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Avelino Hernández. Desde Soria al mar

La viuda del escritor le recuerda en una bella biografía.

28 de septiembre de 2022. Estandarte.com

Qué: Avelino Hernández. Desde Soria al mar Autor: Teresa Ordinas Montojo Editorial: Rimpego Año: 2021 Páginas: 224 Precio: 18 €

«No puedo evocar a Avelino sin revivirme a la vez», escribe Teresa Ordinas Montojo (Palma de Mallorca, 1944) al principio del libro Avelino Hernández. Desde Soria al Mar. En él, y en buena compañía (escriben también otros escritores, editores, amigos, familiares…), Ordinas Montojo ha trazado un retrato del que fuera el compañero de su vida, el escritor Avelino Hernández (Valdegeña, Soria, 1944-Selva, Mallorca, 2003).

«Sé que no soy escritora, por eso he asumido el reto de dar a conocer a Avelino desde la mejor naturalidad que he sabido adoptar, y sin recurrir a un solo artificio», cuenta en la Obertura del libro. Y así es, no hay artificio por estas páginas. Son tranquilas, serenas. Están cargadas de complicidad, de los recuerdos de 32 años unidos.

Se conocieron a principios de los setenta y anduvieron juntos hasta que Avelino Hernández falleció en 2003. En sus primeros pasos en común se enfrentaron a la dictadura, en los últimos, a la enfermedad. No permitieron que ni una ni otra mermaran sus ilusiones, sus inquietudes, sus compromisos.

Todos ellos se reflejan en recuerdos como sus andanzas en vespino; el cazón adobado de puestos callejeros; la clandestinidad; el esfuerzo por que los servicios sociales fueran reconocidos como derechos; sus minuciosas excursiones por la provincia de Soria; las presentaciones de libros en zonas despobladas; los programas culturales de dinamización de zonas rurales a partir de su tradición; los baños en el mar; lar cartas encabezadas por la hélice de su lläut…

Con la misma naturalidad que habla de su boda, de tensiones políticas, de sus experiencias como trabajadora social, de sus viajes o del amor a los sobrinos, Ordinas Montojo vuelca apreciaciones sobre la literatura de su compañero: «Yo creo que la clave está en que Avelino no tuvo prisa en publicar –sus obligaciones políticas tampoco le habían dejado tiempo hasta entonces– y cuando lo hizo, tenía ya treinta y ocho años, muchas lecturas en su haber y un criterio estético forjado».

Así, con precisión y acierto, sin alharacas, Ordinas Montojo va dibujando esta biografía de su marido, en la que, inevitablemente, también cuenta su vida y nos la muestra con una selección de fotografías (una de las pasiones de la autora) que subrayan el aire de intimidad y confianza de la publicación.

Al final, reserva unas páginas para recuperar la voz de Avelino y, bajo el título «Avelino por sí mismo», recoge reflexiones como esta que describe muy bien su personalidad: «Para esa existencia que quiero –que vivo– escribir es igual que respirar, igual que amar, que comer, que pasear, que conversar, que leer, que pensar, que reír, que jugar, que disfrutar la luna llena sobre la bahía, que saciarse del canto de los ruiseñores por mayo en la albufera, o del silencio de la noche, o del cine de Eisenstein o de la música de cámara de Dvorak… Una posibilidad en el vivir. Un placer asequible […]».

Por este libro desfilan muchos nombres propios, compañeros en sus aventuras, en sus veladas y sus proyectos; en definitiva, de su vida. Algunos de ellos han colaborado en esta iniciativa de la editorial Rimpego (responsable también de la última edición de Donde la vieja Castilla se acaba: Soria) y, por invitación de Ordinas, han escrito semblanzas y recuerdos que homenajean a Avelino Hernández y enriquecen este maravilloso retrato poliédrico.

Cada uno de los capítulos en los que está organizado el libro cuenta una etapa y se cierra con la aproximación de uno de esos amigos. Entre ellos, están el escritor Julio Llamazares, la pintora Cristina Cerezales, el librero César Millán o el psicólogo y sociólogo Fernando Cembranos que colaboró con él en el proyecto Culturalcampo y que le describe así: «Avelino, además de poeta de las culturas perdidas, antropólogo de boina, cuentacuentos, naturalista, político hábil, humorista contra el poder, estratega crónico –solía ir siempre varias jugadas por delante–, animador de almuerzos y cenas, ingeniero sociocultural y aventurero, era un gran maestro».

Avelino Hernández fue un autor prolífico y su extensa obra abarca relatos infantiles y juveniles como Una vez había un pueblo o Silvestrito; libros de viajes como el maravilloso Donde la vieja Castilla se acaba: Soria; poesía, como El septiembre de nuestros jardines, y novelas, entre las que se encuentran El día en que lloró Walt Whitman, Los hijos de Jonás o La señora Lubomirska regresa a Polonia.

Gracias a todos ellos –y ahora también a esta bella biografía–, su vitalidad, su curiosidad, su humanidad y su inquietud cultural perviven. «Cuando te echo de menos, te leo», titula brillantemente la periodista y escritora Lourdes Durán su recuerdo a Avelino Hernández.

El escritor murió en 2003 con solo 58 años. Quedan, entre otras cosas, sus libros –algunos publicados póstumamente, como Mientras cenan con nosotros los amigos (Candaya, 2005) o El septiembre de nuestros jardines (Casa Abierta, 2005); la Biblioteca Avelino Hernández que puede consultarse en la sala de investigación de la Biblioteca de Castilla y León; un premio que lleva su nombre y con el que el Ayuntamiento de Soria potencia y apoya la novela juvenil, y, como demuestra este libro, muchos amigos y gente que le admira.

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