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Los años de la locura, el final de Nietzsche

El declive de Nietzsche, contado por su madre y editado por Hermida.

21 de mayo de 2021. Estandarte.com

Qué: Los años de la locura Autor: Franziska Nietzsche y Franz Overbeck Editorial: Hermida Editores Año: 2018 Páginas: 280 Traducción: María Jesús Franco Durán Portada: Lidia Lobato Precio: 19 €

Los años de la locura. Franziska Nietzsche y Franz OverbeckPublicado por Hermida editores, Los años de la locura. Franziska Nietzsche y Franz Overbeck es una conmovedora narración del trágico final de uno de los personajes más trascendentales de la historia de la filosofía: Friedrich Nietzsche. Por poco que se sepa de filosofía, el nombre de Nietzsche es de los que “suenan” y de los que “caen” en los exámenes. Es una de las figuras que ha decidido el devenir del pensamiento contemporáneo con expresiones como “la muerte de Dios” o conceptos como el del “superhombre”. Su filosofía, que fue desde sus inicios combativa, creativa y transgresora con el pensamiento de su tiempo, se vio abruptamente silenciada por una enfermedad que le asediaba desde niño y que estalló, en forma de colapso mental, un 3 de enero de 1889. Ese día, en una plaza de Turín, Nietzsche vio a un cochero azotar a su caballo que se había quedado parado. El filósofo fue a abrazar al animal y a defenderlo del castigo que le estaba propinando su amo. A partir de ahí, la locura, un periodo que atraviesa sus últimos once años de vida, desde 1889 hasta 1900, dejando un extraño rastro sombrío tras una vida intempestiva.

El teólogo Franz Overbeck, el fiel amigo de Nietzsche, viajó para hacerse cargo de él en primera instancia. Pero fue su madre, Franziska Nietzsche quien se ocupó de él desde ese momento y hasta su muerte en 1897; tres años antes de que muriera el propio Nietzsche. Tras su paso por diversos sanatorios, su madre lo cuidó en su casa y dio buena cuenta de su día a día a Franz Overbeck por quien sentía un profundo agradecimiento, admiración y confianza. Lo hacía a través de cartas frecuentes que dirige al matrimonio Overbeck. Hermida editores las ha reunido en Los años de la locura, un volumen inédito en castellano y con una esclarecedora introducción de María Jesús Franco Durán. A través de las cartas conocemos de forma nítida los últimos años de vida del filósofo, los cuidados que le profesó su madre y las dificultades, no pocas, que hubo de afrontar para su manutención. Es de destacar que la correspondencia ha llegado hasta nosotros intacta gracias a la defensa acérrima de Overbeck, que se prolongó más allá de la muerte del filósofo, cuando la hermana, Elisabeth Förster-Nietzsche, directora del Archivo Nietzsche, presionó para que le fuera entregada. Franz Overbeck se negó y se opuso a las interpretaciones nazis que la hermana de Nietzsche quería atribuir a su obra, hasta el punto de nombrar a la Universidad de Basilea depositaria de la correspondencia a su fallecimiento en 1905. Como explica con contundencia Franco Durán en la introducción, “Nietzsche sin juicio, está obligado sin ser consciente de ello, a dejarse hacer, a ponerse a disposición de la madre y la hermana. Una preserva, en apariencia, su legado intelectual; la otra, se dedica a los cuidados corporales”.

La madre lo hizo con cariño y entrega total; de alguna manera la enfermedad le devolvió al hijo que, en plenas facultades, había renegado en sus escritos de su familia y había dicho cosas atroces tanto de ella como de su hermana. En secreto, Franziska Nietzsche guarda una esperanza y es que el Dios al que reza y en el que cree le ayude a recuperar a su niño-grande, el mismo filósofo terrible que había sentenciado a muerte a ese mismo Dios. Desconfía de los métodos de los médicos y espera que su dieta, sus cuidados y atenciones ayuden a revertir el diagnóstico. Se empeña en suministrarle lo que ella no puede: conversadores de altura que le ayuden a recuperar sus facultades. “Para nosotras es importante hacer algo que finalmente despierte un poco su mente, pues como usted sabe ha sido mi preocupación desde siempre”. También tuvo el problema del dinero, sobre el que no escasean los detalles que le participa a su interlocutor epistolar. Finalmente, llega el declive y la preocupación desbordante: “Estoy muy disgustada y alterada porque hace ya algún tiempo que también mi hijo padece de una especie de calambres en la mandíbula (…). También le cuesta tragar y el querido enfermo ofrece una imagen muy triste”. En una de sus últimas cartas la madre infatigable se confiesa cansada. Murió en 1897 sin saber y sin imaginar siquiera que la secuencia de sus cartas y sus preocupaciones cotidianas completaría el relato vital de uno de los pensadores más fascinantes de la historia de filosofía.

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