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'El friso de la vida', de Edvard Much

El pintor de 'El grito' escribió —e ilustró— sus mejores textos.

22 de septiembre de 2015. Estandarte

Qué: El friso de la vida. Autor: Edvard Munch. Traductor: Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun. Editorial: Nórdica Libros. Año: 2015. Páginas: 192. Precio: 25 €

Edvard Munch pintó, pero también escribió. El friso de la vida reúne una selección de sus textos, ilustrada por su propia obra, y realizada por Victoria Parra. Nórdica Libros ha contado también con Hilde Bøe, una de las máximas responsables del Munchmuseet, para escribir el prólogo: «Munch escribió toda su vida», nos explica Bøe. «Escribió —y guardó— redacciones y cuadernos del colegio, anotaciones en diarios, poemas en prosa, esbozos literarios y dramáticos, cartas de viajes, contribuciones en periódicos, contratos, solicitudes, prosaicas listas de tareas y, obviamente, cartas. (...) Los demás textos consisten en escritos de un amplio espectro de géneros literarios.»

«En general/ el arte surge/ de la necesidad de un ser humano/ de comunicarse/ con otro», esboza Edvard Munch en uno de los aforismos de El friso de la vida, un libro que dibuja un recorrido por su prolífica obra —tanto literaria como artística— continuando, en cierto modo, su mítico Friso de la vida. Como una lluvia torrencial se desatan las palabras de Edvard Munch, uno de los artistas más polémicos e influyentes en la historia del arte contemporáneo. Su desbordante ingenio le llevó a plasmar pensamientos y emociones más allá de lienzos y grabados, en descarnados textos cargados de lirismo, que reflejan apreciaciones sobre el arte en general y su obra en particular, ambientes y figuras que dejaron huella en su excepcional sensibilidad.

Edvard Munch (Løten, 1863 - Ekely, cerca de Oslo, 1944) fue un pintor y grabador noruego, considerado precursor del expresionismo, se nutrió de diversas fuentes artísticas y fue desarrollando su amplia y variopinta obra desde una primera fase más realista hasta otra enmarcada en el posimpresionismo. Cultivó su técnica e intelecto, proclive a la experimentación, en diferentes estancias en ciudades europeas como Amberes, París y Berlín, en las que pudo entrar en contacto con personajes tan destacados como Ibsen, Mallarmé y Strindberg. Siempre presa de un atormentado carácter, llegó a sufrir una crisis nerviosa y decidió aislarse en un sanatorio de Copenhague. Finalmente, regresó a Noruega, donde vivió hasta su muerte, y cedió la totalidad de su producción a la ciudad de Oslo.

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