis sueños se han desplomado con él...».

La historia termina con una mágica invocación al lector: «Yo, Mariano de Souza, vecino y residente de la ciudad, tomo la pluma para escribir sobre heroicos y mezquinos hechos que forjaron estas tierras, especialmente sobre la existencia de un hombre llamado El ahorcado, un soldado nacido para abrir caminos y no para levantar muros. Contaré su historia pues prometí protegerlo del olvido. Por ello, por la amistad que le profesé y porque su historia es un poco la de todos nosotros, os relataré la leyenda del Ahorcado. Escuchad bien…».